La Mansión de la Lujuria [20]
Capítulo 20.
Los Jalenik.
La puerta estaba entreabierta. Lilén entró en la casa
Lo primero que vio fue a un hombre sentado en un sofá, frente al televisor. No se imaginaba encontrarse con alguien más. Creyó que estaría sola con Melania. El tipo le recordó a una versión gigante de Bruno, aunque… definitivamente era más atractivo que Bruno. Es más, Lilén se sonrojó al encontrarse con los penetrantes ojos grises de ese hombre y su mentón cuadrado perfectamente afeitado. Tenía cierto parecido con su hija Maxinne, en especial en los ojos.
—Oh… hola… em… yo soy
—¡Lilén! ¿Qué tal? Encantado de conocerte —el tipo le mostró una sonrisa bonachona—. Yo soy Augusto Jalenik. ¡Melania! Ya llegó tu invitada.
—Hola, Augusto. —Ella notó como el tipo se fijaba en su entrepierna—. Em… perdón por mi atuendo, se me rompió el botón.
—No te preocupes, enseguida lo arreglamos. Vení… sentate acá…
Lilén se acercó justo cuando Melania entró a la sala de estar. Creyó que Augusto la había invitado a sentarse a su lado, sin embargo el hombre la sujetó de la cintura con sus fuertes brazos y la hizo sentarse sobre él. Levantó a Lilén con tanta facilidad que ella ni se dio cuenta de la maniobra.
Melania se arrodilló frente a la pequeña pelirroja y comenzó a inspeccionar el short de jean. Para esto lo abrió, dejando todo su pubis expuesto hasta la tenue aparición del capuchón del clítoris.
—Por la forma en que se visten algunas chicas en esta isla hasta podrías usar el short así —comentó Augusto mientras le acariciaba el vientre.
—Sí, eso me dijeron… pero es un lindo short, me da pena que se rompa.
—Va a ser fácil arreglarlo —aseguró Melania—. El botón es perfecto. Pero voy a trabajar mejor si te lo sacás…
—Oh…
No tuvo tiempo de pensarlo, Augusto volvió a levantarla por las axilas y Melania le quitó el short de un tirón. Lilén quedó desnuda de la cintura para abajo. Su concha ya había sido profanada ese mismo día y se dio cuenta que ya no sentía vergüenza de que dos extraños se la vieran. Se sorprendió a sí misma por lo relajada que estaba, incluso con la mano de Augusto acariciándole el pubis.
—¿Y qué tal la vida en la mansión? —Le preguntó el hombre.
—Es un tanto aterradora. A veces pasan cosas raras.
—En esa casa siempre pasaron cosas raras —dijo Melania.
Ella trajo una silla y la colocó frente a Lilén y se sentó. Subió un pie al travesaño que estaba en un lateral, entre las patas de la silla. Esto provocó que sus piernas quedaran muy separadas. Como solo tenía puesta un corto camisón, su concha peluda quedó completamente a la vista. A Lilén le gustó que la mujer no mostrara ni la menor timidez al quedar tan expuesta, hasta parecía orgullosa de su sexo.
—¿Qué tipo de cosas raras? —Quiso saber la pequeña pelirroja.
—Ruidos, sombras… cosas que no deberían estar ahí —dijo Melania, mientras cosía el botón—. Hace un par de años vi silueta de una mujer en una de las ventanas del segundo piso. Casi me da un infarto.
—¿Era un fantasma?
—No creo en fantasmas —aseguró Melania—. Seguramente fue alguien del pueblo que se metió a husmear en la casa o alguna de las chicas haciendo una broma; pero igual me asusté.
A Lilén no le convenció esta explicación. Ella vio los fantasmas de la mansión. Estaba segura de que Melania había visto el mismo espectro femenino que ella vio. ¿Y si se trataba de Elektra? Quizás el espíritu que poseyó a su madre le gusta salir a deambular por los pasillos… «Ah, no… no tiene sentido —pensó Lilén—. Mi mamá carga con ese espíritu desde hace años… y ella no estaba en la mansión hace dos años. Pero entonces… ¿quién es la mujer que deambula por la mansión y cómo fue que Elektra llegó al cuerpo de mi mamá». Eran preguntas que Lilén no podía responder. Tomó nota mental, después compartiría sus dudas con la bruja. Seguramente Narcisa la ayudaría a encontrar una respuesta.
—Yo también vi esa mujer, justo fuera de mi habitación. Me asusté mucho. Creo que vino para castigarme.
