Intriga Lasciva - El Instituto [50]

Capítulo 50.

La Furia de Kamilexia.

La rutina en la casa Arias Ballester suele ser muy simple: comienza con Arnaldo Oscar Arias despertándose a las siete de la mañana. Va al baño, orina, se lava la cara y vuelve a su cuarto. Allí lo espera su esposa, con un camisón muy ligero. Él solo tiene que abrirle las piernas y penetrarla. Haydé suele estar despierta antes de que su marido le meta la verga; pero aunque no lo esté, le gusta despertarse así. Esta práctica se sumó a la rutina recientemente. Antes Haydé era bastante reacia al sexo mañanero; pero últimamente anda cachonda todo el día, lo cual Arnaldo agradece. Porque a él le encanta arrancar el día metiendo la pija en una buena concha… y la de su mujer sí que está buena. Aunque no se compara con la de su hija. Desde que Arnaldo probó el sexo con Erika no puede dejar de pensar en ella. Cada embestida que le da a su esposa lo hace pensando en su propia hija… y ya ni siquiera se siente culpable por ello… porque Erika le demostró que a ella le encanta ese morbo prohibido del incesto. Siempre sospechó que Erika era bastante putita, le encantó descubrir que era cierto… y que estaba dispuesta a experimentar muchas locuras, incluso dejarse coger por su propio padre.

Después del polvo mañanero, Haydé despierta a Erika mientras Arnaldo prepara el desayuno. Últimamente a Erika le da mucha flojera ponerse un pantalón, o una simple tanga. Duerme con una remera y solo con eso va a desayunar. Antes a Haydé le molestaba que su hija se sentara a la mesa con la concha a la vista. Ahora lo encuentra extrañamente placentero. Desde que compartió esa experiencia en la cama junto a su hija y a su amiga oriental, Haydé también tiene pensamientos incestuosos. Pero a ella sí la hacen sentir culpable. Intenta quitárselos de la cabeza cogiendo con su marido, y a veces funciona… al menos hasta que Erika comienza a deambular desnuda por la casa.

Al finalizar el desayuno Erika va al instituto y Arnaldo sale a caminar, le gusta mantenerse activo. Hace vida de jubilado, a pesar de tener apenas 49 años. Ya no necesita trabajar, su hija mayor, Camila, se encarga de los ingresos familiares. Gana tanto dinero que pueden vivir con lujos. Arnaldo suele frecuentar el club de golf, donde charla con sus amigos de temas que no le interesan, solo para no quedarse en su casa mirando la tele todo el día.

Cuando Haydé se queda sola en casa saca su arsenal de jueguetes sexuales, algunos los robó del bolso de Camila, otros los fue comprando a escondidas. Se pone abundante lubricante en ambos agujeros y se los llena de placer. Puede estar dos horas o más disfrutando de esto, sin que nadie la interrumpa. Después va a almorzar con alguna de sus amigas a un restaurante de lujo. ¿La cuenta? Cortesía de Kamilexia. Ahora Haydé se da la gran vida, ventajas de tener una hija que se volvió rica de la noche a la mañana.

Mismo motivo por el cual Erika puede concurrir al instituto privado más costoso de la ciudad.

Y la rutina arrancó igual que cualquier otro día; pero hoy Kamilexia se levantó con el pie izquierdo.

Sus niveles de audiencia estaban bajando cada vez más y ya no sabía qué hacer para aumentar sus espectadores. Nada parecía funcionar. Ni siquiera el recurrente uso de amplios escotes, algo que la humilla. Detesta aguantar a los babosos haciendo comentarios sobre sus tetas… pero los tolera, con tal de tener una buena cantidad de espectadores. Sin embargo, parece que ya se aburrieron de mirarle el escote.

El almuerzo de los Arias Ballester transcurrió con mucha tensión, porque había algo que rompía la rutina diaria: Kamilexia estaba allí. Por lo general Camila se quedaba en su propia casa, la que había comprado cuando sus ingresos se volvieron realmente importantes. Haydé se encargaba de administrarle el dinero y ella también notó que las ganancias ya no eran tan buenas como antes; pero prefirió no decir nada, para no preocupar a su hija.

