Mi Vecino Superdotado [25]
Capítulo 25.
Contrato Nupcial.
Renzo pasó una noche espantosa. No fue capaz de pegar un ojo. Se mantuvo jugando con la computadora solo para tener algo que hacer. El peor momento fue cuando entró, por enésima vez al cuarto de Silvana, y ella le dijo:
—Amor, ¿podés grabar algo con mi celu? Es que se me ocurrió que Osvaldo se podría llevar un lindo recuerdo.
Ella estaba en cuatro patas, recibiendo la venosa verga del silencioso portero en toda la concha. Renzo no sabría decir por qué accedió, quizás por ingenuidad. Quería que esa pesadilla se termine lo más rápido posible y supuso que la filmación sería lo último. Tomó el teléfono y comenzó a filmar. Dentro de su pecho ardía un infierno que latía con cada penetración que recibía Silvana. Una tras otra, como un martillo hidráulico taladrando el asfalto. Sintió una fuerte opresión al ver en la pantalla del celular cómo Osvaldo cambiaba de agujero su verga, volviéndose a meterse por el culo. Entró con la misma facilidad que lo haría en un video porno profesional, y eso era exactamente lo que parecía Silvana. Su magnífico cuerpo todo sudado brillaba bajo la luz de la habitación. Ella gemía y gozaba a pleno, pedía más y Osvaldo se lo daba. Silvana también acompañó con el movimiento de sus caderas. Esto fue como un cachetazo a la autoestima de Renzo. Con él nunca se movía de esa manera.
Silvana adoptó varias posiciones, algunas con las tetas apuntando al techo, otras montando a Osvaldo. Solo le dio respiro a su culo y a su concha cuando se la chupó. Y Renzo estaba ahí, junto a la cama, con el celular en mano, grabando como su novia se tragaba el semen de otro hombre.
Pero esto era lo último. Después de este horroroso momento, él y Silvana podrían charlar como adultos. Aún pueden reconstruir la pareja, fortalecer el vínculo y seguir adelante, dejando todo lo malo en el pasado. Borrón y cuenta nueva.
Tuvieron esa charla en la tarde del día siguiente al altercado del ascensor, cuando Silvana se despertó. Ella se dio una ducha, invitó a Renzo a compartirla pero él dijo que no. Aún podía recordar el momento de ira que pasó en ese baño y solo sirvió para que su relación con Silvana se dañara aún más.
Él le habló desde la puerta. Le aseguró que entendía que quizás había sido demasiado estricto y cerrado en su forma de pensar, que a veces es poco atento, que la descuida por ponerse a jugar League of Legends; pero más allá de todo eso, siempre intentó hacer las cosas bien. En cambio ella…
—Fuiste cruel, Silvana.
—Lo sé, y te pido perdón —se puso abundante shampoo en el cabello, para quitar los restos de semen—. Quizás puedas entender lo que me pasa. Vos me descuidás porque no podés soltar ese maldito juego. Es decir: sos adicto. Yo… ya te expliqué, con las fotos… soy adicta al sexo. Y últimamente me cuesta más resistirme. Pero… em… podías ver lo que pasó con Osvaldo como una despedida. Quiero dejar esa vida atrás. No quiero lastimarte más.
—¿Ya no vas a tener sexo con hombres?
—Hoy fue mi último día de “soltera”.
—Muy bien. Solo quiero que me prometas que de ahora en adelante vas a ser completamente sincera.
—¿Aunque diga algo que te moleste?
—Sí, prefiero saber exactamente lo que pensás, antes que no saberlo.
—Muy bien. Te prometo que a partir de mañana vas a ver una nueva Silvana.
Fueron a la cama e hicieron el amor. A Silvana le resultó curioso que Renzo se refiriera al acto como “hacer el amor”. Ella llevaba tiempo sin hacer eso, porque lo que hizo con Osvaldo, Malik y el resto de sus “machos” no tuvo nada que ver con el amor. Fue sexo. Puro sexo y nada más. Hacerlo con Renzo era diferente. Silvana recordó una frase que dijo su padre cuando se divorció de su madre y consiguió una nueva novia: «Es como participar en una carrera con un Fiat 600 después de competir en la Fórmula 1». Cuando eso ocurrió Silvana tenía unos dieciocho años y aún era algo ingenua (aunque no por mucho tiempo). Pensó que su padre hacía referencia al aspecto físico de su nueva novia que distaba mucho de ser la “hermosa hembra” que era su madre. Pero con el tiempo entendió. A Silvana le dio cierto orgullo (y un poco de pudor) entender que su madre era muy buena en la cama. Sabía cómo moverse. En ese entonces creyó que su padre estaba siendo muy duro con su nueva novia. Y ahora ella estaba en la cama manejando un Fiat 600 minutos después de haber tenido un Fórmula 1 dándole duro por el culo.
