Reina de Belleza.
Reina de Belleza.
La decisión de los jueces fue unánime: la ganadora del concurso era Pamela. La preciosa joven lloró de emoción, abrazó a sus competidoras y dio un paso adelante, para ser coronada como “Reina de Belleza”. Todos aplaudieron, incluso Ingrid, quien creyó que la ganadora sería ella. Ver a Pamela con la corona fue como si le hubieran clavado una estaca de hielo en el corazón. Pero debía ser buena perdedora, no podía discutir que Pamela era una chica preciosa, dotada de un rostro angelical anguloso, con una nariz perfecta y altos pómulos. Seguramente esas facciones tan delicadas le dieron el primer puesto. Con dolor en el alma vio como colocaban la corona sobre el largo y sedoso cabello castaño de Pamela. La ganadora seguía llorando, pero con una sonrisa tan preciosa que hasta Ingrid se emocionó. Todas las perdedoras saludaron a la Reina y dejaron el escenario solo para ella, los aplausos le pertenecían. Este era su momento, nadie podía arruinárselo.
A pesar del dolor, Ingrid podía hacer frente a una derrota justa. Se prepararía mejor para el concurso del año próximo e intentaría sobrellevar la situación lo mejor posible. No es el fin del mundo. Además el concurso no permite que una ganadora anterior vuelva a participar, ya que éstas pasan a conformar parte del jurado, al menos durante dos certámenes consecutivos. Sin Pamela de por medio, Ingrid estaba segura de que podría ganar. Confía en el hermoso rostro, herencia de su madre de raíces escandinavas, y sabe que tiene la simpatía de su padre. Imaginó que para los jueces debió ser una decisión muy ajustada. A ella le dieron el segundo premio, el cual no significó demasiado. Había perdido. Por poco, pero aún así la victoria se la quedó Pamela. Al menos pudo ganarle a Lizzie, hasta le molesta que se haga llamar así. Su nombre es Elizabeth; pero se hace llamar Lizzie para parecer más pura, bella e inocente. No sabe por qué la odia tanto, en realidad en una chica adorable y simpática que todos aman. Tiene grandes ojos y esas pecas en su cara le dan un aspecto muy tierno y al mismo tiempo sexy. Era una dura competidora, eso no podía negarlo. La sonrisa adorable de Lizzie era tan natural y espontánea que ponía en riesgo a cualquiera en el certamen. Pero esta vez no le alcanzó, Lizzie debió conformarse con el tercer puesto.
Pasó un año preparándose física y mentalmente. La confianza fue aumentando con cada mes y a
dos semanas del inicio del nuevo certamen, Ingrid estaba convencida de que este año la victoria sería suya. Ya tenía elegida toda la ropa que usaría en cada instancia, eran colores que hacían destacar su brillante cabello rubio, que estaba más largo que nunca. Durante meses practicó una forma de caminar sensual y sutil.
«Esta vez voy a ganar. Puedo sentirlo en mi corazón».
Todo marchaba de maravilla, estaba haciendo pruebas de maquillaje en su habitación cuando su teléfono emitió un pitido. Una notificación le avisaba que había recibido un email. No reconoció al remitente, ni siquiera tenía un nombre que se pudiera pronunciar. Lo abrió por pura curiosidad.
Ingrid no podía creer lo que vieron sus grandes ojos azules. Al principio creyó que se trataba de una broma. Le habían mandado fotos retocadas digitalmente. Sí, eso debía ser. Pero… todo se ve tan real. Ni el mejor experto en edición o inteligencia artificial puede hacer algo tan convincente.
El mail estaba lleno de fotos de Pamela en situaciones más que comprometedoras. Esa chica tan bonita, dulce y angelical, de pronto parecía haberse convertido en una estrella porno. La primera foto fue la que más impactó a Ingrid, estaba seguida de la frase: «A esta putita le encanta que la bañen en leche, como a Cleopatra»
La imagen mostraba a Pamela, muy serena, con una tiara brillante sobre su cabeza. La sostenía como si no quisiera que ésta se cayera y arruinara su perfecto peinado. Tenía las mejillas sonrosadas; la boca cerrada, en la que se podía entrever una leve sonrisa; y justo encima de su perfecta nariz y sus delicados labios, había densas líneas de semen, provenientes de una ancha y erecta verga situada a pocos centímetros de su cara. Detrás de Pamela había una chica joven, estirando la mano para tocar los huevos del tipo. Ingrid analizó las siguientes imágenes y descubrió que esa chica detrás de Pamela era Sandra, una de las juezas.
