Mi Vecino Superdotado [30]

Capítulo 30.

La Libertad Según Silvana.

José Nahuelpán pasó los últimos meses temeroso de que Silvana DaCosta les iniciara una demanda por acoso sexual. No solo por la forma en que la habían tratado sino también porque se corría el rumor de que fue un empleado de la empresa quien filtró sus fotos porno a internet. José le tiene pánico a Silvana, o mejor dicho, a las repercusiones judiciales que podría traerle. Por eso mantiene en secreto la atracción que esa monumental hembra le produce. Sabe que estuvo mal, pero para él la persona que filtró todo el material porno de Silvana es un héroe. Mil veces tuvo que resistir a la tentación de hacerle una propuesta indecente a la señorita DaCosta, mil veces soñó con que ella le mandaría alguna foto en tanga o quizás mostrándole las tetas. Y de pronto, tenía decenas fotos y videos sumamente explícitos con esa puta lustrando vergas con todos sus agujeros. Perdió la cuenta de las veces que se masturbó mirando eso. Creyó que esto aplacaría sus deseos, pero fue aún peor. Ahora la desea más que nunca. Su verga palpita por ella.

Entró en la oficina de Silvana y la escena que encontró fue tan atemorizante como estimulante. Ella estaba arrodillada en su silla y Rogelio, el de contabilidad, le estaba metiendo toda la verga por el orto. Verla en esa situación con otro hombre le hacía hervir la sangra de gusto. No solo fantaseaba con penetrarla, él quiere verla llena de pija. Desbordando semen por todos sus agujeros.

—¡Rogelio! ¿Qué carajo estás haciendo? La señorita DaCosta nos puede demandar…

—Esta puta no va a demandar a nadie. Le encanta la pija —respondió mientras le daba duras embestidas.

—No te preocupes, José —dijo ella, embriagada de morbo—. Ya llegué a un acuerdo con Rogelio. Está vez me está cogiendo porque yo se lo pedí, no porque él me obligue.

—Pero… pero… ¿y tu novio? ¿ya cortaste con él? —Hubo cierta esperanza en la voz de José.

—Sigo de novia; pero Renzo ya entendió que soy muy puta. No me va a complacer nunca un solo hombre. Ni siquiera estoy ocultando esto. Si hasta le mandamos un video mostrándole cómo Rogelio me está dando por el culo.

—Subilo a internet —pidió Rogelio—. Te prometo que no te va a traer problemas en la empresa. ¿No es cierto, José?

—Em… técnicamente lo que Silvana haga en su horario libre, mientras no sea ilegal, no es incumbencia de la empresa —tenía esa respuesta ensayada y era la que pensaban dar los abogados de la empresa si es que el caso de Silvana se les iba de las manos.

—Uf… me encantaría que la gente viera cómo me la meten… está bien. Alcanzame el teléfono, José… lo voy a subir.

El tipo se acercó y le dio el celular que estaba en el escritorio. Se quedó mirando cómo esas tetas se bamboleaban amenazando con salir de la camisa que ya tenía varios botones desprendidos. Silvana notó la mirada de su jefe y le sonrió con lujuria. Él se puso rojo de la vergüenza. En actitud desafiante, ella liberó sus tetas. Sus duros pezones fueron el centro de atención de José por unos segundos.

—Ya está, video subido. Ahora todos en internet… y en la empresa, se van a enterar de cómo me gusta que me rompan el orto.

—Pensé que te importaba tu reputación —dijo su jefe.

—Ya no me importa nada. No quiero vivir oprimida. Esta es quien soy. Me costó aceptarlo, pero… soy una puta adicta al sexo, y así es como quiero vivir.

Miró fijamente el bulto en el pantalón de su jefe, había crecido notoriamente. Nahuelpán ya no podía aguantarlo más. Sí, es una puta y le encanta la pija. No piensa demandar a la empresa y… ya no le importa nada.

José desprendió el botón del pantalón, sacó su verga ya erecta. A Silvana le fascino ver que era casi tan grande como la de Rogelio. Ella no se movió. Nahuelpán aguardó unos segundos y entendió todo. Silvana estaba entregada; pero él debía tomar la iniciativa. Toda la precaución que lo mantuvo temeroso durante meses, se desmoronó en un instante. Mostró una sonrisa lasciva, sujetó a Silvana por el pelo y le dijo:

—Comeme la pija, puta. Te voy a llenar de leche.

Acto seguido, le enterró la verga hasta el fondo de la garganta. Silvana comenzó a chuparla con gusto. Su calentura aumentó considerablemente. José Nahuelpán siempre le pareció un tipo atractivo; pero le molestaba su pasividad. Así quería verlo. Tomando las riendas.

En ese momento la puerta de la oficina se abrió. Era Margarita. Entró meneando su voluptuoso cuerpo entrando en carnes.

—¿Se puede saber qué está pasando acá?

—Sabía que ibas a venir —dijo Silvana—. Siempre estás pendiente de lo que publico en redes sociales.