Estaban disfrutando del asado que Arnaldo había preparado con tanto cariño cuando Kamilexia miró a su hermana menor y preguntó:

—¿Cuándo vas a empezar a laburar?

Erika estaba agarrando una costilla entre sus dedos y se quedó a mitad de camino, con la boca abierta. Miró a su hermana sin comprender qué estaba diciendo.

—Estoy estudiando. Me quedan dos años en el instituto… y después iré a la universidad.

—O sea que vas a ser una mantenida durante muchos años más.

Arnaldo se hundió en su caparazón interior. No le gustaba participar en las disputas familiares, lo ponían muy nervioso. Haciéndose el boludo volvió a la parrilla, para chequear que todo estuviera bien. «No quiero que la carne quede muy seca», dijo en voz alta; pero nadie lo escuchó.

—Chicas, no peleen, y mucho menos ahora que su padre les hizo un asado.

—Querrás decir el asado que yo pagué —Kamilexia la fulminó con la mirada.

«Carajo, acá vamos otra vez», pensó Erika. De vez en cuando a su hermana le daba por recordarle a toda su familia quién traía el dinero a la casa… y lo hacía de la forma más brusca y humillante posible. Lo peor de todo era que nadie sabía qué responderle, porque era cierto. Vivían como reyes gracias al dinero de Camila. Nadie más en la casa generaba ingresos.

Después de unos cuantos comentarios hirientes por parte de Kamilexia, siguieron comiendo en silencio. La única que pareció mostrarse en total calma y siguió disfrutando el asado fue Erika. Sus padres apenas si tocaron su plato de comida. Camilia le pidió a su papá que le guarde todo el asado que sobró, se lo llevaría a su casa, para comerlo en la noche. Arnaldo obedeció sin chistar.

—Hey, podrías dejar un poco para nosotros —dijo Erika—. Es un montón. Vos no te comés todo eso ni en una semana.

—Me importa un carajo. Yo lo pagué.

—Y a mí me importa un carajo si lo pagaste vos o el Papa. Somos una familia, y hay códigos. No podés ser tan hija de puta con nosotras. Si a la plata la estuviera generando yo, no se los echaría en cara todo el tiempo.

—Pero resulta que vos no generás ni un centavo, hermanita. Fracasaste como streamer… es que para eso hace falta tener talento.

Arnaldo y Haydé mostraron una gran sincronización. Arnaldo dejó de guardar la carne en un tupper y Haydé, que se disponía a lavar los platos, dejó caer un par en la bacha. Los dos se lanzaron sobre Erika y la sujetaron haciendo una llave por debajo de sus axilas. La conocían muy bien, los dos notaron esa chispa iracunda en sus ojos. El punto de quiebre en el que Erika ya no controla sus acciones… y eso suele ocurrir cuando su hermana mayor mete el dedo en la herida del streaming.

—¡Te voy a matar, hija de puta! ¡¡Te voy a matar!!

Kamilexia sonreía triunfal, sin abandonar su lugar en la cabecera de la mesa. Erika revoleaba su cuchillo mientras Arnaldo usaba toda su fuerza para sacárselo de la mano. Haydé hacía todo lo posible para que su hija menor no saltara como un tigre sobre la mesa, para atacar la yugular de su hermana.

Les llevó más de quince minutos tranquilizarla, y para eso tuvieron que encerrarla en su cuarto. El resto de la tarde Erika se la pasó llorando, con la cara contra la almohada. Ella se había esforzado mucho para ser streamer, era el sueño de su vida; pero… las cosas simplemente no salieron bien. Y Kamilexia lo consiguió sin esforzarse. La gente no paraba de llegar a su canal. ¿Acaso no se daban cuenta de que le copiaba todo el contenido a Erika? ¡Si hasta se vestía igual que ella! Al principio algunos espectadores tenían problemas para diferenciarlas… y esa hija de puta de Kamilexia que siempre decía: «Pobre mi hermanita, que no tiene personalidad y tiene imitarme».