El jurado estaba compuesto por cuatro hombres y dos chicas, las cuales eran ganadoras de años anteriores. Con la corona, Pamela también se ganó la posibilidad de participar como jueza… pero ahora Ingrid sabía lo que Pamela había tenido que hacer para alzarse con la victoria.
―¡Esa puta de mierda! ¡Se dejó coger por todos los jueces!
No podía tolerarlo, no era una victoria justa.
Revisó atentamente cada una de las imágenes, no tenía idea de quién le había mandado este email, ni por qué. Pero sin dudas estaban los cuatro jueces masculinos… ¡y las dos juezas! Pamela posó para la cámara agarrando dos vergas y sonriendo, como si esas pijas fueran el símbolo de su victoria y felicidad. Las chupó con alegría, algo que a Ingrid no le pareció propio de Pamela… al fin y al cabo era una chica que nunca hablaba de sexo. ¿Cómo podía ser que alguien tan dulce e inocente como Pamela terminara siendo el centro de una orgía?
―¡Claro! ―se dijo Ingrid―. Lo hizo para ganar. ¡Puta sin valores! ¡Te hacés la “mosquita muerta” y mirá cómo te gusta chupar pija! ¡Puta petera!
Ingrid estaba asqueada, no podía concebir que una mujer tan hermosa se rebajara de esa manera, ni siquiera para ganar un concurso tan importante. Sabía que Pamela provenía de una familia de buenos valores. Ingrid vio cómo mostraba rechazo ante los hombres que se le insinuaban. Es algo que a las competidoras de un concurso de belleza les pasa todo el tiempo, incluso a la propia Ingrid. Aprendió a manejar esos idiotas gracias a Pamela. Por eso no podía creer que hubiera accedido a participar en una orgía. Porque eso es. No se lo puede denominar de otra manera.
Vio numerosas fotos de Pamela chupando una verga mientras pajeaba otras dos con sus manos, ni si quiera se había quitado el vestido con el que ganó el concurso. En otras ya aparecía completamente desnuda, pero con la corona aún en la cabeza. Era normal verla de piernas abiertas, sonriendo a la cámara, mientras le metían una gruesa pija por su delicada concha. La tenía completamente depilada. Ingrid recordó una charla con Pamela en la que le contó que ella nunca se depilaba la concha para los concursos, porque lo creía innecesario… era una parte del cuerpo que no debería mostrar. Evidentemente sabía que esto iba a ocurrir, porque fue bien preparada.
Pero chupar pijas y recibir semen en la cara parecía ser apenas el comienzo. También había sexo lésbico, algo que la dejó completamente descolocada. Nunca había oído a Pamela manifestar algún interés sexual por las mujeres. En numerosas ocasiones se vistieron juntas y no le pareció que la mirase de forma inapropiada.
Ahora Ingrid estaba viendo cómo Pamela le comía la concha a Sandra, una hermosa joven que gozaba de cierta popularidad por haber ganado el concurso justo antes que Pamela. Ésto también la impactó mucho, porque si bien esa Sandra no le parecía tan inocente como Pamela, Ingrid no podía imaginarla en ese contexto, con las piernas abiertas, ofreciéndole toda la concha a la que sería la nueva ganadora. En las imágenes no había movimiento, pero Ingrid pudo entender que Pamela chupó esa concha en serio, succionó los labios y el clítoris y metió la lengua en el agujero, mientras ―según pudo comprobar por otra foto―, uno de los tipos le metía la pija.