Renzo ni siquiera quiso metérsela por detrás, a pesar de que ella le dijo: «Pero dale, metela… va a entrar muy fácil. Osvaldo me dejó el orto re abierto. Si me banqué toda la noche semejante poronga, la tuya no me va a doler nada».
No tenía intenciones de que suene como una burla hacia el tamaño de su miembro, aunque notó que Renzo lo entendió de esa manera. Tuvo que aclararle una vez más que a ella no le calentaban las vergas grandes.
—Anoche dijiste que sí, en más de una ocasión.
—Ah, bueno… emm…
Silvana recurrió de forma automática a esa excusa, ni siquiera se dio cuenta de que ya le había confesado a Renzo el enorme placer que siente con las pijas grandes.
—Me prometiste que ibas a ser totalmente sincera.
—Tenés razón, amor. No me tomes por mentirosa. Sí, lo admito. Me caliento mucho más con una pija bien gorda y venosa, como la de Osvaldo. Solo intentaba hacerte sentir bien. Vos sos mil veces más lindo que Osvaldo. Eso nadie lo puede negar. —Lo besó en la boca cariñosamente—. No me importa de qué tamaño tengas la verga, yo te amo mucho. Y eso es lo más importante. Sos la persona que me hace poner los pies en la tierra. No siento por ningún hombre lo mismo que siento por vos. No quiero perderte. Y me gusta esto de ser sincera. Es liberador.
Ya habiendo hecho las paces, Silvana le contó sobre la pelea que tuvieron las reposteras, solo para tener un tema de conversación. Incluso se animó a contarle los jueguitos lésbicos en los que participó con ellas.
—Y no me trates de infiel por chupar una concha. Vos no tenés concha. Esto es algo que solamente puedo hacer con una mujer. Y es solo sexo. Miralo como una actividad recreativa. Porque las mujeres van a seguir siendo parte de mi vida. Si un día te digo que quiero invitar a Paulina a coger a casa, es porque lo voy a hacer. Eso es innegociable, Renzo. Si te jode mucho, mejor no sigamos adelante con nuestra relación.
Renzo suspiró y agachó la cabeza.
—Está bien, siempre y cuando sea solo con mujeres… y que sea solo sexo.
—No me voy a enamorar de una mujer; pero me calienta comerles la concha. Si quiero que mi vida funcione en cierto equilibrio, voy a necesitar sexo lésbico de vez en cuando. Además… tomalo como algo positivo. Soy adicta al sexo. Lo admito. Eso va a ser un problema en nuestra relación. Pero si una mujer me satisface sexualmente, no voy a buscar a otro hombre.
—Está bien —dijo, resignado. Sabía que si no aceptaba esa condición perdería a Silvana para siempre. Aunque no le gustara, prefería compartirla con mujeres antes que con hombres—. Si esto te ayuda a superar tu adicción al sexo, entonces acepto.
—Gracias, Renzo —le dio un fuerte abrazo—. Y cuando me acueste con una chica, te lo voy a contar. Me encanta compartir esas cosas con vos.
Le resultó excitante solo imaginarlo. Ya no tenía por qué esconderse si se acostaba con una mujer.
Siguió contándole de Rocío y Karina. A Silvana le gustó poder chismear sobre problemas de pareja que no eran los suyos. Como si al hacerlo dijera: «Mirá, amor, no estamos tan mal. Ellas están peor».
—Me sorprende la reacción de Rocío —dijo Renzo—. Como que se enojó mucho.
—Mirá quién habla… vos me rompiste la ducha en un ataque de furia.
—Eso fue en un momento de locura. Pero después intenté arreglar las cosas con vos. En cambio Rocío… no sé, es raro. Ellas te sumaron a varios jueguitos sexuales, mostrándote que tenían una relación abierta… y cuando aparece Malik, Rocío reacciona muy mal y decide poner fin a su matrimonio.
—Bueno, hay gente que es poco tolerante con la infidelidad. Además ellas tenían la regla de no incluir hombres.
—Es igual, Silvana. Estamos hablando de un matrimonio ¿entendés? Ellas están casadas. Si se aman, al menos deberían charlarlo. Lo que me parece más raro es que Rocío ni siquiera le de la oportunidad a Karina de aclarar todo. Dice que el matrimonio se terminó y chau. Me parece demasiado para dos mujeres que tienen una relación abierta, sea Malik un hombre o no.
