Madre e hija en un Recital [03]

Capítulo 03.

La Rubia Tarada.

A pesar de estar viviendo la situación más humillante de su vida, Jazmín daba gracias a que nadie parecía percatarse de lo que estaba ocurriendo entre sus piernas… o entre las de su hija. La densa multitud mantenía la mirada fija en el escenario. Pero en algún momento alguien se daría cuenta de que ocurría algo raro… y así fue.

Sucedió muy rápido. Jazmín vio que alguien alzaba en hombros a una joven rubia, debía tener la edad de su hija o quizás un par de años más. La pendeja estaba pasando la gran noche de su vida y no dudó ni un instante en levantarse la remera para mostrarle a todo el mundo sus espectaculares y firmes tetas. No era la única chica del show haciendo eso, pero sí era la que estaba más cerca de Jazmín y Fiorella. Madre e hija se miraron.

—Está re loca —dijo Fiorella, a los gritos.

Jazmín asintió con la cabeza. Se sintió algo hipócrita al juzgar de loca a la rubia cuando ella tenía una pija erecta en su mano izquierda y los dedos de la derecha metidos en la concha de su hija. Aunque nada de esto era voluntario, claro… todo era culpa de esos degenerados que no las dejaban en paz.

La persona que tenía alzada a la rubia quiso que ella mostrara las tetas en todas direcciones. Giró lentamente hasta que en un momento ocurrió lo que Jazmín tanto temía. La rubia quedó mirándola cara a cara. Ahí fue cuando Jazmín se percató de que sus tetas habían quedado afuera del top. Debió pasar cuando Megadeth las manoseó. La rubia se quitó su remera del todo y empezó a revolearla por encima de su cabeza mientras sonreía y señalaba a Jazmín. Por suerte nadie miró lo que apuntaba con el dedo la rubiecita; pero la cosa no terminó ahí.

Cuando bajaron a la chica, ésta se fue inmediatamente hacia donde estaba Jazmín. Retroceder era fácil, la gente te cambiaba su lugar sin dudarlo. Lo difícil era avanzar.

En pocos segundos la rubia quedó de pie frente a Jazmín. La miró con una sonrisa desquiciada. Tenía las pupilas de sus ojazos celestes muy dilatadas. «Debe estar drogada», pensó Jazmín. Le mostró una sonrisa tímida sin saber qué hacer. La chica seguía mirándola con esa sonrisa maquiavélica. Hasta Fiorella se sintió intimidada. No había reparado en que su madre tenía las tetas fuera del top. Lo notó cuando la rubiecita se echó hacia ellas. Agarró uno de esos pechos y empezó a chuparlo sin siquiera pedir permiso. Fiore abrió mucho los ojos y miró a su madre, ella le hizo un gesto como quien dice: «¿Qué querés que haga? No puedo moverme».

Las chupadas se volvieron muy intensas, la rubia parecía decidida a arrancarle uno de los pezones. «Lo que me faltaba —pensó Jazmín—. Ahora tengo que aguantar una pendeja tortillera y falopera».

Y la rubia no se contentó con probar esas tetas. Subió con la lengua pegada al cuello de Jazmín y la besó en la boca. Esto tomó a la mujer por sorpresa, no por el contacto entre sus labios, sino por la pasión de ese beso. Ni su marido la besaba de esa manera. La besó como solo las mujeres saben besar.

A Fiorella casi se le desencaja la mandíbula al ver a su madre comiéndole la boca a la rubia sin sospechar que esa no era la primera mujer que besaba Jazmín.

El húmedo beso hizo que Jazmín bajara la guardia. Quedó atontada y no reaccionó cuando la rubia le bajó la calza de un tirón. Allí estaban los dedos de Megadeth, jugando con su concha. Entraban y salían, mostrando que estaban cubiertos de flujos. Esto hizo sonreír a la rubia. Jazmín supo que esa pendeja putita no se conformaría con un beso; pero no imaginó que sería tan osada. Se arrodilló delante de ella, apartó la mano del tipo y le pasó la lengua por la concha. «Está re loca… hacer eso en pleno recital…» Por un momento pensó que la rubia solo quería darse ese gusto; pero no… estaba decidida a comerle la concha. La segunda lamida fue más intensa y vino seguida de un chupón en el clítoris. Jazmín sí que lo sintió. Gimió como no lo hacía ni con su marido… para su fortuna nadie pudo oírla.