A pesar de su bronca, Ingrid comenzó a acalorarse. Traicionando sus propios principios, no tuvo más remedio que desnudarse y empezar a hacerse una paja. Llevaba más de una semana desde la última vez que se había hecho una, y fue solo para aliviar la tensión, antes de presentarse por segunda vez al concurso de belleza. Sin embargo en esta ocasión lo haría por pura calentura… una calentura que no quería admitir, que la avergonzaba. Empezó a frotarse el clítoris mientras miraba como Pamela se llevaba a la boca gruesas vergas, o cómo se abría de piernas, ofreciendo su concha para que fuera penetrada hasta el fondo. A veces alguna de las otras dos juezas participaban en el asunto, chupándole la concha a Pamela o dejando que ella se las chupara. Incluso a veces hasta se ponían a comer alguna verga y también se dejaban clavar.
El morbo traicionó a Ingrid y comenzó a preguntarse qué tan puta debe ser una mujer para participar en esa clase de locura sexual. ¿Qué se sentiría tener tantas vergas disponibles a la vez? Ingrid no era virgen, pero para ella el sexo siempre fue algo ligado al cariño. Solo tuvo sexo con dos de sus novios, y no fue nada tan espectacular como lo que hizo Pamela con cada uno de esos tipos. ¿Y las mujeres? ¿Por qué Pamela se pondría a chupar vaginas? ¿Acaso ahora es lesbiana? En varias imágenes la Reina de Belleza mostró su talento para chupar conchas, y parecía disfrutarlo mucho.
«Al menos se la está chupando a chicas muy lindas», pensó Ingrid, acalorada. Ella no podía imaginarse chupándole la concha a otra mujer… pero si se trataba de una tan bonita como para ganar un concurso de belleza, tal vez podría llegar a considerarlo. Solo… por curiosidad. Admira la belleza femenina, como cualquiera que participa en un concurso de belleza. Si Pamela le ofreciera su concha, para chuparla… ¿lo rechazaría?
Apartó esas ideas absurdas de su mente e intentó pensar con claridad. Si alguien le mandó esas fotos posiblemente sea para que ella se sintiera mal, por haber perdido contra la puta de Pamela. Podría ser una treta, para desconcentrarla, y llevarla a perder el certamen que iniciaría en pocos días.
Decidió que esto no le impediría coronarse como reina. Tal vez, una vez que ganara el concurso, usaría su poder e influencia para mostrarles a todos las fotos que recibió de Pamela. Para que el mundo supiera las sucias tretas que empleó esa chica para ganar. Pero de momento se concentraría en el concurso.
Llegó el día del certamen y mientras Ingrid se acomodaba el pelo en su pequeño camerino, recibió una inesperada visita.
Se trataba de Pamela. La puta de Pamela.
La recibió con los ojos chispeando de odio. Pamela se limitó a sonreír, con su bello rostro angelical, como si fuera la chica más pura y perfecta del mundo.
―Me imagino que ya habrás visto el email que te mandé ―dijo Pamela. Ingrid se quedó boquiabierta.
―¿Qué email?
―Ya sabés… el de las fotos. ―Le guiñó un ojo.
―¿Lo mandaste vos? ―Todo el mundo de Ingrid comenzó a desmoronarse. Eso no tenía ningún sentido. ¿Por qué Pamela se inculparía a sí misma?
―Sí. Lo mandé yo. Me imagino que te estarás preguntando por qué.
Ingrid hizo una pausa, necesitaba pensar… pero su cerebro estaba bloqueado. No entendía nada.
―¿Por qué me mandaste eso? ―Preguntó al fin.
―Es una tradición.
―¿De qué hablás?
―Yo no lo sabía… me enteré el año pasado, igual que vos. Sandra me mandó un email muy parecido al que recibiste vos, pero con fotos de ella.
―¿Ella hizo lo mismo? ―Preguntó como un acto reflejo, porque ya sabía que Sandra estaba involucrada en el asunto.
―Sí, y al igual que vos me puse loca. Quería denunciarla. Creí que Sandra había ganado el concurso por acostarse con los jueces.
―¿Y no fue eso lo que pasó? ¿No fue lo que vos hiciste? ―Le soltó Ingrid, con bronca.
