Intriga Lasciva - El Instituto [45]

Capítulo 45.

La Sinceridad de Sofía.

Erika ya no sabía qué hacer para captar la atención de Siara. Tuvo una idea al considerar que el club de detectives es muy importante para su amiga y trabajó para que la reunión de ese día fuera lo más agradable posible. Trajo la cafetera de su casa (seguramente su padre se llevaría una gran sorpresa al despertarse) y preparó unos muffins decorado con crema de colores chillones. En el lugar de Siara uno fucsia y blanco con carita sonriente. Aún recuerda cómo, hace unos años, le preparó uno exactamente igual y que a Siara le gustó mucho. Tanto que terminaron en una de esas picantes sesiones de “mejores amigas”. Por algún extraño motivo la crema del muffin terminó esparcida en los pezones de Erika y Siara la lamió toda. Lo hizo con sumo cuidado, tomándose su tiempo para succionar cada pezón y dejarlo bien limpito… mientras acariciaba el clítoris de Erika por debajo de la tanga.

La puerta del salón se abrió. Siara se quedó dura al ver la mesa cubierta de coloridos muffins, el olor a café le golpeó en la cara y le mejoró el estado de ánimo. Conmovida se acercó a Erika, quien no se animó a levantar la mirada. Seguía acomodando el muffin fucsia de su amiga como si aún no hubiera encontrado la posición perfecta.

Conmovida, Siara la abrazó por detrás y sin previo aviso le metió una mano dentro del pantalón. Erika se estremeció al sentir el dedo de su amiga hurgándole la concha.

—¿A qué se debe esto? —Preguntó Erika.

—Quiero ver si todavía se te moja la concha cuando yo te toco.

—Meteme los dedos bien adentro y vas a ver cómo me mojo toda —apoyó la espalda contra las tetas de su amiga.

Siara introdujo dos dedos bien hondo en esa concha y los movió, acariciando las paredes internas. Pudo sentir como rápidamente se le llenaban de flujos sexuales. Besó a Erika en el cuello y luego le dijo al oído:

—Si querías probar una concha, tendrías que haber empezado con la mía.

Erika tuvo un momento de iluminación. ¡Por fin entendió por qué su mejor amiga estaba tan enojada con ella!

—Ay, Siara… yo… pero, amiga… ¿no te acordás? —Le mostró el muffin fucsia—. ¿Qué pasó cuando te di esto?

—Mmm… lamí la crema de tus tetas…

—Ajá… ¿y después? ¿Qué hiciste con mi muffin? El que era igual que ese —señaló uno celeste y blanco, que había puesto en su lugar.

—Estuve a punto de pasármelo por las tetas… pero en lugar de eso, me lo pasé por el pubis.

—Así es… y me dijiste que si yo quería la crema… tenía que juntarla con mi lengua. Me acuerdo que la tenías bien depilada… yo empecé a lamer y…

—Eso no cuenta. No fue sexo oral.

—¿Cómo que no?

Erika se dio vuelta y bajó el pantalón de Siara. Ella no protestó. Luego agarró el muffin celeste y se lo pasó por el pubis completamente depilado. Empujó a Siara, para que se sentara y separó sus piernas.

—Lo hice así… empecé por arriba, la zona púbica…

Pasó lentamente la lengua por allí. La mente de Siara comenzó a llenarse de memorias de aquella tarde. Recordaba cómo la lengua de Erika le había causado un agradable cosquilleo que casi la lleva a tocarse el clítoris. No lo hizo porque no quería llenarse los dedos de crema… la crema era para Erika.

La Erika del presente bajó más, igual que la del pasado, y allí fue cuando lo recordó. El clítoris. Empezó a lamerlo y ella se estremeció. En aquel momento sentía que su amiga estaba yendo demasiado lejos. Lamer pezones podía ser parte de un juego, pero… lamer el clítoris ya era… ¿sexual? Lo hizo con tanta ternura, tanta delicadeza, que de alguna forma no se sintió como algo obsceno. Usó siempre la punta de la lengua, como si su único objetivo fuera limpiar la crema; pero al mismo tiempo provocó cosquilleos placenteros en la punta del clítoris. Incluso Siara recordó que hubo dos lengüetazos, sí dos… exactamente dos. Esos pasaron desde la base de su concha hasta el clítoris. Primero uno y se quedó jugando un poquito con en ese botoncito femenino, y después vino el otro.