—¿Sabés qué, Renzo? No lo había pensado así. Creo que tenés razón… puede que Rocío haya exagerado, pero… ¿por qué?
Barajó varias ideas, ninguna parecía encajar, hasta que llegó a una conclusión muy simple. De golpe se sentó en la cama con la espalda muy recta.
—¡Qué hija de puta!
—¿Qué pasa, amor?
—Tengo que hablar con Rocío. Urgente. Em… ¿podrías ir a la casa de alguno de tus amigos por un rato? Necesito el departamento vacío.
—¿Querés que Karina y Rocío charlen acá?
—Sí… algo así.
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—Ya te dije, Silvana… no quiero hablar con Karina.
—Hoy no vas a hablar con ella. Quiero que hables conmigo. Me gustaría entender cómo te sentís.
A Silvana le costó veinte minutos de súplicas por teléfono convencer a Rocío de que fuera a su departamento. En lugar de invitarla a sentarse en el living, la hizo pasar a la pieza.
—Mejor acá, por si vuelve mi novio. No quiero que nos interrumpa.
A Rocío le dio igual. Se sentó en el borde de la cama mientras Silvana se sentaba sobre una de las almohadas. Tenía puesta una minifalda blanca muy corta y al abrir las piernas se le vio toda la concha. Se alegró de que a la rubia se le desviara la mirada hacia su entrepierna. Rocío también estaba radiante, con un sencillo vestido de verano muy escotado. A ella se le vio la tanga blanca al sentarse.
—¿Pudiste charlar con alguien sobre lo que pasó? —Preguntó Silvana.
—No, con nadie.
—¿Ves? Por eso quería hablar con vos. Todos necesitamos alguien con quien conversar. Te pido disculpas por lo que hice, sé que igual me vas a seguir odiando…
—Yo no te odio. Vos no sos la culpable. Karina hizo…
—Hizo lo que yo le pedí.
—No, ella vino a verte sin que se lo pidieras.
—Bueno, eso es cierto; pero…
—Y sé que tuvo sexo con vos, también sin que se lo pidieras. Esa parte no me molesta. Teníamos permitido acostarnos con otras mujeres; pero…
—¿De verdad te molesta tanto que se haya acostado con Malik?
—Claro.
—No te creo.
—¿Me estás tratando de mentirosa?
—Sí. Creo que sos una mentirosa. —Rocío frunció el ceño y se puso a la defensiva—. Y lo sé porque yo también miento mucho. A Renzo le conté mil mentiras. Pobrecito, le puse unos cuernos tan grandes que podrían arañar el techo. Por eso sé reconocer una mentirosa cuando la veo.
—No vine acá para que me maltrates…
—Viniste porque te sentís culpable —Silvana supo que acertó al ver la forma en que la rubia apretaba los labios. La tenía donde quería. Ahora debía ser directa, contundente—. ¿Sabés qué pienso? Que lo de Malik no fue más que una excusa. Vos querías cortar con Karina.
—Estás muy equivocada, Silvana. Yo amo a Karina. Ella me rompió el corazón.
—La amás, eso si es cierto. Pero también tenés miedo… del compromiso, de las responsabilidades, del trabajo que comparten juntas, no sé… mil cosas. Puede que hasta tengas miedo de que ella te pida adoptar un hijo o algo así. No estoy casada, pero sé que la vida en pareja a veces da miedo. Vas a pasar el resto de tu vida con una misma persona y… uf… eso a veces puede dar un poco de vértigo. Te lo digo por experiencia. —Hora de hacer las paces. Silvana acarició la mano izquierda de Rocío—. Entiendo cómo te sentís. No creo que seas mala persona, solo que el miedo a veces nos hace cometer estupideces… como engañar a tu pareja con el portero del edificio.
—Qué específica.
—Es solo un ejemplo. —Se aceró más y la abrazó fuerte. Los dos pares de tetas se apretujaron en el medio. Esto tomó por sorpresa a Rocío, no se esperaba tal muestra de afecto—. Sos una chica linda, joven, divertida… quizás tuviste dudas. A todos nos pasa alguna vez en la vida. Nadie te puede culpar por eso.
Le dijo esta última frase mirándola fijamente a los ojos. Rocío se encontró con esa mirada de gata en celo, el corazón empezó a bombearle con fuerza y no pudo resistir los encantos de Silvana. La besó en la boca y la rodeó con sus brazos.
No pasaron ni diez minutos que las dos ya estaban completamente desnudas haciendo una buena tijereta lésbica en la cama. Rocío se quedó debajo, la que guiaba todo el movimiento era Silvana. El roce entre ambas vaginas era húmedo y constante.