―No. Aunque te parezca difícil de creer, no fue eso lo que pasó. Sentate y te explico bien. ―Ingrid tomó asiento solo porque quería que Pamela continuara hablando―. El concurso es real, gana la chica más hermosa… pero no se desarrolla de la forma en que todos piensan. ¿Nunca te preguntaste por qué insisten tanto en que las chicas de los años anteriores vuelvan a participar? ¿Nunca notaste que siempre gana alguna que ya haya participado antes?
―Sí, pero creí que lo hacían así para premiar a las que ya tuvieran algo de experiencia.
―No exactamente. Lo que ocurre es que la ganadora del concurso se decide un año antes. Cuando a Sandra le dieron la corona, ese año me seleccionaron a mí, para ganar el concurso del año pasado. Es decir, yo participé sabiendo que iba a ganar.
―Claro, porque te dejaste coger por todos los jueces, como una puta.
―¿Sabés una cosa, Ingrid? Al principio reaccioné igual que vos. Pensé que Sandra era una puta de mierda, por haber hecho eso… y yo me creía incapaz de hacer una cosa así. Coger con tanta gente… hombres y mujeres. Sexo oral, anal… eyaculaciones… uff.. de todo. Y lo amé… cuando pasó, lo amé. Fue la mejor noche de mi vida. Me dieron por todos los agujeros… nunca me sentí tan hermosa en toda mi vida. Fue maravilloso.
―Puta.
―Sí, puede que sea un poquito puta. Lo reconozco. Pasó un año de eso… y no fue la última vez que participé en sexo grupal. Después vinieron muchas fiestas… conocí a otras ganadoras de años anteriores. Llegué a participar en fiestas sexuales llenas de gente. Más de cincuenta personas en la misma fiesta. Llega un momento en que ya no sabés quién te está cogiendo. Es una locura.
―Me das asco.
―Sí, lo sé… a mí también me dio asco cuando Sandra me lo contó. Pero una vez que lo viví… ¿sabés qué pasa? Esas cosas te parecen una locura cuando crees que son irreales, cuando pensás que no pueden ocurrir. Sin embargo, cuando te aseguran que vos podés participar en eso… ahí la cosa cambia. Decime una cosa, Ingrid. Si yo te prometo que esta noche podés pasar la mejor noche de tu vida, cogiendo con cuatro tipos y dos mujeres. ¿Aceptarías? Pero… ah… ―levantó un dedo para que Ingrid no hablara―. Antes de responder algo, pensalo bien. Porque la propuesta es muy real. Si decís que sí… esta misma noche participás en una orgía, y vos vas a ser la reina. Todos vamos a estar brindándote placer a vos ―Pamela posó una mano en la pierna de Ingrid y la acarició hasta llegar a la entrepierna―. Te voy a comer la concha cada vez que me lo pidas.
Ingrid tragó saliva. Pamela era verdaderamente hermosa. Por más que ella asegurase que no tenía intenciones lésbicas, no podía negar que Pamela era un sueño de mujer… y tenerla entre las piernas, lamiéndole la concha…
―Pero… ¿tengo que decir que sí para ganar el concurso?
―No ―aseguró Pamela―. Esa es la mejor parte. Podés decir que no, y al concurso lo ganás igual. De hecho, ya lo ganaste. Todo lo que pase en el escenario no es más que una pantomima. Técnicamente vos ganaste el año pasado, porque yo te elegí como la próxima Reina de Belleza. Solo que la entrega de la corona es ahora. Además vas a poder elegir a la ganadora del año que viene, entre las demás concursantes. Y por supuesto, la que elijas va a tener el mismo premio que tuve yo y que podés tener vos.
―¿Vos hiciste lo mismo?
―Sí ―Pamela se acercó tanto que sus labios se tocaron―. Yo te elegí como ganadora para este año, porque me parecés muy sexy y hermosa. Te voy a ser sincera: quiero coger con vos. Desde hace rato. ¿Sabés cuántas pajas te dediqué Ingrid?
―No sabía que eras lesbiana.