«Por favor, que nadie se de vuelta… que nadie se de vuelta». Agradeció estar rodeada por los tres rockeros, al menos ellos se encargaban de mantener a raya las miradas curiosas. Quizás alguien estuviera viendo lo que ocurría, pero Jazmín prefería no pensar en eso. Lo mejor era mantener la vista al frente y fingir que estaba todo bien.

Aunque no estaba todo bien. La verga de Megadeth se puso más impertinente y quiso aprovechar que la calza ya no estorbaba. Jazmín sintió el glande presionando contra el agujero de su concha. Se puso alerta porque creyó que la iban a penetrar… pero fue la rubia quien la salvó. La pendeja agarró la verga e hizo que esta sobresaliera entre las piernas de Jazmín. Los labios de la concha quedaron besando todo el tronco y el glande fue a parar a la sensual boca de la rubiecita.

«Ah, pero qué putita petera», pensó Jazmín… y una vez más se sintió una hipócrita. Ella venía de chuparle la pija al guardia de seguridad. Pero eso era distinto, no lo hizo porque tuviera ganas de chupar pija… a la rubia nadie la estaba obligando. Ella solita se puso a mamarla. Y no le alcanzó con una. Cuando Jorge Campera notó lo que esta chiquilla impertinente estaba haciendo, le acercó la verga. La rubia no dudó ni un instante, apartó la mano de Jazmín y se metió esa gruesa verga en la boca. Le dio unos buenos chupones y luego volvió a la concha. «Se está dando un festín sexual», pensó Jazmín.

Al girar la cabeza se encontró con la mirada acusadora de su hija. Jazmín se encogió de hombros y dijo:

—¿Qué querés que haga? No me puedo mover…

Fiorella estaba más confundida que nunca. Aún tenía los dedos de su madre bien metidos en la concha y podía sentir como Mr Zeppelin aún intentaba arrimarle la pija. Pero ella tenía las manos libres, podía usarlas para ayudar a su madre.

Intentó apartar a la rubia. No funcionó, la chica estaba prendida a la verga del señor de la campera de cuero. La mamaba con toda confianza, como si se conocieran de toda la vida. Cuando la rubia volvió a lamer la concha de Jazmín, Fiorella intentó otra vez apartarla. La jovencita se movió para esquivarla y los dedos de Fiore rozaron la verga de Megadeth. Se sintió asqueada, ahora el tipo pensaría que ella intentaba jugar con él. Y eso fue exactamente lo que ocurrió.

Megadeth agarró la mano izquierda de Fiorella y la posó sobre su verga. No era la primera que ella agarraba, ni por asomo; sin embargo le incomodó que se tratase del miembro de un desconocido.

Jazmín entendió mal la situación. Creyó que la intención de su hija era agarrar la verga de este tipo. La miró con el ceño fruncido. A pesar de su enojo, esta actitud tenía sentido para Jazmín. Ya tuvo problemas por culpa del comportamiento inapropiado de Fiorella.

Todavía se le caía la cara de vergüenza al recordar la llamada de la profesora del Instituto Privado al que concurre su hija. Uno muy costoso donde es mejor tener buen comportamiento si es que no quiere ser expulsada.

Tuvo una reunión privada con Brenda Ramallo, la profesora. Por suerte se trataba de una mujer joven, que podía entender los excesos de la juventud… y no era una de esas momias que parecen haberse criado en el medioevo.

Jazmín miraba horrorizada mientras Brenda le contaba lo ocurrido.

«Sorprendí a su hija en el baño de hombres. No sé si sería apropiado contarle lo que estaba haciendo, pero créame que no era algo propio de una alumna de este instituto». Tendría que haberse quedado con esa información, la profesora no tenía motivos para mentir. Sin embargo Jazmín no pudo con su curiosidad. Necesitaba saber exactamente qué había ocurrido. Le insistió a la señorita Ramallo para que le diera todos los detalles, por escabrosos que fueran. «Puedo soportarlo», le aseguró.