—Uf… te movés muy bien… para ser hétero —dijo Rocío.
—Solo estoy siguiendo mi instinto. Además… estuve practicando un poco con mujeres, y no me refiero solo a Karina.
—Mmmm… interesante. ¿Será que despertamos una fibra lésbica en vos?
—Una fibra lésbica que llevaba tiempo dormida.
—Hola, Silvana… ¿ya estás lista para…? Uy, perdón… no sabía que tenías compañía.
Rocío se sobresaltó al ver al senegalés de pie en el balcón, con su anaconda al desnudo colgando entre las piernas.
—Ay, perdón Malik —se disculpó Silvana—. Me olvidé de decirte que hoy no puedo. Por favor, Rocío, no le cuentes nada de esto a mi novio. Él no sabe que Malik y yo… bueno, en realidad sí lo sabe; pero cree que se terminó.
—Está bien, no tengo nada en contra de ustedes. Quédense tranquilos, no le voy a contar nada.
—Muchas gracias. Estoy intentando arreglar las cosas con Renzo y esto lo devastaría.
—No entiendo por qué ese chico no te dejó…
—Porque me ama, y cuando las parejas se aman mucho, intentan solucionar estos problemas.
—¿Me estás dando un sermón?
—Puede ser… no soy el mejor ejemplo para nadie y Renzo puede ser muy boludo; pero al menos hablamos de nuestros problemas. No huimos de ellos. No quiero discutir con vos, Rocío, así que dejemos esto de lado. La estamos pasando bien.
—Lo mismo digo.
—Emmm… ¿te molestaría si Malik y yo…? O sea, él con vos no haría nada. Pero ya que está acá pensaba que…
—Mientras se concentre en vos, no me molesta. Incluso… hasta me daría morbo ver como te mete todo eso.
—¿Ah, si? Pensé que no te gustaba el sexo entre un hombre y una mujer.
—Nunca dije eso. Me molestó que Karina rompiera nuestro acuerdo; pero me calienta ver a una linda chica recibiendo una buena verga.
—Escuchaste, Malik… podés entrar.
Silvana dejó su retaguardia en uno de los laterales de la cama. Se puso en cuatro y aguardó por en el senegalés. Mientras él la penetraba lentamente, ella le chupaba la concha a Rocío.
Malik empezó a coger con Silvana como si lo hubieran hecho cientos de veces antes. Pronto la rubia descubrió que desde esa posición no podía ver nada. Se estaba perdiendo el gran espectáculo. Pidió que cambiaran de lugares, ella quería ver cómo la pija del negro se hundía en la concha de Silvana.
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Renzo asomó su cabeza dentro de la habitación para encontrarse con Rocío abajo de su novia, mientras las dos se comían la concha mutuamente. Malik estaba metiendo toda su verga en la concha de Silvana, lo hacía lentamente pero a ritmo constante. En su afán por lamer el clítoris de Silvana, lengua de Rocío de vez en cuando pasaba por la verga negra. No podía evitarlo.
Cuando Silvana giró la cabeza, lo vio parado allí y su primera reacción fue llevarse el índice a los labios, para pedirle que guardara silencio. Renzo obedeció, pero giró sobre sus talones y salió de allí, ofuscado. Se escuchó un ruido en el living, dando a entender que Renzo había tirado algo al piso, ya sea a propósito o sin querer. Ahora sí Silvana se mostró sobresaltada.
—No hagan ruido —le dijo a sus amantes en un susurro—. Creo que llegó Renzo. Ya vengo…
Salió cerrando la puerta detrás de sí y fue en busca de su novio.
Lo encontró sentado en un sofá del living. En el suelo había un portarretratos roto, con una foto de Silvana y Renzo muy abrazados y sonrientes.
—Amor, te dije que vayas a la casa de tu amigo.
—Sí, pero pensé que ya había esperado suficiente… y me encontré con esto.
—Pará, antes de que te enojes dejame explicarte, por favor. Dije que iba a ser sincera con vos. Todo esto es parte del plan para que Karina y Rocío se reconcilien.
—¿Ah sí? ¿Y cómo las va a ayudar que Malik te meta la verga? —Los ojos de Renzo estaban vidriosos.
—Estoy intentando convencer a Rocío de que le dé una probadita a Malik… y le dije a Karina que venga. ¿No te das cuenta? La idea es que ahora sea Karina la que sorprende infraganti a Rocío. Le pedí ayuda a Malik y él, muy amablemente, aceptó. No te enojes con él.