«¡Es al revés, hija de puta! —Le dijo un día Erika—. Cada vez que yo hago algo original, al otro día hacés exactamente lo mismo… ¡y me copiás la ropa!»

«Porque a mí me queda mejor… y la gente lo sabe. Por eso yo tengo más seguidores que vos», le respondió Kamilexia, con su sonrisa triunfal.

Luego de varias horas de llanto casi ininterrumpido, la puerta del cuarto se abrió con brusquedad. Kamilexia entró sosteniendo su celular, con la pantalla apuntando a Erika.

—¿Qué mierda es esto? —Le preguntó.

Erika tardó unos segundos en limpiarse las lágrimas. Cuando su visión nublada se fue aclarando, se vio a ella misma en la pantalla… chupando una concha. La concha de Farah Abdul.

—Soy yo —dijo Erika, sin comprender a qué venía la pregunta de su hermana.

—¿Y qué mierda estás haciendo? ¿Acaso esto es un intento desesperado para atraer público?

—¿Eh? No… nada que ver. Si ni siquiera estuve stremeando.

—¿Vos te das cuenta de lo que hiciste? ¿Sabés cómo me puede afectar esto?

—Es mi vida personal, no tiene por qué afectarte.

—¿Ah no? En cuanto esto trascienda, todo el mundo va a estar hablando de “la hermanita puta de Kamilexia”. Esa que sube fotos desnuda y videos chupando concha. ¿Así que ahora sos tortillera?

—Ya te lo dije, Camila… es mi vida privada. Si me gusta chupar conchas, es problema mío… lo mismo que los videos.

—¡No! Porque yo soy una figura pública. Y las cosas que haga mi familia, me afectan. Seguramente va a venir esa rubia putita de Caleidoscopio a hacer preguntas…

—¿Candy? Ella es mi amiga, y ya no trabaja más para Caleidoscopio. Quedate tranquila, que no te va a joder.

—¿Así que sos amiga de esa? ¿De eso se trata, eh? Quieren generar un gran escándalo, para ganar publicidad a costa mía…

—No, Cami. Estás muy paranoica. Esto no tiene nada que ver con vos. El mundo no gira a tu alrededor, nena.

—Chicas, por favor… dejen de pelear —dijo Haydé al entrar a la habitación. Cerró la puerta detrás de ella porque sabía cómo le afectaban las discusiones familiares a su marido.

—¿Vos viste lo que subió esta puta a internet? —Kamilexia puso el celular en la cara de su madre.

—Em… sí, ya lo había visto.

Cuando Haydé se encontró con las fotos y los videos pornográficos que subió su hija a internet sintió que iba a desfallecer. La angustia fue asfixiante. Quiso hablar del tema con Erika, pero sabía que ella le respondería diciendo “No te metas en mi vida”. Con el paso de los días Haydé estuvo mirando las redes sociales de Erika, asombrándose de cómo su hija se atrevía a mostrar cada vez más. El video donde le chupa la concha a Farah Abdul le pareció tan morbosamente atractivo que Haydé lo usó como referencia para masturbarse todos los días desde entonces.

—¿Y no me dijiste nada? ¿Sabés cómo me puede afectar esto?

Haydé parpadeó rápido durante unos segundos.

—Emmm… no, no sé cómo te puede afectar. Es la vida de tu hermana, no la tuya.

—Te lo dije —coreó Erika.

—Ah, bien… están confabuladas. Ya veo. Yo hago todo lo posible para traer dinero a esta casa y ustedes se ponen de acuerdo para joderme la vida.

—La única que te está jodiendo la vida sos vos —dijo Erika—, con tus paranoias.

—Les voy a dejar una sola cosa en claro —Kamilexia ardía de rabia—. Si esto me afecta de alguna manera, no les mando más dinero. Nunca más. ¿Les quedó claro? Vas a tener que salir a laburar de puta —le dijo a su hermana—. No creo que te moleste, se nota que te gusta.


—————————


Antes de la angustiante discusión familiar, Erika había concretado una reunión con Octavio Lanzani. Él mismo eligió el Hotel Costa Verde para que pudieran verse.