—La primera concha que probé fue la tuya —le dijo Erika, imitando cada movimiento de aquella tarde—. Quizás para vos no contó, pero para mí sí. Fue el día que descubrí mis inclinaciones lésbicas.

Hizo algo que no había hecho en aquella ocasión: le dio un fuerte chupón al clítoris y luego comenzó a succionar entre los labios vaginales. Para Siara ésta es la primera genuina experiencia de sexo oral con Erika, para ella esas pequeñas lamidas no contaron, eran parte de un juego inocente. En cambio esto… esto sí que es sexo lésbico del bueno.

Aunque, pensándolo bien… si esas sutiles lamidas marcaron tanto a Erika…

La puerta se abrió otra vez, varias personas ingresaron al salón.

—No dejes de chupar —suplicó Siara—. Seguí… seguí…

Erika ni siquiera se dio vuelta para ver quiénes habían entrado. Si Siara le decía que podía seguir chupando, confiaba en ella plenamente.

Entre las recién llegadas estaban las otras integrantes del club, acompañadas de dos mujeres más: Sofía Levitz y Cándida Zambrano.

—Bue… parece que ya se les hizo costumbre que esto sea un cogedero —dijo Sofía.

—Sí, empezó a ser un cogedero el día que vos le comiste la concha a Brenda Ramallo.

Sofía se puso roja como un tomate, algo que la hizo lucir increíblemente hermosa. Acomodó sus grandes anteojos redondos y se sentó en una silla cercana a la acción. Seguramente más de una habrá notado que ella quería ver cómo Erika comía concha. No le importó lo que piensen. De verdad quería verlo. Además… la concha de Siara… uf… ella también tenía ganas de probarla. Le fascinó ver cómo Erika chupaba con fuerza, como una lesbiana consumada que está orgullosa de serlo. Algo que Sofía consiguió solo en contadas ocasiones, cuando la venció la calentura.

—Cándida, espero que no te moleste —dijo Oriana—. No creo que estas dos se detengan.

—Me da igual —dijo Candy, encogiéndose de hombros—. La gente se escandaliza demasiado con el sexo. Yo no. Yo creo que detrás de cada acto sexual hay una gran historia. Me gustan las historias. Sigan cogiendo, chicas, a mí no me molesta.

Y para demostrarlo, se sentó frente a Sofía Levitz, justo al lado de la cabecera donde estaban Erika y Siara. Las demás se fueron sentando en sus lugares de siempre. Siara explicó, con total naturalidad, que Erika había traído muffins y café para todas. Cuando Sofía tomó el muffin celeste y lo acercó a la boca, Siara le dijo:

—Te aviso que Erika me lo pasó por la concha.

Sofía se detuvo en seco. Miró a Siara a los ojos, sonrió y le dio un buen mordiscón al muffin.

—Está muy rico.

Siara le devolvió la sonrisa.

—Mmm… Ori, guardemos un par de muffins para más tarde —propuso Xamira.

Oriana agarró tres muffins de la bandeja. Uno para ella, y dos para después.

—Qué bueno saber que vas a ayudarnos, Candy —dijo Yelena, iniciando oficialmente la reunión—. Me ayudaste un montón cuando tuve problemas en el instituto. Tu nota generó un gran revuelo.

—Gracias. Ese es el poder de la prensa. Le tengo mucho cariño a ese artículo. De todo lo que escribí, es lo que se volvió más viral.

Mordió un muffin con crema violeta y ésta le manchó la nariz. Todas las presentes (excepto Erika, porque no la vio), pensaron que estaba adorable. Candy tiene unas facciones casi infantiles, no aparenta su edad. En esa reunión parece la más joven, cuando en realidad es la mayor de todas. Su cuerpo tan menudo y su carencia casi total de tetas no ayudan a sumarle años. Y el atarse el pelo con dos colitas que salen de la parte superior de su cabeza le da el toque final. Es lo que Erika conoce en la jerga del anime como una “loli”; pero sabe que si le comentara eso a Candy, moriría asesinada por sus propias manos.