—Si te la pasás publicando fotos en tanga o en tetas… y ahora esto, sexo anal. ¡Le vas a traer problemas a la empresa!

—Cerá la boca, Margarita. Me tenés harto.

La secretaria se quedó atónita. Podía esperar algo así del maleducado de Rogelio; pero jamás pensó que lo escucharía de parte de José Nahuelpán.

—Pero… pero…

—Si la señorita DaCosta es puta y le gusta subir porno a internet, es asunto de ella. Y si a Vanina Marchetti le molesta que lo haga, que hable con ella personalmente. Creo que son adultas y pueden resolver sus diferencias charlando.

Mientras su jefe hablaba, Margarita se fue acercando como una polilla atraída por la luz. Miraba fijamente el grueso falo de su jefe que entraba y salía de la boca de Silvana.

—Esto está mal… —dijo la rubia.

—Sos demasiado rígida, Margarita —dijo Silvana, soltando la verga de su jefe para poder hablar—. Si te relajaras un poco, podrías disfrutar de eso que tanto te gusta. Vení ¿querés darle una chupadita? —La secretaria se puso roja, pero no respondió—. Te gusta la pija de José. Lo sé… y la de Rogelio también. Pero, lo que más te gusta… —Se sentó en la silla con las piernas bien abiertas—. Te morís de ganas de probarme. Lo sé. Me comés con la mirada y ya vimos las cámaras de vigilancia… contale lo que vimos, Rogelio.

—Sabemos que cuando te quedás sola en tu oficina, te masturbás.

Margarita sintió que su corazón daba un vuelco. Sabía que esta conversación llegaría tarde o temprano. Al fin y al cabo, ella era consciente de las cámaras de vigilancia en su oficina y lo hizo a consciencia de que alguien más la estaría viendo.

—Así es, me masturbo en el trabajo. Si la señorita DaCosta tiene derecho a mantener relaciones sexuales dentro de la empresa, entonces ella tenía derecho a hacerse una paja de vez en cuando.

Se sintió realmente bien poder decirlo, con el pecho hinchado de orgullo. Solo en este contexto particular podía mostrar esa seguridad sobre sí misma y su seguridad.

—Y nadie lo discute, Margarita —dijo Nahuelpán.

Silvana estaba chupando la verga de los dos hombres. Se iba turnando entre una y otra. Mantenía las piernas abiertas para que Margarita le viera la concha.

—También le chupé la verga al portero —reconoció Margarita—. Sé que lo vieron, porque pasó en mi oficina. No me arrepiento de haberlo hecho. Esta puta hizo cosas peores. Además, Ernesto es soltero, así que no va a traer problemas.

—Eso también lo vimos —dijo Rogelio—. Ernesto está encantado con tu talento para chupar pijas. Me dijo: “Que la gordita te haga un pete. Va a ser el mejor de tu vida. Succiona como aspiradora nueva”.

En lugar de sentirse humillada, Margarita sintió una oleada de cálido orgullo cruzando su cuerpo.

—¿Y si quiero subir fotos con mucho escote a internet? ¿Eso va a traer problema? —Infló tanto sus pecho que sus grandes tetas estuvieron a punto de detonar los botones de su camisa blanca.

—A mí sí me molestaría —dijo Rogelio—. Porque tenés unas tetazas hermosas. Sería una pena que solo veamos tu escote. —Al decir esto, le agarró la teta izquierda y la estrujó entre sus dedos. Margarita no le dijo nada—. Silvana tiene razón: deberías soltarte más. Se nota que tenés ganas de hacerlo. Y sabemos que tu material predilecto para las pajas son…

—Los videos de Silvana. Sí, me imaginé que se darían cuenta de eso.

—¿Y qué excusa tenías pensada para cuando nos diéramos cuenta de ese detalle? —Preguntó la propia Silvana.

—Empecé a hacerlo para intentar distinguir entre tus amantes a posibles socios de la empresa, o empleados. Por si nos comíamos una demanda judicial. Era mejor estar preparados. Ver tanto porno me calentó y tuve que empezar a masturbarme.

—No es una excusa tan mala —dijo Nahuelpán, mientras hundía otra vez su verga en la boca de Silvana.

—Porque es la verdad —insistió Margarita—. Bueno, al menos lo era… al principio.

—¿Y después? —Preguntó Rogelio. Ya había liberado una de las tetas de Margarita, la estrujaba como ella misma lo hacía cuando se masturbaba.

—Después empecé a sentir algo… una especie de adicción al porno; pero solo si Silvana está involucrada.

—Y te gustó ver cómo me cogían los europeos.

—Em… sí, mucho. Fue como ver uno de esos videos porno; pero en vivo y en directo.

—¡Lo sabía! Sabía que lo estabas disfrutando tanto como yo. Vos querés ser puta… querés ser como yo. Y podés hacerlo, Margarita. Sos una mujer libre y muy hermosa. No te acomplejes tanto. Viví acomplejada durante años, y creeme, no es una buena forma de vivir. Seguramente tuviste que aceptar muchas cosas en vos al verme coger tanto.

