
Madre e hija en un Recital [07]


Capítulo 07.
Vicio.
Ya cogían de puro vicio. El efecto de la pastilla se había apoderado de ellas. Jazmín estaba besando a su hija en la boca, mientras la agarraba fuerte de la nuca, como si no quisiera que se escape de ella. Los dos tipos que se habían sumado recientemente por fin tuvieron su oportunidad. Remera Roja eligió el culo de jazmín y el Sr. Barbudo no dejó pasar la oportunidad de disfrutar de esa rica pendeja de minifalda. Meterla fue tan fácil que se sorprendió. Y es que antes que él ya habían pasado dos vergas por ese culo. Las mujeres siguieron comiéndose la boca mutuamente como si no fueran conscientes del cambio de verga; pero sí lo fueron. Ambas sintieron un inmenso subidón de morbo al saber que ésta era la tercera pija que les metían por el culo en el transcurso de la noche.
Ya no debían preocuparse por las miradas de los demás, la mayoría de la gente ya estaba drogada o alcoholizada… y ellas ni siquiera eran las únicas mujeres teniendo sexo en ese descontrol. Por aquí y por allá había alguna a la que le estaban arrimando pija… o bien dos chicas poniéndose picaronas entre ellas.
En el escenario una preciosa y joven rubiecita con un diminuto short negro y una guitarra entretenía al público mostrando sus tetas. No tenía puesto nada que cubriera su torso, más que la cinta de la que colgaba su guitarra eléctrica. Acompañada de su banda, de puras mujeres, cantaba a viva voz: “Yo vivo en la otra calle… hago rock and roll… Es un vicio… vicio el rock and roll”. Jazmín sabía que había escuchado esa canción antes… varias veces; pero no podía recordar dónde.
Aún así se dejó llevar por la euforia del momento. Se inclinó para chupar la verga de sus amantes rockeros y Fiorella hizo lo mismo. Mientras chupaban y recibían penetraciones anales, cantaban la canción usando las vergas como micrófonos.
Jazmín sentía que nada podía salir mal. Seguramente era por esa maldita pastilla. Todo el pánico inicial y la paranoia de ser vista se había borrado por completo. Ahora bailaba mientras se quitaba toda la ropa y animaba a su hija a hacer lo mismo. Rápidamente las dos quedaron completamente desnudas. Algunas personas a su alrededor (hombres y mujeres) vitorearon al ver a estas dos bellas exhibicionistas. A Jazmín le alegró ver que no eran las únicas. La rubia que le había chupado la concha también estaba desnuda, sobre los hombros de un tipo alto. Agitaba los brazos y le mostraba las tetas a toda la gente en el recital.
—Hagamos eso —le dijo Jazmín a su hija.
—¿Y si nos ve papá?
—No creo que pueda vernos… y si nos ve… no me importa.
Le pidieron a sus amantes que las levanten en hombros. Megadeth y Mr. Zeppelin las alzaron y ellas comenzaron a corear las canciones, aunque no supieran la letra. La gente a su alrededor celebraba al poder verle las tetas a dos mujeres tan hermosas. Ellas se besaron en la boca, si alguien se daba cuenta de que eran madre e hija, no les importaría. A esta altura de la noche ya nada les importaba. Solo querían vivir a pleno la euforia del rock.
Pocas personas sospecharon que podrían ser una madre junto a su hija, otros pensaron que podría tratarse de hermanas, porque eran muy parecidas. Aunque hubo un detalle en el que todos repararon: tanto la cara como las tetas de ambas mujeres estaban salpicadas por abundante semen. Eso sí fue una locura, ni siquiera aquella loca rubiecita se había atrevido a tanto.
Jazmín y Fiorella se lamieron mutuamente el semen. Desde abajo Jorge Campera les sacó una foto (con el celu de Fiore) que mostraba a Jazmín pasándole la lengua a uno de los pezones enlechados de su hija. Luego hubo otra foto igual a esta, pero con Fiore lamiendo la teta de su madre.