—Te llamamos justamente porque queremos que escribas un artículo —dijo Xamira, mientras servía café a todas, menos a Siara y a Erika que estaban muy concentradas en lo suyo—. Tenés que escribir algo sobre las filtraciones que ocurrieron en el instituto.

—Qué curioso, pensé que el instituto estaba haciendo todo lo posible para que este asunto se hable poco y nada en la prensa.

—Así es —comenzó Sofía—. Pero saben que no pueden frenarlo para siempre. Las integrantes de la Junta Directiva están preocupadas de que la culpa recaiga sobre ellas.

—Ah, ya veo. Están buscando un chivo expiatorio —Candy mordió otra vez el muffin y lo bajó con un buen sorbo de café.

—Algo así —siguió Sofía—. Quieren responsabilizar a alguien sobre esto… y lo mejor es que sea el genuino responsable. ¿No?

—Esa es la intención —siguió Oriana—. Te vamos a ayudar con la investigación en todo lo que necesites; pero la periodista sos vos.

—Me encanta investigar —aseguró Candy—. Es mi parte favorita de mi trabajo. Si necesito que me den una mano, les aviso. Eso sí, aclaro que no me voy a medir ni un poquito con los detalles. Acá hay temáticas sexuales muy diversas, temas tabúes sobre los que la gente querrá saber más. No me pidan que censure nada.

—Vos decidís todo sobre el artículo —le aseguró Yelena—. No lo haríamos de otra forma.

—Perfecto, me alegra saber que nos entendemos.

—En este pen-drive está toda la información que tenemos sobre ese caso —dijo Oriana, colocando el pen-drive sobre la mesa—. Sofía está acá para representar la Junta Directiva. No me gusta tener que compartir información con esas arpías; pero es el acuerdo que hicimos.

—Oh, interesante —dijo Candy con una sonrisa—. Así que Sofía representa al enemigo…

—Sobre eso quería hablarles —dijo Sofía Levitz. El carácter fuerte que solía mostrar detrás del escritorio del consejo estudiantil parecía haberse esfumado—. Por favor, no se burlen de mí. Lo que voy a decir es en serio. —Todas las presentes la miraron, incluso Erika dejó de comerle la concha a Siara y giró la cabeza—. ¿Puedo ser parte del club? —Sus mejillas se enrojecieron al máximo.

Hubo silencio. La rubia tuvo miedo.

—¿Por qué querés entrar al club? —Preguntó Siara.

—Em… sé que mi relación con ustedes no fue buena desde el principio. Las traté muy mal. Voy a ser honesta: el día que fundaron este club pensé que era una estupidez. Un jueguito de chicas nerds inadaptadas. Sin embargo… me di cuenta de que la paso bien con ustedes y que todo este asunto de investigar… em… está bueno. Parece divertido. Además… creí que les molestaba lo que hice para escalar posiciones…

—Lo que nos molestó —interrumpió Siara—, fue que no fueras honesta y pretendieras decirnos que eso nunca pasó.

—Exacto. En ese momento me di cuenta de que ustedes no me van a juzgar por cómo soy, o por las cosas que hice… siempre y cuando sea honesta.

—Así es —aseguró Oriana—. Sabemos que usás el sexo para conseguir ventajas académicas. Si querés entrar al club, podés empezar a sincerarte con eso.

—Uy, esto se pone interesante —dijo Candy.

—No me gusta hablar de este tema… pero les cuento todo si me prometen aceptarme en el club.

—Si hablar de esos temas te molesta, bueno… miralo como una forma de compensarnos por la forma en que nos trataste. —dijo Siara—. Si sos sincera con nosotras te vamos a aceptar. Pero hay una condición más: tenés que ser fiel al club. Los intereses de Veritas Sectatores están por encima de los intereses del instituto. ¿Sabés lo que eso significa?