—Tuve que aceptar mi atracción por las mujeres… por eso le chupé la concha a la pasante esa, Florencia. Una ricura de pendeja. Ni siquiera es lesbiana. Le dije que si me dejaba chupársela, le iría bien en la empresa. Que yo me encargaría de que la contraten. Y después subí la puesta… le dije que ella me la tenía que chupar a mí.

—Lo vimos —dijo Rogelio—. Para ser heterosexual, la pendeja come concha con ganas. Me parece que le gustó.

—Sí, pero me da miedo que me quiera demandar. Sé que me mandé una cagada con ella.

—No te preocupes, Margarita —dijo José—. Si Florencia está tan predispuesta, le vamos a dar un buen cargo en esta empresa. Esta misma semana le renovamos el contrato.

Margarita sonrió. Todo su cuerpo estaba vibrando, llevaba meses fantaseando con actuar con la determinación de Silvana, ser libre como ella. Verla cogiendo con los europeos la quebró psicológicamente. Y que José se haya librado de sus inseguridades y estuviera metiéndole la pija en la boca a esa puta fue lo que la ayudó a dar el último paso.

Se puso de rodillas y pegó la boca a esa concha a la que había dedicado tantas pajas. Chupó como si los jugos vaginales de Silvana fueran el néctar de la liberación sexual. La droga que necesitaba para elevar su líbido al infinito. Durante mucho tiempo odió a Silvana por ser una bomba sexual, una puta que se pavonea frente a todo el mundo. Ahora reconoce que ella también cayó ante los encantos de esa puta y sabe que si tuviera ese cuerpazo, probablemente se comportaría de la misma manera.


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Silvana ya estaba lista para ver la semifinal del mundo. Esta vez decidió hacer más provocativo su atuendo y salió del departamento con la camiseta de Argentina anudada sobre el ombligo, un par de tacos altos para levantar la cola y… nada más. Su vagina depilada estaba completamente a la vista.

Le daba igual si se cruzaba a sus vecinos en el pasillo, pero en lugar de eso la persona que le cortó el paso fue una mujer de alocada cabellera platinada.

—¿Pero qué es esto? ¿Acaso en este edificio no hay códigos de decencia?

En ese momento Renzo salió del depto para acompañar a su novia.

—Renzo, te presento a mi jefa, Vanina Marchetti.

—Em… hola —saludó él con timidez—. Perdón por el exabrupto, a Silvana le gusta andar desnuda.

—No tengo que disculparme por nada —dijo Silvana—. Es mi casa, si quiero andar desnuda, lo hago.

—¿El pasillo también es tu casa? —Preguntó su jefa.

—A mis vecinos no les molesta si yo ando así, y ahora iba a visitar a uno de ellos —señaló la puerta que estaba a espaldas de Vanina.

—Ah, el senegalés… simpático muchacho. Me imagino que ya estará acostumbrada a verte así. Cualquiera pensaría que pasa algo entre ustedes.

—Sí, y mi novio lo sabe. No tengo que andar escondiendo lo que hago con Malik. Me metió la pija unas cuantas veces. Debo admitir que es la verga más linda que probé en mi vida.

—Dijiste que tan grandes no te interesaban —Renzo volvió a recurrir a ese viejo lamento.

—Y te dije que cambié de opinión. Mientras más grandes, mejor. Después de la cogida que me dio hace unos días, te aseguro de que no hay verga que me caliente tanto como la de Malik.

—Es vergonzoso que hables así frente a tu novio, y frente a tu jefa ¡Qué falta de respeto!

—Lo que yo haga durante mi tiempo fuera de la oficina es cosa mía. Y sé que a vos te gusta usar las fotos que subo a internet para “acaramelar” clientes. Así que no me jodas, Vanina. —La mujer frunció el ceño y se puso roja de ira—. ¿Se puede saber a qué viniste?

—Quiero hablar con vos, de tu actitud. Y de varias cosas que estuvieron pasando. La situación es intolerable.

—Uy, veo que ya te enteraste que estuve cogiendo con Rogelio… y con José. ¿Te lo contó Margarita? Por cierto, ella también participó. Que no se haga la santa.

—¿De qué estás hablando, amor?

—No te hagas el boludo, Renzo. Viste el video que subí a internet… hasta te lo mandé directamente a vos.

—Sí, pero era un solo tipo. Nunca me dijiste que hubiera otro… y una mujer.

—Bueno, te lo estoy diciendo ahora. No pretendía ocultarlo, simplemente pensé que no te interesaba. Como no dijiste nada sobre Rogelio dándome por el culo… pensé que ya te daban igual esas cosas.

—No me dan igual. Lo que más me molesta es no saber. Prefiero saberlo. Te lo dije.

Silvana miró a Renzo a los ojos, sonrió y lo besó en la boca.

—Tenés razón, amor. Me olvidé de eso. Te pido perdón. Tendría que haberte contado. Es parte de nuestro acuerdo. Te prometo que no volverá a ocurrir. Si voy a coger con mil tipos, vos te vas a enterar de cada uno de ellos.