—Tiene sentido —dijo Candy, mientras se dirigían al Hotel—. Octavio Lanzani es el dueño de Costa Verde.

—Entonces él está metido en el negocio de los videos porno que se filman ahí.

—Ah, ¿ya averiguaron eso? Pensé que yo era la única que lo sabía. Me sorprenden.

—Y vos me sorprendés a mí. ¿Cómo te enteraste de eso?

—La redacción de Caleidoscopio está a pocas cuadras de ese Hotel, y siempre va alguna celebridad a alojarse. Es el lugar de donde sacaba más notas para la revista… bueno, el Hotel y el instituto.

—Ya veo.

—¿Estás bien, Erika? ¿Te pasa algo?

—¿Eh? Sí, sí… solo estoy preocupada por Octavio, no sé cuánto se puede confiar en ese tipo.

—Cierto, con Octavio Lanzani siempre hay que tener cuidado. Es bastante tramposo.

Erika quería contarle sobre su discusión con Kamilexia, quería confiar en Candy; pero tenía miedo de que la vena periodística de la pequeña rubia la traicionara. ¿Y si todo lo que le contaba terminaba publicado en su web? Eso sí que le traería problemas con su hermana.

Octavio Lanzani los esperaba en una suite de lujo, sin embargo ni Erika ni Candela se dejaron impresionar por las botellas de Dom Perignon ni el bufette de bocaditos finos. Octavio comía mariscos mientras sostenía una copa de champagne en la mano izquierda. Sus matones trajeados estaban ubicados en puntos estratégicos de la suite, como si esperasen que alguien entrara con un arma a asesinar al señor Lanzani.

—¿A qué se debe esta peculiar reunión? —Quiso saber el jefe de la mafia.

—Necesitamos encontrar a Roxana Carmín —dijo Erika, sin vueltas—, sabemos que tenías una asociación con ella. Sabemos que está vinculada con Uvisex.

—¿Y por qué les daría esa información? Ustedes quieren destruir Uvisex, una web que para mí es un gran negocio… aunque no es mi negocio más importante.

—No queremos destruir Uvisex —dijo Erika—. Solo queremos que deje de operar en el instituto.

—Mmm… eso no se va a poder, aunque no depende de mí. A mí me da igual de dónde saquen el material de Uvisex…

—Por eso ofreciste tu hotel, como fuente de videos pornográficos.

—Ah, veo que están muy bien informadas. Me sorprenden. Y yo que creía que eran un grupo de boluditas jugando a ser detectives.

—Si querés podés subestimarnos —le dijo Erika, con el pecho inflado—. Nos hacés un favor.

—Intento no subestimar a mis oponentes. Eso suele traer problemas. —Se fijó en la rubia, mostró una sonrisa socarrona, y bebió de su copa de champagne—. Candy, qué bueno verte por acá. Veo que no podés dejar a Roxana en paz. Quizás sea cierto que estás obsesionada con ella.

—Yo solo busco buenas historias. Roxana es una buena historia.

—No estoy dispuesta a perder el tiempo con vos —intervino Erika—. Ya sé lo que querés a cambio de información.

Se acercó Octavio, se puso de rodillas delante de él y en un rápido movimiento le sacó la verga del pantalón. Candy se quedó muy quieta al ver con qué seguridad Erika se tragaba la verga de ese tipo. Con unas pocas chupadas, certeras y efectivas, logró ponérsela bien dura.

—Me gustan las mujeres que saben lo que quieren —aseguró Octavio—, pero esto no te va a alcanzar para llevarte la información que buscás.

—¿También me querés coger? No tengo drama…

—¿No es un primor? —Le preguntó a sus matones. Ellos se quedaron muy quietos, apenas mostraron media sonrisa, para demostrar que oyeron a su jefe—. Estás re buena, Erika. Normalmente no rechazaría una oferta tan buena como esa; pero… hoy estoy pensando en otra cosa —miró a Candy y sonrió.

—No, ella no —dijo Erika—. Vino solo para acompañarme. No la involucres en esto.