«Muy bien, después no diga que no le advertí. Entré al baño porque escuché ruidos extraños, pensé que los chicos estarían fumando cosas raras o algo así. Imaginará usted mi sorpresa cuando vi a Fiorella de rodillas en el piso. —Jazmín se puso aún más tensa. Debió cortar el relato allí, pero no fue capaz de hacerlo—. Así es, como se imagina… Fiorella le estaba chupando la pi… em… le estaba haciendo una mamada… a los dos. Sí, a los dos al mismo tiempo. Y eso no es todo. Cuando yo entré, el acto… la felación, ya estaba terminando. —Jazmín fue tan ingenua como para preguntarle cómo lo supo—. Porque Fiorella tenía la cara cubierta de semen».

Fue un horror enterarse de todo esto. Tuvo que suplicarle a Brenda Ramallo que no denunciara a Fiorella con las autoridades del colegio. La profesora accedió, siempre y cuando este vergonzoso episodio no volviera a ocurrir. Jazmín le prometió que hablaría con su hija para que esto no ocurra nunca más.

«No hace falta —Aseguró Brenda—. Ya hablé con ella, me prometió que no lo haría nunca más. Fiorella es una buena chica, creo que se dejó llevar por las malas influencias. Pero ya aprendió la lección».

Para Jazmín fue un alivio escuchar esto. Se sintió una mala madre, pero no quería hablar con Fiorella sobre esta situación. Ni siquiera quería pensar que su querida hija había tenido la verga de dos hombres en la boca.

Sin embargo su curiosidad pudo más. Unos días después de esta reunión vio que su hija se había quedado dormida con el celular entre los pechos. Estaba desnuda y todo (incluyendo la mancha de humedad en la sábana) indicaba que se había estado masturbando. ¡Y con la puerta abierta! Qué irresponsable. Su padre podría haberla visto. Por suerte fue ella la que notó la situación.

Agarró el celular de su hija y descubrió que estaba desbloqueado. Allí se encontró con una impactante foto. Fiorella con la cara cubierta de semen, muy sonriente. ¡Eran las fotos de ese episodio en el instituto! Sin dudarlo Jazmín se pasó todas las fotos al celular a través de un mensaje, que luego borró para no dejar huellas. Dejó el celular de Fiore sobre la mesita de luz y cerró la puerta.

Ya estando sola en su propia habitación analizó las fotos detenidamente. Se le subió el corazón a la garganta cuando vio a su hija, en tetas, con una buena verga metida en la boca. Estaba de semi perfil, mirando a la cámara con total tranquilidad, como si esa acción fuera parte de su rutina diaria.

Esa misma noche concretó otra reunión con Brenda Ramallo. La profesora no sospechó que se trataría de una indagatoria.

«Estuve revisando el celular de mi hija… sí, sé que eso no está bien; pero es mi hija. Me preocupo por ella. Vi las fotos de aquel episodio en el baño de hombres. Hay algo que no encaja. ¿Quién es esta mujer?»

Le mostró la foto en cuestión y notó como Brenda Ramallo se ponía colorada.

«¿Es usted, verdad? No me mienta, porque lo único que tengo que hacer es preguntarle a mi hija. Ella me va a decir toda la verdad. ¿Qué carajo es esto?»

Brenda Ramallo se disculpó, Jazmín pensó que se pondría de rodillas para suplicar perdón. No le había contado la historia tal y como había ocurrido para evitar detalles vergonzosos, pero sí… si insiste le cuento cómo fue en realidad.

«Para empezar, no ocurrió en el baño de hombres, sino en los vestuarios del gimnasio. Siento mucho haberle mentido. No lo hice por maldad, lo que ocurrió realmente me da mucha vergüenza y supuse que era mejor que usted no supiera todos los detalles. Yo estaba bañándome porque había pasado una hora ejercitándome en el gimnasio, las profesoras también tenemos derecho a usarlo. Al terminar de bañarme escuché ruidos extraños, me dio la impresión de que estaban agrediendo a alguien, por eso salí de la ducha sin taparme. Ahí vi a Fiorella de rodillas… pero no, nadie la estaba obligando a hacer nada. Ella se reía a carcajadas y desafiaba a los chicos a meterle la verga en la boca. Ellos lo hicieron, obviamente. Intenté detener a Fiore, y eso solo empeoró la situación. Cuando vio que yo estaba desnuda, instó a los chicos a propasarse conmigo. Ellos me sujetaron, me acercaron a ella y… Fiorella… bueno, yo se lo digo: empezó a chuparme la concha».