Renzo no sabía decir si eso era algo bueno o algo malo. Prefirió guardar silencio.

—¿O sea que vos aceptás que tu novia te engañe?

—¿Qué te importa cómo es mi vida con mi novio? En esta relación no tenés nada que ver. Limitá tu autoridad al trabajo. Mi vida privada no te incumbe. ¿Cómo te lo tengo que decir?

—A mí me hablás bien, irrespetuosa.

—Te trato con el mismo respeto con el que vos me tratás a mí. Y si no te gusta, podés echarme. Lo charlamos con los abogados, ya sabés.

Vanina se mordió la lengua para no decir una estupidez. Sabía que Silvana contaba con una gran ventaja. Si lo ocurrido llegaba a juicio, ella podía quedar metida en un gran problema, al fin y al cabo la había forzado a tener sexo con tres tipos.

—Lo que hagas con tu vida privada no me interesa —dijo Vanina—. Pero sí me incumbe lo que hacés en la oficina. Vamos a hablar de eso, ahora mismo.

—Elegiste este día y esta hora solo por joder, ¿cierto?

—No sé de qué hablás.

—El partido de Argentina. —Vanina se quedó muda, la miró como si estuviera hablándole en otro idioma—. ¡Es hoy! La semifinal del mundial. ¿En qué planeta vivís?

—No me interesa el fútbol. No sabía que el partido era hoy.

—Está por comenzar. Así que tenés dos opciones: venís en otro momento o lo mirás con nosotros. Podemos hablar cuando el partido termine.

—¿Vas a estar semi desnuda todo el tiempo?

—Claro, así me podés mirar la concha todo lo que quieras —le guiñó un ojo—. Se que te encanta.

Vanina se puso aún más roja, pero esta vez no fue por la ira. Decidió aceptar la invitación de Silvana porque no le gusta que no la reciban cuando quiere plantear una reunión. Cuando se abrió la puerta supo que había cometido un gran error.

Vio tres senegaleses con el torso desnudo bailando con el ritmo de canciones africanas, tenían vasos de cerveza en sus manos y celebraron como locos al ver a Silvana con la concha al aire. Ella hizo una entrada magistral, digna de una vedette. Caminó con seguridad, meneando la cadera, abrió los brazos y se inclinó para saludar a su público. Esto le permitió a Vanina admirar el culo desnudo, con la concha apretada entre las piernas.

Saludó con un beso en la mejilla a cada uno de los primos de Malik. Ellos aprovecharon para acariciar sus nalgas y Vanina notó que esos hábiles dedos también visitaron los labios vaginales de Silvana. Hasta le dio la impresión de que el de trenzas le metió un dedo por el agujero de la concha.

—Saludalos, Vanina —le dijo a su jefa—. Pero no intentes entablar una conversación con ellos, no hablan español.

La platinada los saludó desde lejos. Se sentía como un blanco conejito rodeado de lobos hambrientos.

En ese momento apareció Malik, dándole la sorpresa de su vida. Venía de la cocina y traía dos botellas de cerveza bien frías. El tipo estaba completamente desnudo. Esa anaconda colgaba entre sus piernas con un bamboleo hipnótico.

—¡Dios mío! —Se llevó una mano a la boca.

—¿Qué pensás de la verga de Malik? —Preguntó Silvana con una sonrisa—. Imponente, ¿cierto?

—Oh, hola… Vanina, ¿cierto? Perdón por aparecer así, Silvana no me dijo que traía a una amiga.

—Es tu casa, Malik. No tenés por qué pedir perdón —le recordó Silvana—. Él es nudista… y a mí la idea me gusta cada día más. Si querés te podés quitar la ropa. Mostrale la hermosa concha que tenés.

—¡No me voy a desnudar!

—Está bien, como quieras. No es obligatorio… ¡hey, el partido ya empezó! ¡Subí el volúmen!

—¿Las apuestas siguen en pie? —Preguntó Renzo.

—Por mi parte, sí —respondió Malik.

—¿Por qué no la hacemos más interesante, amor? Digo, para que ganes más dinero. ¿Tenés confianza en este partido?

—Mucha. Estoy casi seguro de que Argentina va a perder.

—Si hay apuestas, me gustaría participar —dijo Vanina.

—No sabía que te gustara apostar.

—Lo hago cuando estoy aburrida. A veces voy al casino. ¿Quién tiene más chances de ganar? Me gusta apostar sobre seguro.

—Yo creo que Croacia —dijo Renzo—. En el mundial de Rusia, Argentina perdió contra Croacia. Tienen un buen equipo. Son candidatos a ser campeones del mundo.

—Interesante, entonces quiero apostar por ellos. Me imagino que las apuestas son en dólares.

—Sí, claro. Si ganás, te pagan en dólares —dijo Silvana mientras los primos de Malik la devoraban con la mirada—. Pero si perdés… pagás en especias —le guiñó un ojo. Así funciona.

—¿A qué te referís, exactamente?