―No sé si lo soy… hasta que probé la concha de Sandra, el año pasado… nunca había estado con una mujer. Pero durante este año chupé tantas conchas que… ¡uf! Me calientan las nenas. Y vos sos la que más cachonda me pone.
―O sea que ya tenés sexo con mujeres abiertamente.
―Sí, me di cuenta que conquistar a una mujer es mayor desafío que hacerlo con un hombre. Los tipos heterosexuales me ven y se mueren de ganas de coger conmigo. Si tengo ganas de pija, y el tipo está bueno, les doy el gusto. Pero si lo que quiero es un desafío, intento llevarme una chica linda a la cama, en especial las que dicen ser heterosexuales. Esas son las que más me calientan. Y te sorprenderías lo buena que puedo ser convenciéndolas de acostarse conmigo.
Ingrid no ponía eso en duda. Pamela es tan bonita que hasta una mujer heterosexual sentiría dudas si la invita a coger. Incluso ella no sabría que responder si le hiciera una invitación formal.
―¿Qué decís? ―Preguntó Pamela―. ¿Vas a participar en la orgía de esta noche? Es el festejo que toda reina de belleza se merece. Ya sabés, podés negarte. El festejo es la parte más linda, pero no es obligatoria.
―No puedo creer que te hayas animado a hacer eso… con tantos tipos.
―Yo tampoco me lo creía… pero cuando empecé a chupar pijas, ya no pude parar. Todo lo demás vino solo. Cuando me di cuenta, ya estaba desnuda, chupándole la concha a Sandra… y me estaban dando por el orto. Por cierto… esa fue la noche en que me desvirgaron la cola. No duele tanto como te imaginás, así que no tengas miedo. Estos tipos saben lo que hacen. A la tercera pija que me metieron en el orto, ya me sentía super experta en el tema. La monté como loca… es hermoso que te den por el culo y que al mismo tiempo te metan otra verga en la concha. Tenés que probar eso. Me lo dijo Sandra y no le creí… pero ahora doy fe de que es una sensación maravillosa. Te va a encantar.
―Me parece demasiado… no me imagino recibiendo una verga… por la cola.
―Eso mismo pensaba yo… y ahora entrego el orto cada vez que me cogen. La semana pasada me garcharon entre tres tipos… no eran los jueces, sino otros. Y le entregué el culo a los tres, sin que me lo pidieran. ¿Sabés por qué?
―Porque sos puta y te gusta que te den por el culo ―Ingrid tragó saliva, no dijo esas palabras para humillar a Pamlea, sino que las dijo como si de pronto hubiera descubierto una gran verdad.
―Así es… me encanta coger. Pasé un año maravilloso. Muchas veces terminé en un hotel con tres tipos metiéndome la pija por todos los agujeros. Si querés sentirte la mujer más hermosa del mundo, no lo vas a lograr en un concurso de belleza. La mejor forma de sentirse hermosa es coger con tres o cuatro tipos a la vez. Ser el centro de atención. Que te miren como si fueras una diosa sexual. La mejor forma de rendirle homenaje a mi belleza es que me llenen la cara de semen. ¡Me encanta! Por supuesto que también me gusta que me acaben en la concha o que me llenen el culo de leche, es muy rico; pero me encanta ver mi cara cubierta de leche. Me calienta un montón.
―Es que tenés una carita muy linda. ―Ingrid habló sin pensar―. Hasta yo admito que es sexy verte con semen en la cara.
―Muchas gracias, Ingrid. Y ya vas a ver, tu vida va a cambiar radicalmente. Te podés sumar a esas fiestas conmigos ―Ingrid sintió un escalofrío corriéndole por la espalda porque sabía que era una posibilidad muy real―. No sé cómo tardé tanto tiempo en sumarme a estas fiestas. Bueno, antes ni sabía que existían, creía que era algo que se hacía en las los videos porno y nada más.
―Pero existen…
―Sí, y vos podés participar en esas fiestas. Tenés tiempo para pensarlo. El concurso recién va a empezar. Yo voy a ser una de las juezas… y el año que viene vas a estar vos, ocupando el lugar de Sandra. Cuando ganes, vas a tener que decidir si vas a participar en el “festejo”. También tenés que elegir, entre las demás concursantes, quién va a ganar el año que viene.