Poco después pidieron que las bajaran, no por pudor, eso ya lo habían perdido; lo que buscaban era más pija y descontrol. Jazmín le pidió a Mr Zeppelin que levantara a su hija y la sentara sobre su verga. La penetración anal sacó un potente gemido de Fiorella, aunque nadie más que su madre lo pudo escuchar. Jazmín se arrodilló frente a ella y comenzó a chuparle la concha mientras Jorge Campera grababa esta erótica escena incestuosa con el celular.
Después de lamer el clítoris de Fiore durante unos segundos, Jazmín le pidió a Remera Roja que se acercara. Le chupó la pija, hasta que se la dejó bien dura, y luego se apartó mientras señalaba la concha de su hija. El tipo entendió a la perfección.
Fiorella agarró la mano de su madre, quería compartir con ella este bello momento. La verga del tipo de rojo la hizo delirar de placer. La doble penetración siempre le causó morbo y era algo que solo había experimentado un par de veces en su vida. Hacerlo junto a su madre en un entorno lleno de gente le resultó demencial… y sumamente erótico. No, erótico es una palabra demasiado suave. Esto era pornográfico.
—¿Te gusta, mi amor? —Le preguntó su madre al oído.
—¡Ay… sí… me encanta! ¡Quiero que vos hagas lo mismo, dale mamá… animate! Es hermoso que te claven dos pijas a la vez.
—Siempre quise saber qué se siente… pero por estar casada, nunca me animé a probarlo. No voy a dejar pasar esta oportunidad.
—¿Vos también fantaseaste con dos pijas a la vez?
—Obvio, mi amor… mil veces me hice la paja pensando en eso. Creo que es una fantasía que tenemos todas las mujeres… o al menos la mayoría. Aunque pocas se animan a hacerlo realidad. Yo quiero aprovechar mientras pueda.
El que la levantó en brazos y la penetró por el culo fue Megadeth. A Jazmín la excitaba de sobremanera la fuerza que ese hombre tenía en los brazos. La levantaba como si no pesara nada. Quería darle su número de teléfono para encontrarse con él en un hotel todos los fines de semana… y hacer un trío con este tipo de Brenda Ramallo. Uf… eso sería delicioso.
La verga entró como un misil. Directo hasta el fondo del orto. El Sr Barbudo se le acercó por delante y le clavó la pija en la concha antes de que ella la pidiera. Quería mentalizarse sobre lo que iba a hacer, reflexionar al menos unos instantes… pero la realidad no es como las fantasías. No tuvo tiempo, la verga se hundió en su concha tan rápido que por un momento no sabía si estaba gozando de la penetración anal o de la vaginal.
Le llevó unos segundos darse cuenta de que lo mágico del momento era que ambas sensaciones se juntaron para formar una gran ola de placer que recorrió todo su cuerpo. Fue una ola tan masiva que se le subió hasta la garganta y la despidió en forma de grito. Y después vino otro grito… y otro… Megadeth hizo saltar a Jazmín, ella se sacudió con las vergas entrando y saliendo de sus agujeros. Miró a su hija y se dio cuenta de que tenía la cara desfigurada en una mueca de placer. Seguramente ella tendría la misma cara. Volvieron a agarrarse de las manos y gozaron juntas.
A Jazmín le alegró que su hija se hubiera animado a coger con esos dos tipos en el baño. Fiorella no estaba cometiendo los mismos errores que ella, se animaba a probar nuevas experiencias. «Yo debí hacer lo mismo a su edad. No debí casarme tan joven»; pero por otro lado… si no se hubiera casado con Néstor, Fiorella no hubiera nacido… y no estarían juntas disfrutando de este morboso momento. Esto hacía que todo valiera la pena, incluso esas largas noches de paja y agua, donde su marido no tenía energías para atenderla como corresponde.