—Mirá… Renzo, Malik ¿van a elevar la apuesta? —Los dos respondieron afirmativamente—. Muy bien. Si Croacia gana, pagás más plata. Pero si gana Argentina, me podés dar por el culo. Y tus primos… me pueden coger… aunque solo por la concha ¿eh?

Malik tradujo a sus primos las nuevas condiciones de apuestas mientras llenaba vasos con cerveza fría. Ellos festejaron a viva voz, les encantaba la posibilidad de meter la verga en esa hermosa concha.

—Ah, ¿así que vos sos carne de apuestas? —dijo Vanina.

—Después de que me usaste para convencer a tus amigos europeos, supe que podía usar mi cuerpo como “moneda de cambio”. Y vos vas a hacer lo mismo. Si perdés, tenés que dejarte coger. De lo contrario, no hay apuesta. A ellos no les interesa tu dinero. —Vanina se quedó pálida mirando a los cuatro senegaleses—. ¿Qué pasa? ¿Tenés miedo?

Que la consideraran una cobarde era el peor insulto para Vanina Marchetti.

—Claro que no. Hice apuestas muy fuertes en mi vida. Siempre con dinero, claro… y hoy me tengo fe. No sé, un presentimiento. Quizás intuición femenina. No creo que Argentina pueda ganar. Si la suma es lo suficientemente alta si yo gano, puedo aceptar.

—¿Qué sería una apuesta alta según tus estándares? —Preguntó Silvana.

—Mmm cincuenta mil dólares… por cada uno.

—¡¿Cada uno?! ¡Es un montón! Entre los cuatro son doscientos mil dólares! ¡Una locura!

—No voy a apostar mi cuerpo por menos que eso.

—Trato hecho.

—Malik, ¿te volviste loco? Sé que jugando al fútbol ganás bien, pero es mucho dinero.

—Sería un golpe durísimo para mi economía; pero tengo el dinero. Si pierdo, estoy dispuesto a pagarlo.

—¿Escuchaste, Vanina? —Dijo Silvana, con una sonrisa maliciosa—. ¿Trato hecho?

—Por supuesto. Me tengo fe… y mis presentimientos nunca fallan cuando apuesto fuerte.

Vanina se arrepintió de esas palabras antes de que terminara el primer tiempo del partido. Con un gol de Messi y otro de Julián Álvarez, la Scaloneta se puso dos a cero.

En el entretiempo Silvana se puso de rodillas frente a los tres primos de Malik, liberó sus grandes vergas y comenzó a chuparlas una por una.

—¡Hey! Nunca dijimos que eso fuera parte del trato —protestó Renzo.

—No hacía falta decirlo, les dimos las mismas condiciones de apuesta que tenía Malik… y no te olvides que por cada gol, me corresponde chuparla un rato. Malik, vení… a vos también te toca.

—Yo puedo esperar por mi premio, en cambio ellos… estaban ansiosos por volver a probar tu talento.

—Muy bien. Mirá atentamente, Vanina, porque en unos minutos vas a ser vos la que esté de rodilla tragando pija.

Vanina Marchetti tenía ganas de huir. Podría hacerlo, si se daba prisa; pero eso la convertiría en una cobarde que no cumple con su palabra. Para ella perder el honor sería más doloroso que perder la dignidad. Aún así le espantaba la idea de tener que tragar el pene de esos cuatro senegaleses. Ver a Silvana haciendo eso moviliza sentimientos en ella que no quería afrontar. No entiende cómo una mujer puede rebajarse tanto como para complacer sexualmente a tres hombres a la vez, como puede hacerlo sintiéndose tan orgullosa de ello. La forma en la que Silvana traga esas enormes vergas negras es tan obscena como atrapante. Durante los quince minutos del entretiempo no puede dejar de mirarla. La acción solo se detiene cuando el partido se reanuda.

La angustia de Vanina no hizo más que crecer durante el segundo tiempo. Las pocas esperanzas que tenía de ver a Croacia revirtiendo el resultado se esfumaron cuando Lionel Messi realizó una increíble jugada, llevando la pelota hasta el fondo del área. Le dio un pase a Julián Álvarez y él se encargó de empujar la pelota a la red.

Silvana estalló de júbilo. Empezó a saltar, haciendo rebotar sus tetas y permitió que los primos de Malik le llenen de dedos la concha en los festejos. Ella le dio un chupón a cada uno de los glandes.

—Decile a tus primos que eso es un adelanto de lo que les voy a dar cuando termine el partido.

Malik lo tradujo y los otros tres senegaleses celebraron y tocaron la concha de Silvana, ansiosos por entrar en ella.

—¿De verdad vas a permitir que a tu novia se la cojan entre cuatro tipos? —Le preguntó Vanina a Renzo.

—Es parte del trato —dijo, agachando la cabeza—. Ya no puedo hacer nada. No importa lo que yo opine, Silvana lo va a hacer igual.

—Qué vergüenza de hombre… permitiendo que otros usen el cuerpo de tu novia como si fuera un juguete sexual.