—Pero… ¿por qué te la tiene que meter?
—Es que no le puedo decir a Rocío que simplemente se deje penetrar por Malik. Tengo que despertar ese deseo en ella… y pensé que si lo veía conmigo.
—Dijiste que ya no te ibas a acostar con hombres…
—A partir de mañana. Todavía no es mañana. —Renzo se quedó mudo. No esperaba que su novia le respondiera como si esto fuera un debate judicial—. Sé que te molesta, quizás debí consultarte el plan antes. La verdad es que lo fui improvisando sobre la marcha. Te iba a contar todo, lo juro. Todo. Por favor, sé que es difícil para vos, pero necesito tu cooperación. Esto no lo hago por mí. Ya sabés que la verga de Malik no me calienta para nada.
—Las vergas grandes te calientan, vos misma lo admitiste.
—Sí, pero no tan grandes. La de Malik hasta me da un poco de miedo. Aunque debo reconocer que esta vez me entró mucho más fácil que antes. Será porque ya no me pongo tan nerviosa. En fin… ¿me vas a ayudar? Quedate acá jugando con la compu y si viene Karina, hacela pasar a la pieza. Es lo único que tenés que hacer.
—Y aguantar mientras otro tipo te la mete.
—Bueno, em… sí… y me la tiene que seguir metiendo, porque no creo que Rocío ya esté lista para aceptar que la quiere probar. Puede llevar un rato más, espero conseguirlo antes de que vuelva Karina. —No esperó respuesta de Renzo, lo besó en la boca y se alejó—. Gracias, mi amor. Sos el mejor novio del mundo. Y acordate, no hago esto para mi propio disfrute, sino para ayudar a un matrimonio en una crisis.
Lo dejó sentado allí, tan desorientado como lo había encontrado, y volvió al cuarto.
Al entrar vio una escena que la sorprendió. Rocío estaba sentada en el borde de la cama mamando la enorme verga de Malik.
—Epa, veo que ya se están haciendo amigos.
—Solo intentaba mantenerla dura, para cuando volvieras. ¿Qué dijo tu novio?
—No sospecha nada. Se quedó jugando a la compu. Voy a poner algo de música para tapar los ruidos. Si en algún momento quiere entrar, ustedes pueden salir por el balcón.
—¿Y si entra sin avisar?
—Bueno, es un riesgo que podemos correr —dijo Silvana, con una sonrisa maquiavélica—. Me calienta el riesgo.
—Pobre Renzo, las cosas que tiene que aguantar —dijo Malik—. Aunque yo no soy partidario de los límites de la pareja, se nota que él sufre mucho cuando te ve teniendo sexo con otras personas.
—¿Vos decís que en la pareja no debe haber límites? —Preguntó Rocío.
—Claro que no. El sexo es para disfrutarlo siempre que se pueda. Una cosa es tener una relación sentimental con alguien, y otra muy distinta es el sexo.
—Exacto —dijo Silvana—. El sexo es… una actividad recreativa. No necesariamente está vinculada al amor. Puede estarlo; pero no siempre. Como ahora, por ejemplo… simplemente la estamos pasando bien—. Volvió a colocarse en cuatro sobre la cama. Sus nalgas quedaron junto a la cara de la rubia—. Rocío, ¿me ayudas? Quiero que me la meta por el culo…
—Uf… sí, por dios… quiero ver cómo te entra todo esto por ese culo tan lindo que tenés.
Se mandó a lamerlo directamente, sabiendo exactamente lo que tenía que hacer. Colaboró dando buenos chupones a la verga, para lubricarla, y luego la apuntó hacia el agujero. Malik tomó por la cintura a Silvana y empezó a meterla muy lentamente, dándole a ella tiempo para dilatar.
—No hace falta que seas tan cauteloso. Osvaldo me dio por el culo toda la noche, se me va a dilatar fácil.
—¿Quién es Osvaldo?
—El portero del edificio.
—¿También engañás a tu novio con el portero del edificio?
—Shhh… no lo digas tan fuerte, que Renzo está en el living.
—Perdón… pero… es que sos tremenda puta, Silvana —soltó una risita—. Me calienta mucho que seas tan puta.
—Y puedo ser mucho peor —dijo, al ver que su actitud excitaba a la rubia—. Dale, Malik… metela.