—¿Castigarte por qué? —Preguntó Augusto, sus dedos estaban cada vez más cerca del clítoris de Lilén.
—Porque a veces me porto mal con mi hermana. Hacemos cosas que dos hermanas no deberían hacer…
—¿Ah, sí? —Augusto le acarició el clítoris, haciéndola vibrar de placer—. ¿Cosas como qué?
—Emm… a veces nos ponemos un poquito juguetonas —confesó Lilén. No sabía por qué estaba revelando ese secreto. Sentía una energía sobrenatural que emanaba de esa pareja, en especial de Melania. No podía dejar de mirar la concha peluda de la mujer—. Nos tocamos entre nosotras… de forma indebida.
—¿Te gusta tocarla acá? —Preguntó Malvina, con dos dedos separó los labios de su concha. Lilén asintió con la cabeza—. Si tu hermana tiene una concha tan linda como la tuya, nadie te puede culpar por querer tocarla. ¿No es cierto, Augusto?
—Muy cierto.
Sus dedos pasaron entre los húmedos labios vaginales de la pequeña pelirroja y llegaron hasta su clítoris. Lilén se movió un poco y sintió entre sus nalgas el bulto duro que crecía dentro del pantalón de ese hombre. De pronto comenzó a acalorarse.
—Y mucho menos en este pueblo —continuó Melania, reanudando la costura—. Me gustaría conocer a una mujer del Pombero que nunca le haya metido mano a su hermana, o a su madre… o incluso a su hija.
—Oh… ¿de verdad?
Lilén sintió otra ola de calor justo cuando Augusto introdujo un dedo en su concha. La calentura no se debió solo a eso. Recordó todas las mujeres bonitas que había visto en el pueblo (casi todas eran hermosas). Las imaginó tocándose entre ellas… en especial entre madres e hijas.
—¿Hay muchas lesbianas en el pueblo?
Melania soltó una risita.
—Ninguna va a aceptar ser lesbiana. Quizás Sara, la hija de de Cecilia sea la única que lo admite… pero no frente a su madre. Y no es que nos estemos tocando entre nosotras por ser lesbianas. Este pueblo es muy aburrido, rara vez hay algo para hacer. Cuando la gente se aburre, busca algo interesante para romper la monotonía. Pocas lo van a admitir, pero te aseguro que no es raro que una madre y una hija terminen pajeándose mutuamente… solo por aburrimiento.
—Conocí a tu hija, Maxinne… es muy hermosa.
—¿Viste? Es preciosa. ¿Quién me culparía por meterle un poco los dedos en una noche calurosa y aburrida? Así son la mayoría de las noches en el Pombero.
Otra ola de calor la invadió. Se excitó solo con imaginar a Maxinne y Malvina, desnudas en la misma cama, tocándose mutuamente. Se preguntó si Augusto habría participado en alguna de esas noches aburridas.
—¿No te da miedo que alguien en el pueblo se entere y lo ande contando por ahí?
Melania separó sus labios vaginales y comenzó a masturbarse lentamente. Se introdujo dos dedos y los sacó llenos de flujo. Luego los lamió. Lilén encontró esta acción sumamente sensual.
—Todos nuestros vecinos ya nos vieron tocándonos y besándonos en el porche de nuestra casa. Ya saben que lo hacemos. A diferencia de la mayoría, nosotras no lo ocultamos.
—¿Y qué piensan los vecinos?
—Algunos se escandalizan… otros fingen escandalizarse. Pero nosotras sabemos muy bien que todos nos espían por las rendijas de sus ventanas… mientras se masturban. En esta cuadra Maxinne y yo somos el principal espectáculo erótico.
—¿Y qué otro espectáculo erótico hay en el pueblo? —Lilén se movía al ritmo de las masturbaciones de Augusto. Su bulto ya estaba completamente duro y luchaba contra sus nalgas.
—Hay varios, si sabés buscar bien. Podrías ver qué pasa en El Perro Ciego cuando esa puta de Cecilia va a buscar la concha de Alison Medina. Por lo general a mí no me dejan entrar a mirar, pero Augusto participó varias veces.
—Es una buena oportunidad para coger a cambio de unos billetes. En el pueblo se dice que los hombres solo juntamos billetes cuando queremos meterle la pija a Cecilia. Al único que no le interesa para nada la plata es a Ciro, él se la coge gratis.