Jazmín entendió por qué era mejor quedarse con la primera versión. Ahora debía convivir con la idea de que a su hija le gusta chupar conchas. Y sí que se la chupó. Brenda Ramallo fue muy específica con este detalle. Se la estuvo chupando por un largo rato, hasta que uno de los chicos la agarró por detrás y le metió la verga.

«Fiore les pedía que me dieran duro. Estaba… descontrolada. Sí, como si estuviera drogada. No quiero insinuar que su hija consume…»

A Jazmín le resultó ofensivo que la profesora insinuara que su hija estaba bajo la influencia de alguna droga; pero eso ya no le parecía tan descabellado. En retrospectiva lo más probable era que Fiorella hubiera consumido alguna de las pastillas que le dio su amante dealer. Jazmín no sabía cómo procesar esto. ¿Las drogas justificaban el mal comportamiento de su hija… o lo hacían todavía peor?

La pobre Brenda Ramallo estaba roja de la vergüenza mientras le contaba como uno de esos chicos se la cogió… muy duro, sin piedad. Le dio sin parar mientras Fiorella le lamía el clítoris.

«Intenté soltarme, pero fue imposible. Los chicos tenían mucha fuerza… y estaban decididos a hacerlo, en especial porque Fiorella los alentaba sin parar. Para ella parecía un simple juego. Yo solo quería irme de ahí. Aunque… ¿cómo explico esto? Jazmín, ¿puedo ser sincera con usted? ¿Me promete que no me va a juzgar? —Jazmín se lo prometió—. Bueno, resulta que… empezó a gustarme. Llevaba tiempo sin acostarme con nadie, y mi cuerpo lo sabía. El chico… era un poco bruto, pero se movía bien. ¿Me entiende? Se movía muy bien… y Fiorella me lamía el clítoris. Cuando el otro chico me obligó a inclinarme hacia adelante, no me molestó que me metiera la verga en la boca… hasta lo acepté con ganas. Sí, no me juzgue… empecé a chupársela»

A partir de ese momento Jazmín y Brenda Ramallo comenzaron a entrar en confianza. Una conexión extraña se forjó entre ellas. Jazmín entendió que esa profesora tenía la necesidad de hablar de esto con alguien. Le prometió a Brenda que no se enfadaría con ella si le contaba la historia completa. Quería saber todo. Absolutamente todo. Sin importar lo obscenos que fueran los detalles. Brenda se sentó junto a ella y le contó todo mientras miraban las fotos que había sustraído del celular de su hija. Toda la secuencia comenzó a cobrar sentido.

Chupar dos pijas, comerle la concha a una profesora… e incitar a sus compañeros a que se la cojan. Nada de eso parecía propio de Fiorella. Ella sería incapaz de hacer algo así… debió ser por culpa de las drogas. ¿O no? ¿Y si su hija se hubiera convertido en una pervertida?

La rubia le dio un pequeño mordisco en los labios vaginales y eso la hizo volver a la realidad. Estaba a punto de gritarle a la chica que la dejara en paz, cuando Jorge Campera alzó la rubia en sus brazos y la despojó de casi toda su ropa. Ella colaboró con esta acción. Y ahí nomás, ante la desconcertada mirada de Jazmín, el tipo la levantó y le clavó la verga. La rubia chilló de felicidad, al parecer esta era su idea de cómo disfrutar un recital de rock. Esto fue notado por algunos de las personas más cercanas. Comenzaron a aplaudir y más de uno (y de una) aprovechó para manosear las tetas de la rubia. El descontrol se estaba apoderando de la noche.

Fiorella aprovechó que la rubia ya no estaba para meter los dedos en la concha de su madre. Este gesto sí fue bien entendido por Jazmín, miró a su hija y asintió con la cabeza, y susurró un “Gracias”. Fiore leyó sus labios y asintió. A pesar de ser poco ortodoxo, era el mejor método para que no le metieran la pija a su madre. A Fiore le resultó un tanto chocante hacerlo y más aún al descubrir lo mojada que estaba esa concha; pero no podía culparla. Después de las lamidas de la rubia, hasta ella se hubiera mojado.

Madre e hija comenzaron a masturbarse mutuamente. Quizás fue por la algarabía del momento o por estar viendo cómo se cogían a la rubia. Sus dedos se movieron fuera de control en un claro gesto masturbatorio. Se miraron una vez más a los ojos y desviaron rápido la mirada. Las dos sabían lo que estaba pasando; pero no querían hablar de ello. Aún así, no se detuvieron. Sus dedos se llenaron con flujos vaginales, y si una aceleraba el ritmo, la otra hacía lo mismo inconscientemente.