A pesar de lo que le dijo a Renzo, la verga gigante de Malik sí le produjo una sensación muy placentera al entrar. Se preguntó si se lo confesaría a su novio. Probablemente no ahora, quizás más adelante. Malik entró en su culo con toda su experiencia. Se dilató rápido, como había previsto Silvana, y comenzaron una morbosa sesión de sexo anal justo frente a la rubia. Ella miraba la escena mientras se dedeaba la concha. De vez en cuando colaboraba con alguna lamida, ya sea en la verga de Malik o en la vagina de Silvana que chorreaba juguito. Rocío lo juntaba todo con su lengua y se lo tragaba.
Los bombeos de Malik eran firmes, decididos, casi profesionales. Su verga entraba hasta la mitad y salía hasta el inicio del glande, luego volvía a hundirse. Silvana debía hundir su cara contra una almohada para no gritar de placer.
Estuvieron así unos buenos minutos, de ser por Silvana hubiera extendido el acto durante más de una hora; pero no podía perder el tiempo. Karina ya estaría por llegar.
Se movió y agarró a Rocío por atrás, las dos mujeres quedaron acostadas boca arriba, Silvana debajo. Se besaron y los dedos de Silvana encontraron rápidamente la concha de la rubia. Mientras la masturbaba le hizo señas a Malik para que acerque su verga.
—¿Me va a doler? —Preguntó Rocío.
—No, para nada. Malik sabe lo que hace. Aunque sí la vas a sentir… te juro que la vas a sentir.
La rubia apretó los dientes y resopló por la nariz cuando la inmensa verga del senegalés la penetró. Malik fue suave con ella, primero jugó con su glande, empujándolo adentro, pero sin ir más allá. Cuando notó que la concha se estaba dilatando, fue entrando de a poco.
—¡Por dios! Es impresionante…
Silvana comenzó a temer que sus planes fallarían. Que Karina no aparecería o que Renzo entraría a la habitación para ponerle fin a toda esta locura. Pero cuando la verga de Malik ya había entrado hasta la mitad de la concha, la puerta se abrió.
Karina se quedó boquiabierta, como si su cerebro no fuera capaz de procesar la escena. Silvana respiró aliviada.
—Ahhh bueno, la señorita integridad se está haciendo coger por un negro —dijo Karina.
Y así fue como comenzó el debate entre ellas. Discutieron sin gritar, solo porque Silvana se los suplicó, ella mantuvo la mentira de que Renzo no sabía nada de lo que estaba pasando allí. A Malik lo dejaron al margen, pero él se quedó en la habitación, escuchando todo e intercambiando miradas de complicidad con Silvana.
Después de varios idas y vueltas la conversación llegó al punto clave:
—Se ve que eso de coger con hombres no te molesta mucho —dijo Karina—. ¿Por qué me hiciste tanto escándalo? ¿Por qué no querías hablarlo conmigo?
Ahí fue cuando Silvana intervino:
—Porque Rocío tiene miedo del matrimonio.
Hubo un silencio sepulcral.
—O sea, ¿vos querías terminar nuestra relación y esto te sirvió de excusa?
—Perdón… —la rubia bajó la cabeza, ahora era ella quien estaba en clara desventaja.
—Solo hay una forma en la que puedo perdonar todo lo que me hiciste sufrir: que seas sincera conmigo. Pero para eso, creo que yo debo ser sincera con vos. Ese día vine a buscar a Silvana porque me sentía oprimida. No me dejás tomar ni una sola decisión. Todo lo que hago en el sexo es porque vos me lo pedís. Quería hacer algo que fuera decisión mía… y Malik apareció de casualidad. Eso también lo decidí yo… y se sintió bien. Tenía ganas de coger con un tipo.
—Pero… pero… creí que te gustaba ser sumisa.
—Me encanta; pero vos lo estás entendiendo mal. Ser sumisa no significa que vos debas decidir todo lo que hago o lo que no hago. Esos jueguitos sexuales detrás del mostrador… me ponen incómoda en serio, y no de una forma en que pueda disfrutarlo. Me da pánico que algún cliente nos descubra y nos denuncie… o que la pastelería pierda prestigio. No la paso bien. Ese negocio es el sueño de mi vida. Me da miedo perderlo.
—En una relación de sumisión —explicó Malik—, justamente es la persona sumisa quien tiene el control. Parece irónico; pero es así. El dominante solo debe hacer lo que el sumiso le permite. La parte sumisa es quien pone los límites y las reglas.
—Así es —dijo Karina—. Y vos ni siquiera me preguntaste cuáles son esos límites y esas reglas. Pusiste las tuyas sobre la mesa: “Nada de hombres y hacés todo lo que yo digo”, y ni siquiera escuchaste lo que yo tenía para decir. Llegó un momento en que me harté.
Rocío ya tenía los ojos cubiertos de lágrimas.