—Que tendré que hacer cosas que perjudiquen al instituto, si eso favorece a este club. Entiendo perfectamente. —Mostró una radiante sonrisa—. A la mierda con el instituto. Me importa un carajo si tienen que echar a todas las arpías de la Junta Directiva. Yo trabajo para ustedes.

—No trabajás “para nosotras” —dijo Erika, sin mirarla—. Si entrás al club, sos una de nosotras. Sos parte del equipo y también tomás decisiones.

—Eso me gusta todavía más. Gracias, chicas, de verdad. Yo… em… me cuesta decirlo; pero creo que ya lo saben. No tengo amigas. Ni una sola. Ustedes son las primeras con las que sentí que podía generar un vínculo de confianza… y sé que con ustedes puedo ser yo misma. No necesito esconderme detrás de una máscara de perfección. Puedo ser sincera.

—A ver si es cierto —dijo Xamira—. ¿Qué opinás de las filtraciones de material porno que tiene que investigar Candy?

—Sinceramente… me dan morbo. Sí, me siento un poquito mal porque creo que algunas chicas no merecían eso; pero… uf… me pasé los últimos días mirando todo y no les puedo explicar la cantidad de pajas que me hice. El porno tradicional no me calienta. Para excitarme de verdad tengo que ver gente conocida teniendo sexo. Soy voyeurista. Nunca se lo conté a nadie. Me encanta espiar a la gente mientras cogen.

—¿Y estás involucrada de alguna manera con esas filtraciones? —Preguntó Siara—. No nos vamos a enojar, si decís la verdad.

—Ayudé a Fermín a robar bolsos de los vestuarios. Si las filtraciones salieron de esos robos, entonces estoy involucrada indirectamente.

—Los robos no tuvieron nada que ver con las filtraciones —dijo Erika—. Eso ya quedó aclarado.

—Así es —continuó Xamira—. Era una broma del mal gusto de parte de Fermín y con eso le “pagaban” al portero por sus servicios. El muy hijo de puta aprovechaba cuando veía a pendejas deambulando desnudas por el colegio y se las cogía a cambio de ayudarlas.

—Uy, ¿eso lo puedo publicar? —Preguntó Candy.

—De momento, no —le dijo Erika—. No queremos que echen al portero. Todavía nos puede servir, además… no está relacionado a las filtraciones.

—Ufa, bueno… está bien. Pero si algún día cambian de opinión, quiero tener la primicia.

—¿Sabías que el portero se cogía a las chicas que deambulaban desnudas? —Le preguntó Siara a Sofía.

—Sí. Lo supe siempre. Yo espiaba cuando lo hacía. Me daba mucho morbo ver cómo se cogía a esas pendejas. Incluso a algunas las elegía yo, porque me parecían lindas y quería ver como Rogelio las llenaba de pija. Perdón, sé que no soy buena persona… estas cosas me dan mucho morbo.

—Está bien —le dijo Oriana—. Acá todas tenemos nuestros morbos particulares. A mí también me gusta el voyerismo, así que te entiendo. Aunque yo lo disfruto más en fotos y videos. Creo que vos lo preferís en vivo y en directo.

—Sí —sonrió para Ori—. Me calienta mucho más si el acto está ocurriendo frente a mí. Y lo que hacía Rogelio Zapata me calentaba tanto que a veces fingía que me habían robado la ropa… para que me cogiera. Incluso a veces llevaba a otras chicas conmigo. Perdón Erika si te cogió por mi culpa.

—No pasa nada. Son gajes del oficio. Me molestó mucho en el momento, pero ya pasó. Al final nos sirvió para entender que en este instituto pasan cosas turbias.

—Muy bien, Sofía —dijo Siara—. Eventualmente nos contarás más cosas de vos, aunque ya me imagino cómo habrás conseguido ese puesto en el centro de estudiantes.

—Le chupé la pija al decano… varias veces. No es ningún secreto. A esta altura creo que ya lo saben perfectamente. Tampoco les va a sorprender si les cuento que hice favores sexuales a profesores y profesoras para conseguir mejores notas.

Siara sintió un cosquilleo en la boca del estómago. Su madre estaría orgullosa de Sofía por haber usado el sexo a su favor.