Pamela estaba por salir del camerino, pero Ingrid la detuvo, sujetándola del brazo.
―¿De verdad me elegiste como reina? ―La rubia miró a Pamela con una enorme sonrisa en los labios.
Pamela se acercó y le dio un cálido beso en la boca, incluso llegó a meter su lengua. El beso se extendió durante largos segundos. Ingrid se dejó llevar, hacía tiempo que alguien no le comía la boca con tanta pasión.
―Sos hermosa ―le dijo Pamela―. Te merecés la corona… y mucho más. Y no tengas miedo de ser un poquito puta… acá nadie te va a juzgar. Te lo digo por experiencia. Los otros jueces ya me vieron en actitudes re putas… suplicando para que me cojan por el orto a tipos que ni siquiera conocía… y me aprecian igual. Esta noche es tu bautismo como Reina… y como puta. Sandra también va a estar ahí para guiarte.
Cuando Pamela se fue, el corazón de Ingrid empezó a latir con mucha violencia. Tenía que pensar en demasiadas cosas. Le ponía feliz saber que sería la ganadora, solo debía sonreír a los jueces y al público… y le darían la corona. Y después… ¿qué haría después?
Ingrid subió al escenario y cumplió con su papel a la perfección. Si la iban a coronar, quería que todo el público sintiera que lo merecía. Resolvió cada instancia haciendo uso de todo su carisma, y mostró su mejor sonrisa.
Sin embargo comenzó a sentir miedo cuando vio cómo los jueces se maravillaban al ver a la hermosa Lizzie, con sus pequitas y su delicado cuerpecito. La muy yegua estaba usando un top blanco que le marcaba los hinchados pezones. Lo peor de todo es que parecía ser algo que no calculó, que simplemente se dio así por casualidad.
¿Y si Pamela la había notado demasiado dubitativa? Ya la imaginaba diciéndole a los jueces: «No hubo caso con Ingrid, no se mostró muy predispuesta a las orgías. Este año la ganadora debería ser otra». Y esa otra podía ser Lizzie y sus tetitas de merengue. Su belleza era tan imponente que le parecía ridículo que no le otorgaran el premio a ella.
Al acercarse las últimas instancias del certámen ya estaba completamente desesperada. Aprovechó una pausa y se acercó a Pamela, que fue a buscar un café. No tenían permiso de hablar con los jueces detrás del escenario; pero Ingrid decidió tomar un riesgo.
―Quiero que sepas que voy a hacer todo. Todo lo que sea necesario. Chupo pijas, me dejo dar por la concha… te la chupo todo lo quieras, a vos y a Sandra. A las dos juntas, si quieren. Que me rompan el orto entre los cuatro jueces. Que me bañen en semen. No me importa. Yo quiero ganar. Mirá, para que veas lo decidida que estoy…
Se arrodilló, levantó la corta pollera de Pamela y no se sorprendió al ver que no llevaba ropa interior. Le pasó la lengua sin dudarlo. Lamió entre los labios, saboreando los jugos femeninos y luego le chupó el clítoris. La acción duró apenas unos segundos, porque no quería que nadie las sorprendiera.
Cuando Ingrid terminó, Pamela no dijo nada. Se alejó con su vasito de café y volvió a conformar la mesa del jurado.
Ingrid volvió al escenario para el certámen final. Tenía los nervios a flor de piel. Se mostró decidida, sí; pero quizás fue demasiado tarde. Lizzie estaba radiante y cuando los jueces anunciaron el nombre de la ganadora, Ingrid creyó que mencionarían a esa bonita pecosa de rasgos inocentes.
Por eso su sorpresa fue genuina al escuchar su propio nombre. El concurso podía ser una pantomima, pero fue su forma de celebrar la que convenció al público de que la victoria no había sido pactada previamente. Ingrid lloró de emoción, se abrazó con Lizzie, quien tuvo que conformarse con el segundo lugar, y saludó al público.