Jazmín nunca imaginó que le causaría un morbo tan grande ver a su hija siendo cogida por dos hombres a la vez. Toda esa actitud de “Quiero una hija puritana” se le había borrado por completo. Ahora (¿por culpa de la pastilla?) quería verla llena de pija. Quería verla rebotar una y otra vez sobre esa duras y anchas vergas… de la misma forma en que lo estaba haciendo ella. Podía escuchar los gritos de placer de Fiorella porque la tenía muy cerca. Estos gemidos a viva voz fueron contagiosos y Jazmín se le sumó en coro.
Hasta que la rubiecita en tetas no se bajó del escenario no dejaron de meterles la verga. Escucharon varias canciones mientras gozaban del desenfreno sexual. Cuando la gente comenzó a aplaudir, para despedir a la rubia, las bajaron. Las piernas les temblaban, tardaron unos segundos en poder mantenerse erguidas sin que nadie las sostenga.
—Uf… eso fue intenso, carajo… me gustó mucho —dijo Fiorella.
—¿Ya tuvieron suficiente? —Les preguntó Megadeth, con una sonrisa en los labios.
—No, ni de casualidad —afirmó Jazmín—. Esto no termina hasta que el recital termine… y todavía faltan algunas bandas.
Lo sabía porque ya estaba empezando a sonar otro grupo y porque aún no había tocado la banda principal.
—¿Y ahora qué hacemos? —Preguntó Fiorella, mientras pensaba en alguna diablura—. ¡Ya se! Podemos trasladar la fiesta a un lugar más privado —Jazmín miró a su hija con preocupación. Temió que quisiera invitar a esos tipos a su casa. Por nada del mundo los dejaría entrar… además Néstor no tardaría en volver. Sin embargo Fiorella tenía otra idea—. Nos hicieron una revisión en un cuartito al que se entra por un pasillo… hay una puerta metálica justo debajo de las tribunas. Podríamos ir ahí.
—Pero… hay guardias de seguridad —dijo Jazmín.
—No seas ilusa, mamá… ya entró toda la gente. ¿Por qué estarían ahí? Ahora mismo deben estar patrullando en la calle, para que no entren colados… o algo así.
Debía reconocer que su hija tenía razón. Era poco probable que se encontraran con los guardias otra vez. Jazmín hizo memoria: el cuarto era pequeño; pero más que suficiente para ella, Fiorella y sus… ¿cuántos amantes? ¡Cinco!
«¡Carajo! Estamos cogiendo con cinco tipos a la vez», esta idea hubiera aterrorizado a Jazmín en cualquier otra circunstancia. Volvió a culpar a la pastilla y al desenfreno del momento, porque de verdad quería que esos cinco tipos la siguieran cogiendo… y a su hija también. «Si… que la llenen de verga. Que se la metan por todos los agujeros. ¡Ay, carajo! ¿Qué me pasa?» Nunca antes había estado tan excitada en toda su vida. Quizás Fiorella ya había vivido una situación parecida, en el baño del instituto; pero para ella eran todas nuevas sensaciones. «Si mis amigas pudieran verme ahora mismo pensarían que soy la mujer más puta del mundo» Sin embargo… sus amigas no estaban acá, no podían verla y nunca se enterarían de esto. Y Néstor tampoco.
—Está bien, vamos a hacerlo.
———————
Jazmín y Fiorella comenzaron su peregrinación hacia la sala de guardia. Tres de sus rockeros amantes le abrían el camino, los otros dos les cubrían la espalda. Sin embargo esto no evitó que decenas de manos se posaran en sus cuerpos desnudos.
Los dos que iban atrás eran Jorge Campera y Megadeth, ellos llevaban todas las pertenencias de Jazmín y Fiorella. Las dos mujeres parecieron no darse cuenta de este detalle.