—Muy bien —dijo—. Candy, si necesitás ayuda con tu investigación, no dudes en pedirla. Damos por concluída la reunión de hoy. Sofía, prepará un informe sobre la Junta Directiva. Queremos saber todo sobre esas arpías.

—Ya mismo me pongo con eso.

—Ahora, si no les molesta, quisiera quedarme a solas con Erika.

—Bienvenida al club, Sofía —dijo Oriana.

—Muchas gracias. Estoy muy emocionada. Les prometo que haré todo lo posible para contribuir con el club.

Todas las presentes se retiraron, llevándose los muffins restantes, y dejaron solas a Siara y a Erika.


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Sofía Levitz regresó a la oficina del centro de estudiantes. Allí la esperaban tres mujeres: Esperanza Conte, Malena Santino y Ofelia Nardeli. Las tres forman parte de la Junta Directiva.

—¿Y? ¿Cómo te fue? —Preguntó Malena Santino, la regente del instituto.

—Excelente. Se lo creyeron todo. Ya soy miembro del club… al menos de palabra. Tendría que hacer la inscripción formalmente.

—¿Vieron? Les dije que iba a funcionar —Ofelia Nardeli infló con orgullo su imponente busto. Se miró en su espejito de mano. Dio sutiles toques a sus labios pintados de un rojo excesivamente chillón. Sus rasgos afilados son bonitos por naturaleza, pero con todo ese maquillaje y el pelo teñido de un rojo caoba parece una prostituta VIP; aunque nadie se atreve a decírselo.

—No hagas la inscripción —propuso Esperanza Conte—. Va a ser más fácil así, en términos burocráticos. Si tenemos que expulsar a todas las putas que integran ese club de mierda, al menos podemos conservarte a vos.

—Muy bien.

—Nunca me imaginé que escucharía a la profesora de teología diciendo groserías —comentó Ofelia Nardeli.

—Es que me tienen harta con sus jueguitos. Las echaría ya mismo si pudiera demostrar que están metidas detrás de las filtraciones.

Sofía sabía muy bien lo que ocurría. Gabriela Conte, hermana menor de Esperanza, había sido una de las víctimas de la filtración. Así descubrió, con horror, que su dulce hermanita es amante de las vergas negras bien grandes, y que le encanta que le den por el culo. Sofía se pajeó muchas veces mirando ese material. Y como si esto fuera poco, también perdió la confianza en su alumna favorita: Felicia Meritani. Los videos filtrados dejaron bien en claro que a esa pendeja también le encanta el sexo anal, aunque ella prefiere meterse objetos de diversos tamaños.

—¿Vos creés que esas chicas tienen algo que ver con las filtraciones? —Preguntó Malena Santino.

Sofía no estaba tan convencida de eso, pero sabía que si lo decía perdería su gran oportunidad de actuar como espía para la Junta Directiva. Esto podría traerle grandes beneficios en el futuro. Quizás algún buen puesto de trabajo en una importante empresa.

—Creo que sí. No estoy del todo segura, pero es obvio que saben más de lo que me contaron.

—Muy bien, tenés que hacer todo lo posible para conseguir algo potente —dijo Esperanza—. Tiene que ser algo lo suficientemente bueno como para que ni sus madres, con todo el dinero del mundo, puedan defenderlas.

—Confíen en mí. Sé lo que estoy haciendo. Le voy a demostrar a esas pendejas que conmigo no se jode.

—Me alegra que todo esté marchando bien —dijo Esperanza—. Me voy. Si hay alguna novedad, me mandan un mensaje.

—Antes de que te vayas —la detuvo Sofía—, quiero saber si entendés que hay un precio a pagar.

—No te vamos a dar dinero…

—No me refiero a eso. Esa boludita de Cándida Zambrano va a escribir una nota contando todo sobre las filtraciones —las tres mujeres se pusieron tensas—. Eso afectará de forma negativa al instituto. No lo podemos detener. Tarde o temprano el asunto se volverá viral en internet… al menos en el club de detectives quieren descubrir al auténtico responsable y exponerlo.