—Algo me dice que ella ya está muy involucrada en todo esto. ¿Querés saber dónde está Roxana? Bien… te puedo dar la dirección exacta. A cambio quiero dos cosas: que entregues ese culo tan lindo que tenés… y que subas un par de fotos y un video mostrando lo que hacemos.

—¿Te volviste loco? —Preguntó Erika—. Yo accedí a eso una vez, pero… que no se te haga costumbre. No le hagas caso, Candy. No hay trato. Vamos a averiguar la dirección de Roxana de otra manera.

—No se puede —dijo la pequeña rubia—. Estoy segura de que Octavio es una de las pocas personas que sabe dónde está Roxana.

—Pero… pero…

—Tranquila, Erika. Sé lo que estoy haciendo… y vos me vas a ayudar, ¿cierto?

Erika la miró con creciente admiración. Le encantaba la determinación de Candy. Sonrió y asintió con la cabeza.

—Por supuesto. Yo estoy con vos, para lo que quieras.


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Kamilexia comenzó a masturbarse en el preciso momento en el que llegó a su casa. Se sacó toda la ropa y se sentó en su silla “gamer” patrocinada. Aún le hierve la sangre al masturbarse en el mismo sitio en el que realiza sus streams. “Si mis seguidores me vieran así, se infartan”. Le producía cierto vértigo pajearse rodeada de cámaras, aunque estuvieran apagadas.

Se miró al espejo, como siempre hacía antes de comenzar una transmisión. Se vio preciosa. Sus grandes pechos al desnudo le daban una imagen imponente, pero más le gustaba el nuevo tono de rosa que le había dado a su cabello. Le hacía resaltar sus ojazos azules. Que bueno, tampoco es que fueran azules de verdad. La magia de los lentes de contacto coloreados… otro gran auspiciante.

Entre sus piernas había una pequeña alfombra de pelitos, como para recordar que alguna vez su cabello fue negro. Más de una vez pensó en teñir su vello púbico al igual que su cabello (y en algunas ocasiones llegó a hacerlo); sin embargo lo evita, porque se supone que no debe andar mostrando la concha por ahí. Ella no es esa clase de streamers. Aunque a veces le gustaría serlo… le gustaría mostrarle a sus espectadores lo mucho que disfruta masturbándose. Pero no se anima. Es muy arriesgado. Podría perder toda su audiencia y sus auspiciantes… o peor, podría terminar volviéndose loca, como Roxana Carmín.

Al esforzarse por mantener una buena imagen, Kamilexia acumulaba demasiada tensión sexual… y hoy necesitaba dejar salir un poco. Provista de un buen par de dildos, los cuales guardaba en el escritorio de la compu, se dispuso a hacerse una buena paja.

Los videos pornográficos de su hermana la enfurecieron, pero también avivaron en ella la llama sexual que parecía dormida. Mientras miraba cómo su hermana chupaba concha, se metió un dildo de buen tamaño por la concha, estaba tan mojada que ni siquiera necesitó lubricante.

Kamilexia sintió auténtico terror cuando descubrió sus inclinaciones lésbicas. Probar concha fue un error. Desde entonces se desespera por las mujeres, aunque no quiere hacerlo. Le horroriza pensar que sus seguidores anden diciendo: “Kamilexia es tortillera”. Intentó de todo para quitarse esas ansias por el sexo femenino. Se acostó con hombres, y no funcionó. La experiencia no estuvo mal; pero no se comparaba a la sensualidad femenina. Intentó con la abstinencia sexual; tampoco funcionó. Hizo todo lo contrario: se acostó con muchas mujeres, hasta que se aburriera de hacerlo; pero nunca se aburrió. Al contrario: quería más… y más. «¿Por qué carajo me tienen que gustar tanto las mujeres? ¿Por qué no puedo ser normal?». Para colmo el sexo lésbico estuvo demasiado cerca de joderle la carrera de streamer en más de una ocasión. Le costó mucho trabajo convencer a Candy de que no publicara aquella nota que exponía su pasión por el sexo lésbico. Le molestaba que esa rubiecita supiera su secreto y que, además, fuera amiga de Erika.

«¿Y si se lo cuenta? ¿Será capaz de guardar un secreto profesional?»