A veces debían detener su avance porque alguna mano encontraba un hueco en la multitud y un par de dedos curiosos se metían dentro de la concha de Fiorella o en la de Jazmín. Les apretaban los pechos y les pellizcaban los pezones. A veces debían quedarse quietas en un mismo lugar durante un minuto o dos porque los dedos en su concha no querían salir… y ella tampoco hacían nada para sacarlos. Si un hombre intentaba besarlas, esquivaban su boca girando la cabeza para el otro lado; pero no tenían problemas en agarrarle el bulto por encima del pantalón. En cambio si el beso venía de parte de una bonita chica, la aceptaban gustosas. Entrelazaban sus lenguas, tocaban y se dejaban tocar.
Fiorella se detuvo frente a su madre y Jazmín pudo ver que su hija se había inclinado para chuparle la verga a un tipo. En ese momento otro se acercó a Jazmín por la espalda, ya con la verga fuera del pantalón y le agarró las tetas. Jazmín frotó su espalda contra el pecho del hombre y permitió que le metiera la verga. Suspiró de placer al ser penetrada por un desconocido. Este sujeto era un flaco de rastas que debía tener la edad de su hija. Jazmín fantaseó con la idea de que se la estaba cogiendo uno de los compañeros de instituto de Fiorella. Uno de esos que ya se la habían cogido en el baño. El flaco se movía rápido y sus topetazos eran algo torpes, pero potentes. La verga se le introducía hasta el fondo de la concha y era de un tamaño apropiado. Ni muy grande, ni muy pequeña. Calzaba perfecto en su vagina.
Cuando Fiorella reanudó la marcha, a Jazmín no le quedó más alternativa que seguirla. No quería perder a su hija, mucho menos cuando ya estaban tan cerca de su destino.
—Es por acá, mamá —dijo Fiore, tomándola de la mano—. Veo la puerta del pasillo. Espero que podamos abrirla.
Jazmín también tenía la misma ilusión. La idea de llevar la fiesta sexual a un lugar más privado le encantaba. Quería que esos tipos la agarren a ella y a su hija y las llenaran de pija durante toda la noche.
Siguieron empujando a la gente hasta que por fin llegaron hasta la puerta metálica por la que habían ingresado al estadio.
Como era de esperar, no se abrió a la primera. Fiorella anunció que estaba cerrada, Mr. Zeppelin le pidió que se hiciera a un lado.
—Estas puertas siempre abren para adentro… por seguridad.
Jazmín pensó que tenía razón. Si la multitud llegaba a lanzarse contra esa puerta, ésta debería abrirse, para evitar que la gente se aplastara. Con la ayuda de sus amigos, Mr Zeppelin comenzó a darle topetazos a la puerta, cargando con su hombro. Después lo intentó otro y otro más, hasta que cuando llegó el turno del Sr Barbudo la puerta cedió. El pobre tipo casi se cae al piso cuando todo el pasillo apareció frente a él. Logró evitar la caída abriendo los brazos para sostenerse de las paredes. Los curiosos que habían observado todo volvieron la vista al frente, como diciendo: «Esto no nos incumbe. Es mejor no meterse».
Fiorella lideró la marcha, dando saltitos de felicidad. «La muy puta se muere de ganas de que la cojan», pensó su madre.
Llegaron a la puerta indicada, ésta se abrió sin ningún problema. Al asomarse dentro se encontraron con dos personas. Era un morocho de rulos que parecía bastante enojado, y un flaquito de barba y pelo largo que marcaba el ritmo de la canción moviendo la cabeza y los pies. Ambos estaban sentados en un banco contra la pared de la derecha y tenían las manos esposadas a la espalda. El morocho de rulos se quedó mirando boquiabierto a los recién llegados, en especial a las dos mujeres desnudas.
El flaco de pelo largo tardó unos segundos en darse cuenta de que había gente, tarareaba una canción y se detuvo en seco al ver la concha de Fiorella. Subió la vista y la fijó en esas tetas perfectas. Luego miró a la mamá fitness al lado de la pendeja.
—Ah bue… ¿se rompió el cielo y se escaparon los angelitos?
A Jazmín le resultó simpático este comentario. El flaco de pelo largo parecía estar más drogado que ellas.