La rubia estaba pasando la gran noche de su vida. La ancha verga de Jorge Campera parecía que iba a destrozar esa apretada concha cubierta con unos vellos rubios prolijamente recortados. Sin embargo, la pendeja estaba aguantando más que bien… y hasta le resultaba divertido que hombres y mujeres le toquen las tetas. Jazmín entendió que si no le ponían un freno a esos pervertidos, ella y su hija podrían terminar igual que la rubia.

Esta chiquilla emputecida le pidió al tipo de la campera que la baje. Él le hizo caso, probablemente porque ya tenía los brazos cansados de alzarla en el aire, aunque fuera para clavarle la pija. La rubia aún no estaba satisfecha, había estado mirando a Fiorella y quería más. Se acercó a ella y la besó en la boca. Mientras sus lenguas se entrelazaban, Fiore miró de reojo a su madre. Tenía miedo de que ella sospechara que no era su primer beso lésbico. Sabía de la reunión entre su madre y la profesora Ramallo; pero Brenda le aseguró que se había ahorrado la mayoría de los detalles, para no pasar vergüenza. Solo le contó lo básico.

A Fiorella siempre le sorprendió que su madre no le hubiera puesto un castigo monumental por eso. De hecho, ni siquiera hablaron del tema. Y mejor así…

La rubia se arrodilló y luchó con los dedos de Jazmín hasta apartarlos. Luego le metió la lengua en la concha a Fiore. Ésta miró a su madre otra vez y le dijo «No es mi culpa». Jazmín asintió. Sabía que su hija no tenía la culpa, pero… ¿lo estaba disfrutando? ¿Para ella esta sería otra de sus locas aventuras sexuales? Pensar en eso irritó mucho a Jazmín.

Un pensamiento intrusivo la invadió: «¿Y si a Fiore le dieron por el culo?». Aún seguía obsesionada con esa idea, y más le molestaba que ella hubiera mentido. Porque estaba convencida de que había mentido, no sabía por qué… intuición de madre.

Mantuvo los dedos cerca de la vagina de su hija, cuando la rubia se centró en chupar el clítoris, Jazmín introdujo los dedos y los sacó bien humedecidos. Repitió esta acción tres veces. Fiorella no entendía qué carajo estaba haciendo su madre, hasta que… lo supo.

Un dedo se metió en su culo y el otro lo siguió rápidamente. Fiore se puso tensa. ¿Por qué carajo su madre le estaba metiendo los dedos por el culo?

«Lo sabía… lo tiene muy dilatado. ¡Lo sabía!». Jazmín era consciente de que minutos antes la guardia de seguridad había realizado una “revisión de cavidades” en el culo de su hija; pero también recordaba lo fácil que habían entrado los dedos en esa ocasión.

Pero no tuvo demasiado tiempo para pensar en esto. Obviamente esos dos rockeros que la tenían arrinconada no se quedarían quietos. Jorge Campera volvió a dirigirle la mano hacia su verga y ella comenzó a mastubarlo lentamente, distraída, sin saber muy bien por qué lo hacía. Lo que sí la puso en alerta fue el arrimón de Megadeth. El muy hijo de puta apuntó hacia su concha, directamente. Sintió cómo la vagina se le abría… y antes de que el glande pudiera entrar, ella se sacudió y evitó que pasara. Megadeth la sujetó de las tetas, para que no se moviera tanto, y volvió a intentar.

Otro que tampoco se quedaría quieto era Mr Zeppelin. Aprovechó que la mano de Jazmín ya no custodiaba la vagina de Fiore e intentó meterse por ahí. No pudo hacerlo porque la rubia la apartó. Al principio Fiore creyó que lo hacía por un gesto de solidaridad, que la estaba ayudando. Luego la rubia se metió la verga en la boca y entendió todo: La muy puta quería chupar las dos cosas, concha y pija. Todo le venía bien. Todo lo quería para ella.

Y Fiore ya se estaba sintiendo muy extraña, eran demasiados estímulos al mismo tiempo: las lamidas de la rubia, los roces de la verga… y los dedos de su madre.

«¿Por qué no los saca? ¿Qué carajo hace?»