—No entiendo. ¿Por qué Cecilia se deja coger por dinero?
—La que recauda el dinero es Alison Medina —explicó Melania—. Mientras Cecilia le chupa la concha, se deja coger por tipos que le pagan a Alison. Y Alison le paga a Cecilia con su concha…
—Ah, ya veo… acá el sexo funciona como moneda de cambio.
—Muchas veces, sí —dijo Augusto—. En especial cuando se trata de chicas tan lindas como vos.
Lilén nunca supo cómo pasó. Solo sintió que el tipo la levantaba otra vez, como si ella no pesara nada, y al bajar se le enterró media pija en la concha.
—Uff…
La pelirroja suspiró de gusto. Se sentía como la de ese bruto de Bruno. Quizás no era tan ancha, pero sí más larga… porque podía sentir una buena parte dentro de la concha y al mirar hacia abajo descubrió que aún quedaba una buena porción afuera. Y esos huevos velludos… impresionantes.
—¿El mapa se lo tengo que pagar a los dos? —Preguntó Lilén.
—Sí, ¿por qué? ¿Te molesta? —Preguntó Melania.
—No, para nada. Es solo… para saber… uy… uff…
—Te entra bien fácil —dijo la mujer—. Me sorprende, pensé que eras de las virgencitas.
—No soy virgen. Es la tercera pija que meten en lo que va del día.
Los ojos de Melania brillaron.
—Interesante. ¿Y te dieron duro?
—Sí, me cogieron bien fuerte, pero… em… me gustó. Me gusta que me den duro. Puedo aguantarlo. No soy virgen.
—Vamos a ver si podés aguantar. Augusto, llevala a la pieza y mostrale lo que podés hacer.
Lilén fue levantada con la pija aún adentro de su concha, y sin sacársela el tipo la llevó hasta el dormitorio.
—Oh, increíble… —dijo Lilén al sentir cómo la verga se le deslizaba aún más adentro.
El tipo la tiró sobre la cama, ella quedó en cuatro y por puro instinto se aferró fuerte a las sábanas. Imaginó que necesitaría estar bien agarrada de algo.
La primera embestida le sacudió todo el interior de la concha, pero la segunda le hizo sentir que le saltarían los ojos fuera de las cuencas. Augusto usaba más potencia que el bruto de Bruno, pero se notaba que tenía experiencia, sabía dirigirla mejor.
Melania entró al cuarto, se puso sobre la cama con las piernas bien abiertas y agarró a Lilén de los pelos. Estrelló la cara de la chiquilla contra su concha peluda y ella no tuvo más opción que empezar a chupar. Quería demostrarle a esa hermosa mujer que podía hacerlo bien… muy bien. Que ella no era ninguna pendejita inexperta. Aunque tal vez su madre no aprobaría este comportamiento, quería que Narcisa se sintiera orgullosa de ella.
«Uy… si se entera mi tía Soraya de esto, le da un infarto. ¿Qué opinará Inara cuando le cuente?»
A Lilén la invadió una loca fantasía. Se preguntó si Maxinne había estado en la misma situación que ella, con la concha de Melania en la boca y la pija de Augusto taladrándole la argolla. ¿Habrían llegado tan lejos o se habían quedado en solo unos besos y algunos toqueteos?
Y estar en esta posición le trajo vívidos recuerdos de un tiempo que no vivió. Pensó en su madre, en el doctor y en su abuela Candela. Rebeca le había chupado la concha a su propia madre mientras un señor pijudo de la cogía… y ahora ella estaba haciendo algo parecido… y ya sabía lo que se sentía comerle la concha a tu propia madre. Así que fantasear con ese momento en particular no le costaba nada.
—Uf… y esta es la tercera concha que pruebo en el día —comentó Lilén.
—¿Y qué te gusta más? ¿La concha o la pija?
—Mmm… aún no lo sé. Tendría que seguir probando. Las dos cosas que están gustando mucho… pero mucho mucho… uf… sí… puedo aguantarlo… puedo aguantarlo.
—¿Ya la escuchaste, Augusto? Esta putita puede aguantar. Dale con todo.
El tipo la agarró con tanta fuerza de los pelos que la hizo llevar su cabeza hacia atrás. Recibió cada embestida con una fuerza tremenda. Chilló y toda su cara se puso tan roja como su cabello. Estrujó las sábanas entre sus dedos. Sentía que la concha le iba a explotar con cada pijazo que recibía… pero no quería que Augusto se detuviera. Era una delicia…
—Sí… sí… sí… ahhhh…. sii… uyyy… siiii… más… más… ahhh….