—Lo siento mucho, chicos —dijo Fiore—. No queremos molestarlos. Hagan de cuenta que no estamos.
La que hizo de cuenta que no estaban fue ella. Se arrodilló frente al Remera Roja y comenzó a chuparle la pija.
—¡Hey! ¿Por acá regalan petes y nadie me avisó? —dijo el el flaco de las esposas. Nadie le respondió.
Jazmín también se puso de rodillas y, redoblando la apuesta de su hija, empezó a chupársela a Megadeth y el Sr Barbudo. Los otros dos esperaron pacientemente su turno, y cerraron la puerta detrás de ellos.
El morocho de rulos no abrió la boca más que para quedarse pasmado mientras esas dos preciosas mujeres le practicaban sexo oral a los rockeros más afortunados del mundo.
—Hey, loco… ¿ustedes son de una banda muy grossa? —Preguntó el flaco—. Sino no me explico cómo consiguieron estos dos bombones.
—Yo tampoco me lo explico —le respondió Mr Zeppelin—. Las dos están muy drogadas.
—Ya somos tres —dijo el flaco—. ¿Tienen algo para tomar? Me refiero a…
—No, flaco… no tenemos nada. De verdad.
—Mirá en la gaveta esa —dijo Fiorella, mientras sacaba la verga de Jorge Campera del pantalón—. A mí me sacaron una bolsita con pastillas al entrar… y creo que las pusieron ahí adentro.
—Uy, sería re zarpado encontrar esa bolsita… —dijo el flaco. Miró la gaveta metálica como si fuera el cofre de un tesoro pirata.
La gaveta se abrió al segundo tirón, Mr Zeppelin se quedó con la puerta en la mano, probablemente porque se trataba de un mueble viejo y enclenque; pero esa demostración de fuerza hizo que la concha de Jazmín chorreara como una canilla rota. Ella se acercó a la mesa y apoyó las tetas sobre ella. El Sr Barbudo y Remera Roja se disputaron el turno, intercambiaron codazos mientras Jazmín esperaba abriéndose las nalgas con las manos. Al final se impuso el barbudo, apuntó su verga erecta hacia la concha y justo antes de que la metiera Jazmín le dijo:
—Por el orto… dame por el orto.
Los dos hombres esposados la miraron con la mandíbula desencajada. En sus años siguiendo bandas de rock a lo largo y ancho del país se encontraron con muchas situaciones extrañas… y también con mujeres muy predispuestas al sexo. Pero nunca habían visto dos ninfas en celo, como Jazmín y Fiorella, que parecían dispuestas a dejarse coger por todos a la vez.
Jazmín gimió de placer cuando la verga de su amante ocasional entró en su culo. El tipo empezó a darle duro, sin piedad. Fiorella también quiso el mismo tratamiento que su madre, se puso junto a ella y se abrió las nalgas. Esta vez Remera Roja aprovechó la ocasión antes de que alguien le quitara el puesto.
—¡La encontré! —Gritó Mr. Zeppelin justo al mismo tiempo en que Fiorella era penetrada analmente. Mostró a todos la bolsita con pastillas que tenía en su mano.
—¡Hey! ¡Eso se comparte! ¡Eso se comparte! —chilló el flaco.
—Tranquilo que hay suficiente para todos —aseguró Mr. Zeppelin.
Empezó a repartir las pastillas entre sus amigos, al estar parado al borde de la mesa, Jazmín y Fiorella aprovecharon para chuparle la pija. Megadeth puso una pastilla dentro de la boca del flaco y otra fue para el morocho de rulos. Ambos agradecieron el gesto. El único que no quiso tomar nada fue Remera Roja.
—No necesito empastillarme para pasarla bien.
—Hacés bien… hacés bien —le dijo Mr. Zeppelin mientras se mandaba una pastilla a la boca.
—Disfrutenlas —dijo Jazmín—. A mi hija le rompieron el orto a cambio de esas pastillas.