Mientras más la atormentaban sus pensamientos, más castigaba su concha con el dildo, se daba fuerte sin dejar de mirar la pantalla.

Erika no parecía compartir esos prejuicios. Se había grabado practicándole sexo oral a una morocha increíble… ¡y la muy puta lo subió a internet! Así, como si nada…

A esto debía sumarle las fotos de la concha de Erika en primer plano. Kamilexia se frotó el clítoris, sin sacar el consolador, mientras se deleitaba con esas fotos. La concha de Erika también tuvo un fuerte poder atractivo sobre ella. Incluso llegó a acariciarla durante esos pequeños lapsos de tiempo en los que se llevó bien con su hermana. Lo hizo con la excusa de “Uy, qué linda te queda depilada… y qué suavecita”. A Erika no parecía molestarle en lo más mínimo que su hermana mayor le acariciara la concha. Al contrario, se abría de piernas y la dejaba hacerlo mientras le recomendaba la casa de depilación a la que había ido.

Kamilexia tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzarse de cabeza a chupar esos gajos regordetes que tanta sensualidad e inocencia derrochaban. Pero Erika ya no parecía tan inocente. Le sorprendía ver el brusco cambio en su hermana… siempre supo que era una pajera (muy pajera). La vio masturbándose muchas veces, mientras miraba esos animes hentai que tanto le gustan. Incluso Kamilexia llegó a acompañarla en algunas de esas sesiones masturbatorias. Le daba muchísima vergüenza pajearse junto a su hermana, pero era una excusa perfecta para poder ver a Érika mandándose dedo. Y si la suerte acompañaba, incluso podía llegar a tocarla un poquito, como si se tratase de un juego estúpido. Erika también la tocaba, le metía los dedos sin pudor, y eso la volvía loca. Una vez, durante uno de esos “jueguitos lésbicos” llegó a besar a su hermana. Fue un beso apasionado y espontáneo. Cuando sus bocas se separaron, luego de varios segundos de entrelazamiento de lenguas, Camila simplemente miró a Erika en silencio, y ella, con toda la ternura del universo mundial le dijo: “Te quiero, hermanita”.

Camila sintió una fuerte opresión en el pecho, porque sabía que su hermana era sincera. De verdad la quiere. Sintió mucha culpa por todo lo que le hizo, fue muy cruel con Erika. Pero… pero… es que ella la exaspera. Aún la atormenta el éxito que tuvo su hermana en sus primeros meses como streamer, cuando a la propia Kamilexia le costaba horrores conseguir más de diez espectadores. Llegó a temer que la estrella del stream sería Erika y no ella. No está orgullosa de lo que tuvo que hacer para poder superarla… pero la superó, y eso es lo que cuenta.

Estaba buscando más fotos y videos porno de su hermana cuando apareció una publicación nueva. Kamilexia se metió enseguida a mirar ese video. Se quedó pasmada cuando vio a Erika de rodillas junto a esa bonita rubia que tan bien conocía: Candy. Las dos estaban chupando una ancha verga verga bien erecta. Lo hacían entre risas, como si realmente lo estuvieran disfrutando, y ocasionalmente se besaban de forma muy lésbica.

—Pero… ¿qué carajo es esto?

¿Por qué Candy se exponía de esta manera junto a Erika? ¿Y quién carajo era el tipo al que le estaban comiendo la verga? Había algo en ese miembro masculino que le resultaba familiar.

A pesar del impacto, Kamilexia no dejó de masturbarse. Al fin y al cabo era material nuevo de su hermana, al que seguramente le sacaría mil pajas.

De pronto apareció otra publicación nueva, esta vez era una foto. El asombro de Kamilexia no hizo más que crecer. Pudo ver a la hermosa Candy, desnuda, con sus pequeñas tetas de pezones rosados. Ella sonreía a la cámara con esos ojazos azules bien abiertos. Su concha lampiña ocupaba el centro de la imágen. Pero lo que más captó la atención de Camila fue la verga entrando en el culo de Candy.

«A mi amiga Candy le están pegando tremenda culeada», decía el mensaje de Erika.