—Entiendo —Esperanza meditó durante unos segundos—. Quiero que hagas todo lo posible para ayudarlas a encontrar a los responsables, en especial si fueron ellas. Tenemos que minimizar los daños.

Esperanza conte se retiró sin agregar nada más.

—Que maleducada —dijo Ofelia—. Ni siquiera saluda.

—Ya sabés cómo es —comentó Malena, estaba por decir algo más cuando vio que Ofelia se quitaba la pollera y la tanga, quedando desnuda de la cintura para abajo—. Ay, ¿otra vez con eso? ¿No podés esperar a que yo me vaya?

—Si querés, también se lo podés pedir. Ya te lo dije. Vení Sofi, ya sabés lo que tenés que hacer.

Giró la silla que estaba al frente del escritorio y se sentó con las piernas abiertas. Separó con los dedos los gajos de su vagina depilada. Sofía Levitz no protestó. Se arrodilló frente a Ofelia y comenzó a lamerle la concha.

—No entiendo cómo te puede gustar eso. Sos casada, Ofelia.

—Mi marido no me chupa la concha. Y no te das una idea de lo buena que es esta rubiecita. Le gusta trepar. Si sabe que puede conseguir algo a cambio, te la chupa sin dudarlo. Vos también deberías aprovechar.

Sabía perfectamente cuáles eran los “beneficios” que recibía Sofía a cambio. Por un lado estaba el poder en el instituto, como directora del centro de estudiantes solo estaba jerárquicamente debajo de la Junta Directiva, del Decano y de ella misma: Malena Santino, la regente. Además las integrantes de la Junta podrían dar excelentes recomendaciones para empresas importantes.

—No soy lesbiana.

—Me ofendés, Malena. Yo tampoco soy lesbiana —aclaró Ofelia, mientras se desabrochaba la camisa. Sacó una de sus grandes tetas y comenzó a masajearla. Sofía le estaba metiendo la lengua en la concha, haciéndola vibrar de placer—. Uf… qué delicia. Hacerce chupar la concha por una mujer no es ser lesbiana. En todo caso, la tortillera es ella. A ella sí que le gusta. Se nota. No lo hace solo por los beneficios. Le gusta mi concha. ¿No es cierto? —Sofía Levitz no respondió, pero le dio un fuerte chupón al clítoris, provocando que Ofelia gimiera—. Dale, sacate la pollera y dejá que esta putita te coma la concha.

—No sé, me parece… inapropiado. Y me da vergüenza.

—¿Me vas a decir que te da vergüenza que te vea la concha? Es una concha, Malena…

—Obvio que no es por eso. Lo que me da vergüenza es que me veas… excitada.

—Mm… me estás viendo excitada. Así soy cuando tengo la concha muy mojada. Dios… sí, chupala así… uff… dale, así… mmhhh. Somos amigas desde hace muchos años, Malena. Ya nos tendríamos que haber visto las conchas mil veces y bien mojadas… ¿nunca te hiciste la paja con una amiga?

—Emm… no, nunca.

—¿Y vos rubiecita?

—Tampoco —respondió y volvió a lamer.

—No te creo. Con lo tortillera que sos debiste hacerlo un montón de veces.

Sofía no respondió a esto. Tuvo sexo con varias mujeres, pero ninguna que pudiera considerar su amiga.

—¿Ves? Vos lo dijiste… es de tortilleras hacer eso.

—No, Malena. Me refería a que si yo lo hice varias veces, ella también debió hacerlo.

—¿Y con qué amigas hiciste eso?

—Con las del instituto. Alguna vez tuve la edad de Sofía y fui alumna de este instituto. A veces hacíamos pijamadas y… bueno, hacíamos concursos de pajas —soltó una risita—. Ganaba la que acababa primero. No valía fingir. Si alguna fingía, nos dábamos cuenta. Y la que fingía tenía que comerle la concha a la que la descubría —volvió a soltar una risotada—. Yo descubrí a varias fingiendo.

—¿Y alguna vez te descubrieron a vos?

—Dejá de hacer tantas preguntas, Malena. Abrí las piernas y dejá que Sofi te muestre su talento. No te vas a arrepentir.

—Dios… las cosas que me hacés hacer.