—Silvana no es un juguete sexual —intervino Malik—. Es una mujer a la que le gusta disfrutar el sexo sin prejuicios ni tabúes. Ella hace esto porque la hace feliz.

—Ya veo, sos de los que no creen en la monogamia.

—Creo que nadie está atado a nadie. El sexo es parte de nuestras vidas y, por más que uno tenga pareja, eso no te hace poseedor de cada aspecto de la otra persona. Si Silvana quiere acostarse con alguien, puede hacerlo… Renzo también, por supuesto. Digamos que a mí me gusta lo que llaman “relación abierta” —Mostró una de sus características sonrisas afables—. El acto sexual se puede hacer para procrar, o solo por amor. Pero también se puede realizar como un mero entretenimiento. Algo divertido y agradable para hacer con amigos… o con cualquiera que te guste y esté dispuesto a hacerlo. Entiendo que mi forma de verlo no es la típica; pero así es como me gusta vivir. Y creo que Silvana lo entendió a la perfección.

—Por supuesto —dijo ella—. Y nunca antes fui tan feliz.

Vanina supo que había quedado atrás aquella Silvana que se avergonzaba por haber comprado un dildo para metérselo por el culo. Todo el poder que tenía sobre ella se desvaneció. Ya no podía intimidarla por ser tan puta. Ni siquiera entiende muy bien por qué le hizo la vida tan difícil. Por qué la humilló obligándola a tener sexo con los europeos. Solo sabe que en Silvana hay algo que la irrita mucho.

El árbitro pitó el final del partido y los bocinazos y los festejos en los balcones inundaron la ciudad. Argentina jugaría una nueva final del mundo. Una alegría para la mayoría de los argentinos, pero no para dos. Renzo y Vanina se miraron el uno al otro, el temor los unía.

—Vení, hermosa… vamos a trasladar los festejos a un lugar más cómodo.

Silvana la tomó por la mano y la obligó a ponerse de pie. Se la llevó casi arrastrándola hasta el dormitorio de Malik. La cama era enorme y estaba muy pulcra, con unas sábanas blancas de buena calidad. Eso la relajó un poco, al menos el senegalés tiene buen gusto. La camiseta de Argentina de Silvana voló por los aires y sus grandes tetas aparecieron. Abrazó a Vanina y la besó en la boca. Su jefa no supo cómo reaccionar, se quedó dura mientras le metían la lengua hasta la garganta. De a poco Silvana comenzó a desvestirla. Vanina acostumbra a usar ropa elegante; pero en demasiada cantidad. Le gusta usar blusas holgada y polleras largas. Siempre parece estar a la moda, eso a Silvana le parece bien. Lo que la irrita es que Vanina esconda sus atributos femeninos como si se avergonzara de ellos.

La pollera de Vanina cayó al piso. Esas anchas caderas se lucieron ante la mirada de los cuatro senegaleses que se les habían unido. Luego Silvana le quitó la blusa y se apresuró para desprenderle el corpiño.

—Esperá… esperá. Necesito que vayamos más despacio. No estoy lista para…

—Vanina, una nunca está lista para algo así. Hay que hacerlo y ya. Y vos diste tu palabra.

Silvana se arrodilló y con el movimiento aprovechó para bajarle la tanga a su jefa. Quería llevarla a un alto nivel de calentura por lo que empezó a lamerle la concha ahí mismo. Esto fue tan sorpresivo para Vanina que se dobló de placer y soltó un gemido. Ella creyó que los tarados de los primos de Malik reaccionarían como chiquillos en celo; pero no. La actitud desenfrenada que mostraron durante el partido ya no existía. Ahora estaban tranquilos y observaban a las dos mujeres como amantes expertos esperando su momento para actuar.

El que tomó la iniciativa fue el de las trenzas. Mademba apoyó su flácido y largo pene entre las nalgas de Vanina, acarició sus pechos con suavidad y comenzó a besarle el cuello.

Ella suspiró de forma involuntaria. Nunca imaginó que alguno de esos tipos pudiera tener tan buenos modales a la hora de tratar con una dama. Sintió que algo se movía entre sus piernas, al bajar la cabeza vio que Silvana había agarrado el pene del tipo y ya lo estaba chupando. En pocos segundos se puso duro y él comenzó a frotarlo entre sus labios vaginales.

«Esto es… interesante», pensó Vanina. Su cuerpo comenzó a calentarse, los pezones se le pusieron duros ante las caricias de esas grandes y suaves manos. Después de unos segundos Silvana se puso de pie, le dio un rápido beso en la boca y se la llevó hasta la cama. Vanina quedó boca arriba y Silvana se acostó sobre ella. Le dijo al oído:

—Relajate y disfrutá. Te prometo que la vas a pasar muy bien.

Le hizo señas a Malik, quien se acercó por detrás de Silvana, con su inmenso pene ya erecto. A Vanina casi se le salen los ojos al ver ese miembro descomunal. Los otros dos primos se subieron a la cama, uno de cada lado, también porque Silvana se los pidió con señas. Mientras Malik la iba penetrando por la concha, ella agarró la verga a su derecha y la chupó un poco, luego hizo lo mismo con la que tenía a la izquierda.