—Perdón, no me di cuenta… creí que… perdón, Karina. Entendí todo mal. Soy una pelotuda.
—¿Y por qué no me dijiste que el compromiso te daba tanto miedo?
—No sé…
—No querías aceptar que ustedes también tenían problemas maritales —acotó Silvana.
—Exacto. Eso me dolía mucho. Pensé que seríamos la pareja perfecta. Que nosotras no tendríamos las discusiones típicas. Que nos entendíamos de maravilla —ahora Karina también lloraba—. Fui una boluda. Entré en pánico. El trabajo en la panadería es agotador y empecé a pensar: ¿Así va a ser mi vida durante los años que me quedan? ¿Mando a la mierda el sueño de viajar por Europa? ¿O de conocer Japón, Nueva Zelanda y todos esos países que me gustaría visitar? Me dio miedo…
Karina se acercó y la abrazó con fuerza. Se besaron en la boca y sus lágrimas se mezclaron con el contacto de sus mejillas.
—Somos dos pelotudas —dijo Karina—. Tendríamos que haber escuchado más a la otra.
—Lo sé…
—Podemos arreglarlo, amor. Vamos a trabajar duro para ahorrar y en cuanto podamos nos vamos de viaje. Ponemos algún empleado que nos atienda el negocio durante unos meses… si nos organizamos bien lo podemos hacer.
Rocío sonrió, tenía los ojos inyectados de sangre.
—Y yo prometo prestar más atención a tus gustos sexuales… y tus límites.
—Bueno chicas, las dejamos solas —dijo Silvana—. Creo que necesitan una buena sesión de sexo de reconciliación.
—Gracias, Silvana —dijo Karina—. Me ayudaste mucho. Sos muy linda. Espero que podamos seguir acostándonos con vos. Esa parte sí la disfruto mucho.
—Yo también —aseguró Rocío.
—Entonces cuenten conmigo. Ya le aclaré a mi novio que el sexo lésbico será parte de mi vida de ahora en adelante. Ni siquiera tengo que pedirle permiso. Pero ahora la cosa es entre ustedes… —se levantó y fue hasta la puerta—. Malik, vos deberías salir por el balcón.
—No —dijo Rocío—. Malik… vos te podés quedar… si querés. ¿Nos ayudarías en nuestro “sexo de reconciliación”?
—Para mí es todo un placer, señoritas —la sonrisa del senegalés no le cabía en la cara.
A Silvana le hubiera encantado quedarse, pero sintió que ya había forzado las cosas al límite con Renzo.
Fue desnuda hasta el living y lo encontró jugando con la compu. Ella intentó ponerse mimosa con él, incluso le chupó la verga mientras jugaba; pero a Renzo ni siquiera se le paró.
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Pasaron dos días desde la reconciliación de Rocío y Karina. Volvieron a estar juntas y estaban trabajando más duro que nunca, con la idea fija de ahorrar dinero. Malik incluso les regaló plata, para ayudarlas con su viaje. Al principio ellas se negaron a recibirlas, pero él consiguió convencerlas. Les pidió que lo tomen como una recompensa por haberlo hecho pasar un momento tan lindo. A Rocío y Karina las conmovió tanto que decidieron aceptar el regalo.
Silvana se puso una calza negra junto con un top blanco y se preparó para salir a trotar. Quería recuperar la rutina que la ayudaba a mantener los pies sobre la tierra. Su cerebro estuvo a punto de hacer cortocircuito cuando vio a Vanina Marchetti en el pasillo del piso diecinueve, charlando plácidamente con Malik. El senegalés estaba descalzo, en cuero y con el short de Ferro Carril Oeste. Estaba apoyado en el marco de la puerta con una sonrisa en sus labios. Ella lo miraba embelesada. Cuando vio a Silvana reaccionó como si se despertara de un sueño.
—Vanina… ¿qué hacés acá?
—Ah, hola Silvi. ¡Qué vecino tan encantador tenés! —Soltó una de sus risitas malévolas—. Encantada de conocerte, Malik. Charlaremos en otro momento. Tengo asuntos importantes que tratar con tu adorable vecina.
La muy arpía ni siquiera le pidió permiso a Silvana, entró a su casa pavoneándose como una vedette.
—¿Por qué viniste? —Preguntó Silvana volviendo a cerrar la puerta—. Y sin avisar…
—Uy, ¿esa es la forma en que recibís a tus invitados? ¿No me ofrecés nada para tomar?
Silvana apretó los dientes, esta mujer la irritaba cada día más; pero la tenía bien agarrada de las tetas (en sentido figurado). Si no temiera por su trabajo ya la habría mandado a la mierda.