Le dieron la corona y, entre lágrimas y aplausos, saludó a todos los jueces (en especial a Pamela). Luego abrazó a todas y cada una de las demás concursantes. Nadie lo notó, pero se quedó unos segundos más abrazando a Lizzie, sintiendo el calor de su cuerpo. Ingrid se excitó cuando sus manos rozaron el inicio de la cola de esa hermosa pecosa.
Ingrid estaba tan feliz que, cuando todo el evento terminó, se presentó ante la puerta que Pamela le indicó, usando su tiara, que la identificaba como Reina de Belleza. El pecho le latía con violencia y las manos le sudaban. ¿De verdad iba a hacer eso? Algo que consideraba tan sucio… tan impropio de una dama.
Sí, era el precio a pagar por la victoria.
La hicieron pasar a una habitación donde los cuatro jueces la esperaban desnudos, con la verga erecta. Ingrid se emocionó al ver eso, era un tributo a su belleza. Como si dijeran «Así de dura la tenemos por vos».
Antes de que se diera cuenta, Ingrid ya estaba de rodillas, esforzándose para meterse una pija hasta el fondo de la garganta. Y fue tal como se lo contó Pamela, una vez que empezó a chupar vergas, perdió el control sobre sus actos. Recibió la primera descarga de semen en la cara y se sacó una foto idéntica a la primera que vio de Pamela. Le explicaron que esa era la auténtica ceremonia de coronación. Ahora sí que era una auténtica Reina de Belleza.
Se quitó la ropa y lució con orgullo todo su cuerpo desnudo. Tenía la concha totalmente depilada, demostrando que previamente ya había considerado la posibilidad de participar en la orgía. Pamela se arrodilló ante ella, como señal de respeto de una Reina para otra, y empezó a chuparle la concha. Fue delicioso ver a una chica tan hermosa pasándole la lengua entre los labios vaginales. Después se besaron con pasión. Pamela le agarró las mejillas con la punta de los dedos y le dijo:
―Qué bien la vamos a pasar juntas. Quiero hacer todo con vos. Quiero ser tu puta.
Eso conmovió a Ingrid. Pamela, esa Reina de Belleza que consideraba incluso más hermosa que ella, se había rendido a sus pies y se ofrecía como tributo.
―Vas a ser mi puta ―le devolvió el beso.
Minutos más tarde Ingrid ya estaba acostada en una cama, con las piernas bien abiertas y una gruesa pija entrando por su concha, tenía otras dos en las manos y junto a ella Pamela y Sandra le comían la verga al cuarto juez.
Uno por uno fueron pasando por la concha de Ingrid y con cada verga que la poseía la rubia se sentía aún más hermosa.
El mejor momento de la celebración vino cuando se puso en cuatro para comerle la concha a Pamela. De inmediato entendió que chupar conchas sería algo normal por el resto de su vida. La experiencia fue demasiado rica como para no volver a vivirla. Uno de los jueces se colocó detrás de ella y empezó a empujar su verga, para desvirgarle el culo. Ingrid se moría de ganas de probar la doble penetración. Sabía que montaría de a dos pijas durante el resto de la noche.
―¿Quién va a ganar el concurso el año que viene? ―Le preguntó Pamela, mientras el segundo juez le daba por el culo.
―Uf… Lizzie, por supuesto. Pero solo si se va a dejar coger. De lo contrario no. Quiero ver como a esa pecosita la rompen toda a pijazos, quiero que le taladren el orto, como me lo están haciendo a mí. Quiero que le borren las pecas a lechazos. Quiero que me meta la lengua hasta el fondo de la concha. Quiero que sea mi muñequita sexual.
―Y lo va a ser ―aseguró Pamela―. Ahora sonreí a la cámara, tenemos que preparar las fotos para mostrarle a Lizzie.
Ingrid mostró su sonrisa más simpática y luego se tragó una buena verga. Le calentó muchísimo saber que la próxima Reina de Belleza vería esas fotos. Solo se lamentó tener que esperar un año completo para poder verla sometida a cuatro pijas bien anchas y venosas.
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