Y sí que era tremenda. Kamilexia pensó que la rubia se veía perfecta, radiante, con esa gran verga entrando en su precioso culo. Y esa concha rosada… ¡Dios, qué ganas de chuparla!

La que se dio el gusto de hacerlo fue Erika. En el siguiente video se la podía ver practicándole sexo oral a Candy mientras a la rubiecita le llenaban el culo de pija.

Kamilexia se metió el consolador por el culo. Llevaba tiempo sin hacerlo y sintió ardor al meterlo. Por lo general prefería evitar el sexo anal; pero ya no aguantaba más, necesitaba sentir algo bien duro dentro de su culo. Sin dejar de frotarse la concha, comenzó a bombear el consolador en su otro agujero. Le fascinó la forma en que Erika comía esa perfecta vagina lampiña.

«Necesito coger… necesito una buena concha», pensó Camila.

Su táctica actual, para evitar caer en la tentación, era la abstinencia sexual. No funcionaba del todo, pero era el método más efectivo, porque al menos la mantenía fuera de problemas. Había intentado pagar putas, con las que pudiera acostarse todo lo que le diera la gana… pero un día una de estas putas la reconoció e intentó chantajearla. Desde entonces no recurre más a las prostitutas. Irónicamente la que le ayudó a sacarse a la chantajista de encima fue la propia Candy. Aún no sabe por qué la rubia la ayudó. Quizás simplemente se apiadó de ella. Tampoco entiende cómo fue que la convenció. Simplemente un día le dijo: «Esa mina no te va a joder más. Ya me encargué de todo». Dicho y hecho, al otro día recibió una llamada de la prostituta en cuestión. Parecía muy nerviosa cuando le pedía perdón y le juró que no le contaría a nadie sobre sus inclinaciones lésbicas. No volvió a tener noticias de ella.

No era la primera vez que veía a Candy en actitud sexual, ni tampoco en una publicación de internet. Aún así no dejaba de impactarle el poder erótico de esta bella jovencita.

El video estaba perfectamente grabado para que a Candy y a Erika se les viera la cara; pero en ningún momento mostraba la cara del tipo que se estaba cogiendo a la rubiecita. Sin embargo Kamilexia notó algo familiar. Cuando vio un panorama más amplio de la habitación se quedó petrificada, con el dildo metido en el culo y dos dedos sobre su clítoris.

—¡No puede ser! —Exclamó en voz alta—. ¡No puede ser! ¡No! ¡Imposible… imposible!

Kamilexia conocía muy bien esa suite de lujo. Había estado allí en más de una ocasión, y sabía que solo una persona tenía derecho a usar esa habitación en concreto del Hotel Costa Verde: su dueño, Octavio Lanzani.

¿Cómo podía ser que su hermana estuviera cogiendo con Octavio, precisamente dentro de esa suite?

Kamilexia sintió una repentina ola de pánico y furia, combinación desastrosa.

—¡Hija de puta! —Gritó con rabia a la pantalla—. ¡Puta de mierda! ¡Ya vas a ver!

Imaginó que su hermana no estaría disponible para atender el teléfono, por eso le dejó un mensaje de audio, para que pudiera escucharlo todas las veces que quisiera.

—Escuchame bien, pendeja… ya me hartaste. ¿Qué mierda hacés cogiendo con Candy… y con ese hijo de puta de Lanzani? ¿Eh? ¿Acaso te asociaste con él en un intento por joderme la vida? ¿Por eso subiste el video a internet? ¿Querés que todos sepan lo puta que es la hermana de Kamilexia? Ya estoy harta de tus jueguitos, Erika. Se acabó. Decile a mamá que se terminó lo que se daba. Se murió la gallina de los huevos de oro. De ahora en adelante si quieren plata, vayan a laburar. O pedirle guita al hijo de puta de Lanzani, vamos a ver qué tal te va con eso.

Ya no estaba de humor para masturbarse. Apagó la computadora y se tiró a la cama, a llorar. Sabía que estaba perdiendo seguidores, y estaba convencida de que todo era por culpa de Erika.

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