—Abrí la boca…

—Yo… no hago estas cosas —dijo Vanina—. No con tantos hombres a la vez.

—Es muy triste que una mujer tan liberal como vos se reprima tanto. Te morís de ganas de probar estas vergas. No dejes que tu orgullo, o lo que mierda sea, te impida disfrutar.

Vanina miró fijamente el miembro que tenía a su izquierda. Sabía que Malik ya le estaba metiendo la verga a Silvana, podía notarlo en la expresión de placer que ella mostraba… y en los movimientos de la cama. Ya no podía hacer nada para evitar esta situación. Si ella hubiera ganado, no hubiera dudado en exigir el pago completo. Apostó su cuerpo y perdió. Ahora debe asumir las consecuencias.

Abrió la boca y tragó el glande de ese tipo. No pudo ir más lejos, no tenía la experiencia de Silvana tragando falos enormes. La chupó con timidez y cuando el de la derecha se acercó más, se la chupó a él también. Pasar de una verga a la otra activó en ella un instinto primitivo de morbo y lujuria. Después de la cuarta o quinta chupada, ya no le resultó tan difícil hacerlo, en especial porque Silvana se encargaba de lamer la verga que ella dejaba sola.

De pronto sintió algo duro atacando su vagina. Malik se había apartado para dejarle el lugar a Mademba. Él podría haber ido primero por Silvana, ya que fantaseaba con ella desde que le chupó la verga al final del partido contra Nederland. Sin embargo, desde que esa chica platinada irrumpió en el departamento sintió una fuerte atracción por ella. Y ahora, al tenerla desnuda y de piernas abiertas frente a él, ya no podía esperar más. Necesitaba poseerla.

—Despacio… es muy grande.

—Relajate, Vanina —dijo Silvana—. Te lo digo por experiencia. Yo creía ser estrecha y descubrí que en realidad era por los nervios… porque siempre cogía acomplejada, con culpa. Cuando me solté descubrí que las vergas grandes me entran muy bien… y que me encantan. Te aseguro que a vos también te van a gustar.

La besó en la boca, metiéndole la lengua. Esto relajó mucho a Vanina. Silvana es una besadora experta y Vanina no tiene ningún problema en recibir besos de mujeres. Son los que más le gustan. En especial si esa mujer es tan hermosa como Silvana.

La verga fue entrando en su apretada concha. Para su sorpresa, no le dolió nada. Ella también se pasó los meses de la cuarentena jugando con dildos y algunos eran de un tamaño considerable. Aunque no se comparaban con el placer de una verga real.

Viendo que ya estaba entrando en ritmo, Silvana se apartó de ella. Agarró de la mano a uno de los primos de Malik y le pidió que se acostase boca arriba. Él entendió y justo cuando ella se montó sobre esa gran verga, Renzo entró a la habitación.

—Malik, vení a cobrarte tu premio —dijo Silvana, abriéndose las nalgas. Luego miró a su novio—. Amor, espero que sepas entender que ellos me van a dar una clase de placer que vos jamás podrías brindarme. Quiero que entiendas bien cómo será nuestra relación de pareja de ahora en adelante. Vamos a hacer juntos todas las cosas que hace una pareja, pero Malik va a ser mi macho. Él se va a encargar de satisfacer mis deseos sexuales. Si vas a mantener una relación conmigo, esas son las condiciones.

Malik ya tenía su enorme miembro bien lubricado. Silvana montaba la verga de su primo como una profesional del sexo. Podía dar saltos impresionantes sin que se salga, ya que el largo de esa verga se lo permitía. Algo que nunca podría hacer con el pequeño pene de su novio.

A Vanina ya le estaban dando una buena cogida y chupaba la verga que tenía en la mano sin la timidez que había mostrado al principio.

«Se está soltando», pensó Silvana al verla.

La verga de Malik le hizo vibrar todo el cuerpo nada más al sentirla contra su culo. Estaba ansiosa por probarla por atrás, por eso cambió las condiciones de la apuesta. Cabía la posibilidad de simplemente hacerlo, sin darle explicaciones a Renzo; pero quería que fuera por su culpa, por su codicia al apostar. Así él no podía echárselo en cara.

Su culo se abrió como lo había hecho con la verga de Osvaldo en repetidas ocasiones. La diferencia era que ahora se abriría mucho más. La diferencia en el grosor era considerable y a Silvana se le pusieron los ojos en blanco cuando el glande comenzó a entrar.

—Oh… por dios… ¡qué delicia! Uf… las doble penetraciones van a ser mi nueva adicción.

Malik se tomó su tiempo para entrar. No tenía apuro, el festejo por haber pasado a la final podría durar horas. Fue ganando centímetros dentro del culo de Silvana y ella gozaba más cada vez que la verga avanzaba. Se movía como loca y pedía que la cogieran duro. Aún así Malik prefirió ser precavido y no acelerar las cosas.