—¿De verdad? —Preguntó el flaco, con los ojos abiertos y las pupilas dilatadas.
—Sí, de verdad —respondió Fiore—. No tenía plata para pagarlas, así que… entregué el orto. Uf… uy… sí… y no me arrepiento de nada. Me gustó hacerlo… y lo volvería a hacer.
Jazmín tuvo otro repentino subidón de morbo. Algo que para cualquier madre sería un horror, a ella la excitaba muchísimo. Le calentaba saber que su hija se había prostituido a cambio de drogas. Era demencial, sí… ¡Y su propia hija! pero por alguna extraña razón eso lo hacía aún más morboso y excitante. Le echó la culpa a la pastilla… aunque ya no sabía si podía seguir cargándole esas responsabilidades. Quizás era hora de admitir que había algo mal en su cabeza. Porque solo una mujer que está muy mal de la cabeza se puede calentar al ver a su hija entregándole el orto a un montón de desconocidos.
—Quiero otra pastilla —dijo, para sacarse todos estos pensamientos incómodos de la cabeza.
—Mmm… bueno, una más y basta —le dijo Mr Zeppelin—. Con esto no hay que joder.
El y Megadeth agarraron una pastilla cada uno. Zeppelin la colocó en la lengua de Fiore y Megadeth hizo lo mismo en la boca de Jazmín. Las dos quedaron con la lengua afuera, y sus cuerpos se sacudían con las duras embestidas que estaban recibiendo por detrás. Les metieron la verga en la boca al mismo tiempo y, mientras la chupaban, tragaron las pastillas.
Sintieron el efecto en pocos segundos. Los pensamientos intrusivos de Jazmín parecieron diluirse en una catarata de morbo. «Sí… me encanta que a esta puta la llenen de pija. Le voy a pedir que vuelva a entregarle el orto al dealer… y que lo grabe. Quiero ver cómo le dan pija a cambio de drogas. Quiero volver a tomar estas pastillas… quiero que mi hija sea puta… y yo voy a ser puta junto a ella».
Esta vez no se sintió culpable por pensar así. Lo disfrutó. Una vez más la invadió esa sensación de “Todo es perfecto y nada puede salir mal”.
Fiore se sentía de la misma manera. A ella también le daba un morbo descomunal ver a su madre convirtiéndose en el juguete sexual de todos esos rockeros. Estaba cumpliendo una de sus más locas fantasías eróticas: tener sexo junto a su madre. Y tener sexo con ella, sí… porque la fantasía del incesto se hizo presente desde el día en que le chupó la concha a Brenda Ramallo. Ese mismo día, al llegar a su casa, sorprendió a Jazmín haciéndose una paja en su cuarto. Sí, en el cuarto de Fiorella. Nunca entendió por qué su mamá eligió este sitio, quizás fue porque estaba sola en la casa y cualquier cama le daba lo mismo; pero ahí la vio, con las piernas bien abiertas y la concha mojada. Los dedos entraban y salían y ella se retorcía de placer. Fiore espió todo el proceso sin hacer ruido, hasta que su madre acabó en un potente chorro que salpicó las sábanas. Más tarde se masturbaría oliendo esas sábanas, inundando sus fosas nasales con el aroma sexual de su propia madre.
Desde ese momento la idea de chuparle la concha se hizo cada vez más potente. Ya lo había realidad… y ahora tenía ganas de hacerlo otra vez.
Para poder hacer esto sin dejar de meterle pija a las dos, a los rockeros se les ocurrió apartar la mesa de la pared en la que estaba apoyada y llevarla al centro de la pequeña habitación. Fiorella se acostó sobre la mesa, mirando al techo, y Jazmín se posicionó sobre ella para formar un perfecto 69 lésbico.
A los dos tipos esposados se les paró la pija al ver cómo una madre y una hija se comían las conchas mutuamente como si hubieran sido amantes durante años.