—Esta putita chilla como si estuviera poseída —dijo Melania entre risas.
«¿Poseída? Dios… ¿y si yo también estoy poseída? ¿Y si un espíritu se me metió dentro cuando llegué a este pueblo? De ser así, ese espíritu tuvo que ser…»
—Larisa Val Kavian.
Augusto se detuvo en seco.
—¿Cómo dijiste? —Preguntó Melania.
—Emm… nada, solo… me acordé de alguien.
—¿Cómo conocés a Larisa Val Kavian? —Esta vez la pregunta vino de Augusto. El hombre le retiró la verga.
—Emm… encontré su tumba —no mencionaría el diario íntimo por nada del mundo.
—¿Y por qué la mencionaste justo cuando dije que parecías poseída?
—No sé, se me ocurrió una loca idea. ¿Y si de verdad estoy poseída? Si es así… tiene que ser el espíritu de Larisa Val Kavian.
—¿Por qué? —Ya no había señales de sonrisa en el rostro de Melania. Estaba con un semblante serio y analítico.
—Este… em… siento una conexión especial con Larisa… aunque no sé por qué.
«No les digas nada del diario íntimo. Nada».
Melania miró fijamente a Lilén con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.
—Los Val Kavian fueron gente peligrosa.
—Entiendo que hay rumores sobre vampirismo y esas cosas…
—Me dan igual los vampiros —aseguró Melania—. Eran peligrosos por motivos mucho más reales.
—No entiendo. Perdón, es que no sé mucho sobre la historia de esa familia.
—Melania ¿te parece que este es el momento para hablar de estos temas? —Augusto señaló su miembro firme, erecto… un pene venoso que estaba a la espera de más acción.
—Alexis y Gianina —dijo Melania, ignorando a su marido—. Ellos eran los líderes del clan Val Kavian. Gianina era la peor, la más cruel, la más sanguinaria.
—¿Pero de qué tipo de crueldad estamos hablando? ¿Maltrataban a sus empleados?
—No. De hecho solían tratarlos muy bien. Quizás demasiado bien.
—¿Entonces?
—Durante el dominio de los Val Kavian desaparecieron muchas personas de El Pombero. Mi abuela fue una de esas personas.
—¿Tu abuela?
—Antonia Dalmasi. Ella era una mujer muy hermosa y también era muy respetada en el pueblo. Advirtió a los pueblerinos sobre los Val Kavian en múltiples ocasiones, pero no la escucharon hasta que fue demasiado tarde. Antonia desapareció sin dejar rastros de la noche a la mañana. Fue usada como sacrificio en un ritual satánico.
—Wow… pero… ¿cómo sabés eso?
—Me lo contó mi abuelo… y madre, que tuvo que criarse sin su mamá… por culpa de esos sucios Val Kavian.
—Oh… em… lo siento mucho.
—En la mansión se organizaban aquelarres. ¿Sabés lo que es eso?
—No.
—Preguntale a tu amiga la bruja, seguramente te dará una respuesta.
Como había dejado de ser el centro de atención, Augusto se sentó en la cama y comenzó a masturbarse lentamente. Si no podía seguir cogiendo al menos se haría una buena paja admirando el cuerpo de esa bonita pelirroja.
—¿Conociste a algún Val Kavian? —Preguntó Lilén.
—No. El último de ellos murió antes de que yo naciera.
—Mi familia lideró la revolución contra los Val Kavian cuando El Pombero se hartó de que siga desapareciendo gente. —Melania guardó silencio, luego dijo—. Creo que deberías irte. No estoy de humor para hablar de estas cosas. Mi familia sufrió mucho por culpa de los Val Kavian. El short está en el living.
—¿Y el mapa?
—Ya se lo di a la bruja.
—Em… está bien. Hasta luego… —estaba saliendo de la habitación cuando se detuvo y miró la verga de Augusto—. Casi me partís al medio con esa pija… ¡Me encantó! La pasé muy lindo con ustedes. ¿Puedo volver algún día?
Su intención no era solamente buscar sexo de calidad, quería saber más sobre los Val Kavian y Melania parecía tener mucha información al respecto.
—Cuando se le pase la locura a mi mujer, te aviso —respondió Augusto—. No te preocupes, tiene un carácter de mierda… pero le dura poco. A esta puta se le cura la locura con una buena cogida.