Malena Santino se quitó la pollera y la tanga, ella se sentó sobre el escritorio y abrió las piernas. Ofelia acarició su abundante vello púbico.

—La tenés peludita.

—Siempre preferí tenerla al natural, me gusta más así.

—Si es una decisión estética, lo respeto. Aunque yo prefiero tenerla bien peladita. Vení, Sofi… te vas a comer una araña bien peluda —soltó una risa y Malena también se sumó.

—Cuidado que estas es de las que pican —las dos se rieron otra vez—. Ay, no puedo creer que esté haciendo esto. Me siento como una adolescente en una pijamada.

—¿Ves? Eso es lo lindo… ahora, abrí bien esa concha peluda para que Sofi te meta toda la lengua.

Fue la misma Ofelia quien se encargó de abrir con sus dedos la concha de Malena. Sofía se acercó y comenzó a pasarle la lengua por el centro jugoso y luego lamió repetidas veces el clítoris.

—Uf… es… rico —Malena se retorció de placer, sus ojos se entrecerraron—. ¿Así te la chupaban tus amigas cuando las sorprendías fingiendo?

—Sí, igualito a como lo hace ella. Tenía una amiga rubiecita, muy parecida a Sofi… era un primor. Me encantaba sorprenderla fingiendo. Era la que mejor chupaba concha. La chupaba tan bien que me hacía acabar —dijo mientras se colaba dos dedos en la vagina y los movía rápidamente.

Incentivada por su amiga, Malena Santino comenzó a frotarse el clítoris. La lengua de Sofía estaba haciendo maravillas con su concha, definitivamente nunca se la habían chupado así. Además sintió el morbo de tener a una alumna del instituto practicándole sexo oral.

—Uf… qué rico… qué rico…

—¿Ves? Te dije que te iba a gustar. Hace más de un año que estoy disfrutando de los servicios de esta putita y te aseguro que cada vez lo hace mejor.

—No sabía que una mujer pudiera chuparla tan bien. Debió ser muy intenso tener a una de tus amigas chupándotela en esas pijamadas.

—Intensa fue la vez que sorprendí a dos fingiendo… y me tuvieron que chupar la concha entre las dos. Dos lenguas son mejores que una…

Ofelia abrió la concha de su amiga con los dedos y con la punta de la lengua le lamió el clítoris.

—Ay, Ofelia… esto ya es… un poquito demasiado. ¿No te parece?

—Es solo una chupadita, Malena. No te escandalices tanto.

Las lamidas de Ofelia se volvieron más intensas y se coordinaron con las de Sofía. Cuando una chupaba los labios, la otra subía al clítoris… y viceversa.

—¿Alguna vez te sorprendieron fingiendo un orgasmo en una de esas pijamadas? —Volvió a preguntar Malena.

—¿Y a vos qué te parece?

Le dio un fuerte chupón al clítoris. Malena soltó un agudo gemido.

No quería acusar a Ofelia de tortillera ni nada de eso, ahora solo quería disfrutar de la increíble sesión de sexo oral que esas dos bellas mujeres le estaban regalando.


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Xamira estaba en el cuarto de Oriana lamiendo la crema de un muffin directamente de la concha de su amiga. Antes Ori había hecho lo mismo con ella y ya estaban muy mojadas. Cuando la puerta del dormitorio se abrió, a Xamira casi le da un infarto. Se trataba de Reiko, la madre de Oriana, que la miraba con ojos inexpresivos. Por un momento creyó que sus andanzas lésbicas con su amiga habían llegado a su fin, sabía que Reiko era estricta y nunca permitiría que su hija se comportara de esta manera. ¿O si?

Miró bien a Reiko y no tenía sentido. La mujer llevaba puesto un erótico conjunto de lencería negra que le transparentaba los pezones. Tenía portaligas y medias hasta la mitad de los muslos… ¡y no tenía tanga! Su concha estaba totalmente a la vista.

—Hola, mami… por un momento pensé que no ibas a venir. Me alegra saber que te animaste.

—Em… ¿qué es esto? —Preguntó Xamira.