Jazmín no los sacó porque estaba concentrada luchando con Megadeth. Él seguí intentando meter la pija y ella lograba salvarse por milímetros. En un par de ocasiones sintió el glande entrando y pensó que ya no podría hacer nada; pero aún le quedaba un poquito de espacio hacia adelante. Avanzó y movió la cintura, sacando así la verga de su agujero. Pero después de hacer esto dos veces, se quedó sin espacio. Después del show dado por la rubia, todos volvieron a centrarse en el escenario, y Jazmín chocó contra la espalda de un tipo grandote que no parecía dispuesto a moverse ni un milímetro. ¿Estaría ayudando a los otros tres? ¿Sería parte de una banda... o un club de amigotes? ¿Estaría la rubia con ellos? Jazmín no podía responder a estas preguntas, tenía problemas más grandes de los que preocuparse. Uno en especial, más grande… más duro… más erecto.

Esta vez logró encajarlo. Lo puso exactamente donde tenía que estar. Jazmín sintió cómo su concha se dilataba. Solo con esta sensación tuvo claro que esa verga era más grande que la de su marido. Cuando Néstor la penetraba, ella no sentía dolor alguno… en cambio ahora… un tirón agudo en el borde de sus labios internos le indicó que era irreversible. Ya no tenía forma de esquivarlo. Inconscientemente hundió más los dedos en el culo de su hija y apretó con fuerza la verga de Jorge Campera. Lo masturbó con énfasis, como si de verdad quisiera hacerlo; pero no era más que un acto reflejo, una forma de lidiar con la ansiedad que le estaba produciendo lo inevitable…

—Fiorella… escuchame… escuchá bien lo que voy a decir, Fiore… mirame… Fiore…

—¿Qué pasa, mamá?

—Me van a meter la pija —dijo, hablando al oído de su hija.

—¿Pero qué decís?

—Quiero que lo sepas… para que entiendas que no estoy buscando esto. Me van a meter la pija y no puedo evitarlo. ¿Entendés? No puedo hacer nada.

—Pero mamá…

—Fiorella, mirame bien —miró a su madre fijamente a los ojos—. Me están metiendo la verga… ahora mismo.

—¿Ahora?

—Sí, está entrando, ya no puedo hacer nada. Espero que tu padre jamás se entere de esto… pero, si llega a saberlo… quiero que vos sepas que yo no busqué est… ¡¡AHHHHH!!

Pasó todo al mismo tiempo. Jazmín abrió sus ojos como platos, al igual que la boca y Fiorella tuvo la certeza de que su madre había sido penetrada. No lo podía creer. Su querida madre. Una mujer bonita, sí… pero a la que nunca imaginó en contextos sexuales… estaba siendo penetrada aquí mismo, en un estadio lleno de gente.

Esta certeza tan potente se mezcló con otras sensaciones. Los dedos en su culo se movieron con brusquedad. Esa descarga de placer cruzó todo su cuerpo y fue acompañada por las intensas lamidas en su clítoris. La rubia no paró ni un instante, siguió chupando como si supiera que le aguardaba un gran premio. Los pezones de Fiore estaban tan duros que los sentía rozar contra la tela de su blusa. No pudo resistir todo este cúmulo de emociones. Era demasiado.

La concha le explotó. Un chorro de líquido transparente saltó contra la boca de la rubia. La muy putita lo recibió con emoción. Chupó más rápido mientras el orgasmo de Fiorella se avivaba, como las llamas en un incendio forestal.

El morbo se le fue por las nubes. ¡Le estaban metiendo la pija a su madre!

Recordó la letra de una vieja canción de Soda Stereo, una banda que su madre adora: «Sé que te excita pensar hasta dónde llegaré».

La cosa se puso mucho peor cuando, en otras fotos, vio dos grandes vergas dentro de la boca de Fiore, primero una y luego la otra. Ella tenía las tetas al descubierto y parecía muy feliz practicándole una gran mamada a sus compañeros. Todo parecía ser exactamente como lo narró la profesora Ramallo… hasta que llegó a una de las últimas fotos. Había algo extraño. Mostraba a Fiorella de rodillas en el piso, mirando a la cámara. Tenía semen en la cara y en las tetas. Dos vergas erectas, una a cada lado de su cara, y detrás… había una mujer desnuda. No se le podía ver la cara, solo se veía una concha completamente depilada. ¿Por qué había otra mujer allí? ¿O acaso era…?

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