Lilén creyó que Melania se enojaría con este comentario, sin embargo ella sonrió y fue en busca de la verga de su esposo. Se la metió en la concha y comenzó a montarlo mirando de frente hacia Lilén. La pequeña pelirroja entendió que ya era momento de irse, pero no pudo hacerlo. Se quedó mirando cómo ese miembro venoso era tragado por la vagina de la morocha. Antes de que se diera cuenta, ya estaba masturbándose mientras miraba la escena.
—Dijiste que hoy probaste tres vergas —dijo Melania—. ¿Cuáles fueron las otras dos?
—La anterior fue la de un pendejo medio bruto, se llama Bruno. Es un animal. Me cogió muy fuerte. Casi me rompe toda.
—Uy, ¿y qué se puede esperar de un pibe así? No tiene muchas luces. Es hijo de hermanos.
—¿Qué? ¿De verdad?
—No deberías contarle estas cosas —dijo Augusto—. Vas a tener problemas.
—Lilén es una chica discreta, no le va a contar a nadie. ¿Cierto?
—Sí, muy cierto —asintió varias veces con la cabeza.
—Los padres de Bruno son Braulio y Norma Alberti. Son hermanos. Y tampoco es que sea un gran secreto, muchos en el pueblo lo saben; pero el pobre Bruno no tiene idea.
—¿Braulio? ¡¿Bruno es hijo de Braulio?! ¡Ay, dios…! Me cogieron el padre y el hijo en un mismo día. En esa familia van a pensar que soy recontra puta… pero… pero… ellos… ni siquiera tuve chances… simplemente me cogieron… sin pedir permiso. Me metieron la pija y me dieron duro… casi me parten la concha.
—Por la forma en que lo contabas antes no parece que eso te haya molestado —dijo Melania, con una sonrisa picaresca, ella seguía montando la verga de su marido. Se quitó el camisón para que Lilén pudiera ver cómo sus grandes tetas rebotaban con cada saltito.
—Em… no es que me esté quejando. Me gustó, no lo voy a negar. Pero… quizás si me hubieran pedido permiso… digo, por cortesía.
—Tené cuidado con eso —le aconsejó Melania—. Si en el pueblo comienza a correr el rumor de que te dejás coger por cualquiera… bueno… va a venir cualquiera y te va a coger.
—La puta madre. No tendría que haberlo hecho. Pero… tampoco es que haya tenido muchas opciones. —Se frotó el clítoris tan rápido como pudo, sus rodillas se doblaron cuando recibió una descarga de placer—. Uf… ¿te puedo chupar la concha?
—Se me ocurre algo mejor: te la voy a chupar yo a vos. Vení…
Lilén volvió rápido a la cama y abrió las piernas. Melania se lanzó contra ella al instante y comenzó a comerle la argolla. La pequeña pelirroja se retorció de placer. Estaba muy cerca del orgasmo, solo necesitaba un poco más de estímulo.
—Sí, así… uf… así…
Lilén arqueó su espalda y comenzó a convulsionarse de placer. Su concha explotó. Todos sus jugos vaginales fueron a parar a la boca de Melania… y a ella pareció encantarle este regalito. Tragó todo y lamió cada rincón de la sonrosada vagina.
Mientras tenía el orgasmo más potente de su vida, Augusto volvió a penetrarla.
—¡¡Ah, carajo!! ¡¡Qué puta que soy!! —Chilló Lilén—. ¡¡Cómo me gusta la pija!! ¡¡Sii… dame fuerte!! ¡¡AHH!! ¡¡AHHH!!
Las poderosas embestidas hicieron que toda la cama temblara. Lilén estaba inmersa en un delirio de placer. Podía sentir el espíritu… sí, definitivamente tenía que ser el espíritu de Larissa Val Kavian, sacudiéndose en su interior. No era su culpa. Al igual que su madre, ella también estaba poseída… no tenía la culpa de ser tan puta.
Eso la relajó. Le permitió gozar de esa tremenda cogida sin sentir remordimiento. Se rió de puro gusto y gimió mientras Augusto le metía una y otra vez la verga hasta el fondo de la concha.
Melania no pudo soportar más ver a esa chica tan preciosa y no hacer nada al respecto. Se sentó sobre ella, poniéndole toda su peluda concha contra la cara. Lilén comenzó a chupársela sin que se lo tuvieran que pedir. Estaba deliciosa, los jugos vaginales de Malvina eran tan ricos como los de su madre… o los de su hermana.