—Es algo que quiero compartir con vos, amiga. Espero que no lo juzgues como una aberración o algo así. Mi mamá y yo… em… descubrimos que tenemos mucho en común. Pero… va a ser mejor que te lo mostremos. Vení, mami… mostrale a Xami lo que quiero decir.

Reiko miró a Xamira y pareció dudar. Luego fijó la mirada en su hija y recobró la seguridad. Cerró la puerta y se subió a la cama. Avanzó con determinación hasta colocarse entre las piernas de Oriana. Ante la incrédula mirada de Xamira, empezó a chuparle la concha.

—¡Carajo! ¡Carajo! ¡Wow! ¡Reiko! ¡Ori! ¿Esto va en serio?

—Muy en serio. Tuve sexo con mi mamá —dijo Oriana—. Tengo miedo. Me moría de ganas de compartirlo con vos y no sé si estoy haciendo lo correcto. ¿Qué pensás?

—Pienso que es… ¡maravilloso!

—¿En serio? —Oriana mostró su sonrisa más radiante.

—Sí, totalmente. No tengas miedo, amiga. Ya vi a Dalma teniendo sexo con su madre y… uf, no sabés cómo me calentó.

—Mi mamá vio videos de Dalma y Emilia cogiendo. Le encantaron. Y más le gustaron cuando le dije que vos habías participado en algunos de esos actos sexuales.

—Sí, y fue hermoso. No discutí con Dalma por coger con su madre. Sino porque es una hipócrita.

—Reiko no va a ser hipócrita. Solo precavida. A ella le alcanza saber que esto será nuestro secreto.

—¡Por supuesto! No se lo voy a contar a nadie —Reiko la miró y sonrió. El parecido con su hija era increíble—. Pueden confiar plenamente en mí. Dios… ¡qué lindo esto! No lo puedo creer.

—Lo que no vas a poder creer es lo bien que mi mamá chupa conchas… vení, acostate a mi lado. Que nos la chupe a las dos.

Xamira se apresuró a obedecer. Abrió sus piernas y de inmediato se lanzó a chupársela a ella también.

—Mmmm… delicioso. Qué rico…

—¿Querés ser mi amante, Xami? —Preguntó Oriana mientras le lamía la oreja.

—Pero… vos tenés novio.

—Lo sé. Esto es distinto. No lo voy a engañar con otros hombres, en ese aspecto seguiré siendo fiel a Fernando. Pero… él no me puede brindar los placeres del sexo lésbico. Quiero que eso lo hagas vos. Y si vas a ser mi amante lésbica, también vas a ser la de mi mamá.

—Wow… ¿en serio? —Reiko le chupó la concha con más fuerza, como si le estuviera respondiendo afirmativamente.

—Sí. Alguna vez te llamará para que vengas a coger con ella… y tenés que hacerlo. Aunque yo no esté. Serías amante de las dos por igual.

—Mm… dios… eso… me calienta muchísimo. Sí, acepto. Voy a hacer la amante de las dos. Aunque no tenga que probar otra mujer…

—Nadie te pidió eso, Xami. Acostate con quien quiera, solo que nosotras somos tu prioridad. ¿Entendido?

—Entendido. Ustedes van primero. Uf… Reiko, apenas te conozco y ya te quiero mucho. ¡Qué bien chupás conchas! Dios mío. Me calienta un montón saber que sos… mmm… ¿te vas a ofender si lo digo?

—Soy lesbiana —respondió Reiko—. Y si una mujer tan hermosa como vos me lo dice, lo tomo como un halago.

—Uy… dios, me volvés loca. Me encanta que seas lesbiana… y que seas mi amante.

—A mí también me encanta. Si mi hija está enamorada de vos, entonces yo también. Somos prácticamente la misma persona.

“Enamorada”. El pecho de Xamira se aceleró. ¿Oriana está enamorada de ella? ¿La ama? ¿De verdad?

No necesitó preguntarlo, le quedó claro con el intenso beso que le dio Oriana en la boca y la forma en que empezó a chuparle las tetas.

—Las amo —dijo Xamira—. Las amo a las dos.

Y fue a buscar la concha de Reiko para hacer un 69 con ella.

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