—¿Querés un té? ¿Un café?
—No, en realidad no quiero nada. Aunque hubiera sido cortés ofrecerlo desde un principio.
—¿Puedo saber a qué debo el placer de tu visita?
—¿Siempre tan sarcástica? Qué lástima, Silvana. Yo creí que podíamos ser amigas. En fin. Vine para avisarte que te prepares para mañana, vas a tener un día muy intenso.
—¿En qué sentido?
—Ya te lo imaginás. Necesito que mi puta VIP cierre el contrato con los europeos.
—Pensé que eso ya estaba hecho.
—Oh, no… lo que pasó la última vez fue el inicio de las negociaciones. Ahora planteamos celebrar la firma del contrato. Y vos sos el premio. La puta de lujo con la que pueden entretenerse.
—No me digas puta.
—Pero eso es lo que sos, Silvi. Puta, o prostituta. Miralo como quieras. Trabajás para mí. De ahora en adelante tu trabajo es coger con los clientes que yo te indique. Es más, si querés no hace falta que vayas a la oficina todos los días.
—Me gusta ir todos los días.
—Uf… siempre fuiste esclava de la rutina. ¡Qué horror! Yo no podría vivir así. Si hago lo mismo todos los días me deprimo. No entiendo esa absurda necesidad de controlar el día a día aferrándose a una rutina. Solo te queda una falsa sensación de control. Pero para que te vayas enterando, Silvi… vos no controlás tu vida.
—¿La controlás vos?
Se encogió de hombros y se miró las uñas restándole importancia.
—Quizás. Mirá, vamos a ponerlo a prueba.
Con un rápido movimiento de sus dedos Vanina se desprendió el vestido. Este cayó al suelo como el polvillo que se asienta luego de una explosión. Silvana se quedó pasmada al ver ese cuerpo completamente desnudo. Lo primero que notó fue que las caderas de Vanina son más anchas de lo que creía, pero su esbelta figura y la forma en que se viste la ayuda a disimularlo. Su cintura es estrecha, pero sus piernas son anchas, hasta da la impresión de que alguna vez tuvo algunos kilos de más y se esfuerza por ocultarlos y por mantenerse en forma.
«Al parecer “Doña Perfecta” no es tan perfecta. Se avergüenza de su cuerpo».
Aún así, es preciosa. Silvana no puede negar eso; pero quizás la propia Vanina no lo ve de esa manera.
Vanina se sentó en el sillón con las piernas abiertas. La tenía completamente depilada, eso sí se lo podía imaginar Silvana.
—Vení, chupala. Sé que te gusta jugar con mujeres. Date el gusto.
—No pienso…
—Silvana, tengo poca paciencia. No me hagas pedirlo dos veces. Las dos sabemos muy bien que te tengo comiendo de mi mano. No me hagas perder el tiempo. Comeme la concha. Sos mi puta. Para eso te pago.
La vena en su cuello se hinchó tanto que estuvo a punto de explotar. Sus dientes chirriaron y sus ojos parecían a punto de soltar rayos láser asesinos contra Vanina. La irritó todo de ella. En especial ese pelo ondulado con un artificial platinado, casi blanco, y esos mechones negros que tanto recordaban a Cruella Deville. Silvana notó que ese cabello brillaba de una forma extraña, como si fuera falso. Ahí fue cuando supo que Vanina Marchetti usaba peluca. Sonrió con malicia. Todo en ella era falso, impostado. Una ridícula que interpreta su papel de villana. Para Silvana fue un gran alivio saber esto, porque ya no veía a Vanina como una figura de respeto. La ilusión se había terminado.
Aún así, no podía negar que la señorita Marchetti la tenía “comiendo de su mano”. Se acercó a ella con una seguridad desafiante. Las tetas bien erguidas, la frente en alto y un movimiento sensual en las caderas. Se desnudó frente a Vanina y notó que el efecto que causaba en ella era muy potente. Esa Cruella de pacotilla la admiró como si fuera una diosa.
Silvana se arrodilló ante ella y se las ingenió para que este gesto pareciera como si le estuviera haciendo un favor. Se metió entre sus piernas y comenzó a darle la mejor chupada de concha que era posible. Sorbió sus jugos y succionó sus labios, haciéndola estremecer. La chupada fue tan intensa que Vanina no pudo reprimir sus gemidos. Silvina supo que, si jugaba bien sus cartas, podría revertir la situación. Con ingenio podría hacer que Vanina Marchetti comiera de su mano… o de su concha.
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