Por su parte Vanina ya había cambiado de amante. Los dos primos invirtieron sus roles y le dieron a la concha de la platinada una segunda verga para probar. Ella también comenzó a suplicar que le dieran duro.

—Eso, Vanina… así te quiero ver —la alentó Silvana—. Disfrutalo como una buena puta.

—No me digas puta. No soy así.

—¿Qué problema hay? Podés ser puta por un día. Y hoy es el día indicado para serlo.

Vanina estuvo a punto de quejarse otra vez, pero Silvana tenía razón. Si es solo por un día, no puede ser tan malo… ¿o si?

El que le estaba metiendo la verga por la concha a Silvana cedió ante los encantos de ésta. No aguantó más. Lanzó todo su semen al interior de esa cuevita rosada y Silvana supo que era el momento ideal para bautizar como puta a Vanina.

Se sentó sobre la cara de su jefa y le dijo:

—Comeme la concha, puta.

Vanina Marchetti comió más conchas que vergas a lo largo de su vida, por lo que chupar la de Silvana para ella era cumplir un sueño. Lo que la sorprendió fue que viniera cargada de semen. Aún así, la sorpresa no le impidió seguir chupando y lamiendo. Tragó toda esa leche mientras le bombeaban pija dentro de la concha. Estaba gozando como una auténtica puta y se lamentó no poder vivir estas potentes sensaciones todos los días de su vida. Ella… una mujer tan liberal.

No lo quería reconocer en voz alta, pero Silvana le estaba dando una lección de vida.

—Está bien… quiero hacerlo a tu modo —dijo, una vez que limpió hasta la última gota de leche.

Silvana se encargó de prepararlo todo. Los dos primos que habían estado cogiendo con Vanina se acostaron boca arriba, con sus vergas apuntando al techo. Vanina y Silvana se montaron sobre ellos. Malik se acercó otra vez al culo de Silvana y ante la mirada atenta de Renzo, le metió buena porción de su verga por el culo.

—Uff… ¡Qué rico! Ya vas a ver, Vanina. Vas a amar esto. ¿Tenés algo de experiencia en sexo anal?

—No con penes reales.

—O sea que vos también te metiste dildos por el culo.

—Está bien, lo admito. Lo hice cuando vos compraste el tuyo. Me metiste ideas en la cabeza… por tu culpa hice algo que siempre consideré denigrante para una mujer. Creo que por eso te odio tanto.

—¿Todavía me odiás?

—Mm… no sé, creo que ya no. Aunque tampoco creas que somos mejores amigas.

—Me basta con que no me odies.

Le hizo señas al primo de Malik que había eyaculado en su concha, el tipo ya tenía la verga dura y se había puesto una buena cantidad de lubricante. Se acercó a Vanina y comenzó a penetrarla por el culo…

—Que la meta sin miedo —le dijo Vanina a Malik—. Ayer me metí un buen dildo en el culo y no me dolió para nada. Puedo aguantarlo.

—No podés ser tan puta, Vanina —dijo Silvana, soltando una risotada—. Sos peor que yo.

—Callate, tarada. Nunca voy a ser peor que vos. Puta rastre… ahhhh ayyy ahhhh

—Rompele el orto a esa puta, dale fuerte que le gusta.

Vanina ya no protestó contra Silvana. Le empezaron a dar sin clemencia entre los dos tipos. Nunca le habían metido tanta pija de esa manera, y ella ni siquiera se estaba llevando la peor parte. Malik era claramente el más dotado de los cuatro y él ya le estaba dando a Silvana muy duro por el culo, y a buen ritmo. Ella acompañaba los movimientos con una erótica danza de vientre sobre la verga que tenía metida en la concha.

Las dos mujeres se hermanaron en el placer. Desde ahí en adelante el festejo fue un auténtico descontrol. Probaron todas las pijas por todos los agujeros. A Silvana le importó poco que el sexo anal no hubiera formado parte del trato con los tres primos de Malik, los quería dentro del culo y se dio el gusto. Las dos mujeres tragaron pija y semen en cantidades industriales. Se abrazaron, se besaron, se lamieron las conchas mutuamente. Hicieron todo lo que dos mujeres pueden hacer en la cama y además se dieron el gusto de disfrutar de cuatro pijas enormes.

Hubo numerosas ocasiones en las que tuvieron tres agujeros ocupados por vergas al mismo tiempo. La primera en hacer eso fue Silvana y luego le llegó el turno a Vanina, quien aceptó esas pijas con la actitud de una auténtica puta.

—Ahora sos una de las mías.

—Solo por hoy —dijo Vanina.

—Por hoy y para siempre. No hay vuelta atrás. Una vez que probaste esto, vas a querer repetirlo. Vas a ser tan puta como yo, te guste o no.

—Te odio, Silvana. Realmente te odio.

—Yo creo que en realidad te gusto; pero lo siento mucho, Vanina. Ya tengo novio. No coge bien, pero lo quiero mucho. Te amo, hermoso…

Le mandó un besito desde lejos mientras montaba la imponente verga de Malik.

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