—Loco, soltame… yo también quiero participar —le dijo el flaco a Megadeth.
—Disculpá, pibe… no tengo las llaves.
—En la gaveta no había ninguna llave —acotó Mr. Zeppelin—. Y las esposas pasan por atrás de ese caño. Imposible salir. Van a tener que esperar a que vuelva el guardia.
—Ese ortiva hijo de puta… me esposó porque estaba fumando un porro. ¡Nada más!
—Vos tenés cara de haber consumido más que un porro —le dijo Megadeth.
—Sí, pero eso el guardia nunca lo vio… y no encontró nada en mis bolsillos. Solo tenía el encendedor.
—¿Y éste por qué cayó? —Preguntó Megadeth, señalando al morocho de rulos.
—Porque le tocó el culo a la guardia de seguridad —el flaco soltó una carcajada—. No lo culpo, tiene tremendo ojete la flaca.
Jazmín estuvo tentada a decirle que ella le había chupado la concha a la guardia. No dijo nada porque pensó que no le creerían… además tenía la lengua ocupada con el clítoris de Fiorella. Su hija estaba muy mojada. Quería disfrutar de esos jugos sexuales todo lo que pudiera. Fiore también se prendió con intensidad a su concha y no le molestó cuando Jorge Campera se acercó y le clavó la verga en la boca. Le dio un buen chupón y después esa pija se perdió dentro del culo de Jazmín.
Del otro lado esta escena se repitió, pero con la verga de Megadeth. Jazmín le dio una buena chupada antes de que terminara dentro del dilatado culo de su hija. Jazmín estaba tan caliente que solo podía arrepentirse de no haber probado antes el incesto. «Por culpa de esos putos prejuicios me estaba perdiendo estas sensaciones tan maravillosas». Le dio un fuerte chupón al clítoris de Fiore, tal y como aprendió con su amante, Brenda Ramallo.
Sexo lésbico, incesto y sexo grupal. Todas fantasías que llevaban meses (o años) latiendo con fuerza dentro de Jazmín… y ahora todo eso era una realidad. Y era mucho más excitante de lo que había imaginado. Y no debía olvidar la frutilla del postre: la infidelidad.
«Que se vaya a la mierda Néstor… me encanta hacerlo cornudo». Había cierto rencor en esas palabras, porque se acordó de todas las veces que su marido no fue capaz de satisfacerla en la cama. «Se merece los cuernos… se los merece».
Los rockeros fueron pasando por turnos. Tenían total libertad, podían meterles la pija en la boca que ellas la chuparían gustosas; podían meterla en la concha y gozar de lo húmeda que las tenían; o bien podían meterla por el culo, que ya no había ninguna resistencia. Lo tenían tan abierto que las vergas entraban sin problemas.
Los orgasmos se hicieron presentes en más de una ocasión, los jugos sexuales de Fiorella saltaron contra la cara de su madre, y Fiore también recibió en su cara los de Jazmín.
La estaban pasando de maravilla, cuando la puerta se abrió. Era Mónica, la guardia de seguridad. Al ver toda esa gente dentro del cuarto se asustó, porque no entendía qué estaba ocurriendo. Miró la escena con los ojos muy abiertos y de a poco fue comprendiendo la situación. Había cinco tipos con la verga erecta fuera del pantalón y dos mujeres desnudas, cubiertas de semen y sudor, lamiéndose las conchas arriba de la mesa. Cuando Fiorella giró la cabeza hacia ella, la reconoció de inmediato. Y nunca imaginó que la otra mujer pudiera ser la madre de esta pendeja… ¡pero así era! Jazmín parecía no haberse dado cuenta de la irrupción, ella seguía chupando los labios vaginales de su hija con el mismo fervor de siempre. Solo reaccionó cuando la guardia de seguridad habló.
—¿Me pueden explicar qué carajo está pasando acá?
—Uy, sonamos —dijo el flaquito—. Cayó la yuta. Ahora sí que vamos todos en cana.

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