—¿Así se la chupás a tu hermana? —Preguntó Melania.
—Siiii… y a mi mamá también.
—¿A tu mamá? ¿Así que a esa pelirroja santurrona también le gusta jugar con pendejas?
—Al parecer… sí… ¿y vos? ¿Alguna vez se la chupaste a tu hija?
—Uy… mmm… —Se llevó un dedo al mentón e hizo como si pensara—. Hubo algunas veces en que los toqueteos se pusieron muy intensos… y no fueron suficiente. ¿Pero quién me va a criticar por hacerlo? Estoy segura de que en este pueblo no soy la única madre que alguna vez le metió la lengua en la concha a su propia hija.
—Uf… este pueblo me gusta cada vez más. Quiero saber todo lo que pasa… y todo lo que pasó.
—Eso está bien, pero tené cuidado. Demasiada curiosidad te puede meter en problemas. No todos en El Pombero son tan abiertos como yo… o como tu mamá. Acordate de eso.
—Sí, lo voy a tener en cuen…ppfffhhgghh…
Melania no la dejó terminar la frase, volvió a ponerle la concha contra la boca y prácticamente la obligó a chupársela. Ella también tuvo un húmedo orgasmo y todos sus jugos vaginales fueron tragados por la hermosa pelirroja.
Para finalizar el candente encuentro, Augusto se acercó con su pija erecta y le acabó en la boca. Lilén tragó todo el semen con devoción.
—Uy… cómo me gusta la lechita… hoy tragué un montón… —se lamió los labios, recolectando las últimas gotas de semen—. ¡Qué rico! —Se tomó unos segundos para recuperar el aliento—. Bueno, ahora sí… va a ser mejor que me vaya. Mi mamá debe estar espergggghhhjjjjjhh!!!
Melania la sujetó con fuerza del cuello. Estaba sentada sobre su pecho, por más que la pelirroja intentó huir, sacudiendo todo su cuerpo, fue inútil. Esa mujer tenía más peso y más altura que ella.
—Vos no te vas a ninguna parte, pendejita.
—Pero… ghhhjjjjsss… pero…
—Pero nada. Antes vamos a averiguar qué es eso de que estás poseída por el espíritu de Larissa Val Kavian. Puede que no crea en brujería, pero… en este pueblo vi suficientes cosas extrañas como para tener la puerta de la duda siempre abierta. Augusto… traé las sogas… y esa pelotita que te gusta ponerle en la boca a las pendejas que te cogés. A esta putita le vamos a enseñar que no es la dueña del pueblo. —Se acercó hasta su oído y susurró—. Este es MI pueblo… y a vos te entregaron como parte de pago, nena. Ese mapa es muy valioso, más de lo que te imaginás. Así que desde ahora vos también sos mía.
———————————
—¡Uy, qué milagro! —Exclamó Maylén—. El cavernícola aprendió a hacer fuego.
—Se… se… seguí jodiendo y no vas a comer pollo a la parrilla —dijo Catriel—. Y sabés que me sale muy bien.
En eso Maylén no podía poner objeción. Los primeros asados de Catriel fueron un espanto, pero con el tiempo empezó a hacerlos mejor. Ahora está en un nivel decente, tirando a bueno.
Dentro de la cocina había un gran asador, se podía ver una parrilla con cuatro pollos completos, abiertos como una rana.
—¿No te parece demasiado pollo para tan pocas personas? —Preguntó Maylén.
—Lo que sobre lo comemos frío mañana. Con Soraya juntamos mucha leña, queríamos aprovechar el fuego. Che… ¿no viste a las gemelas?
—Yo estoy acá —Inara entró a la cocina completamente desnuda y con el cabello mojado. A Catriel casi se le salen los ojos al verla—. Pero a Lilén no la vi.
—¿Vos ya no usás ropa? —Preguntó Maylén—. Tenés lindas tetitas, pero… no sé, como que no da andar mostrándolas todo el día.
—Y me lo dice la que toma sol en topless… —Inara puso los ojos en blanco.
—Te tapó la boca —dijo Catriel. Volvió a centrarse en la parrilla para no tener que mirar el cuerpo desnudo de su hermanita.
—Solo bajé a decirles que el calefón está demasiado alto. Hace un calor tremendo, ni siquiera debería estar prendido.
—Esa fue la maniática de tu madre —le dijo Maylén—. A ella le gusta bañarse con agua caliente… incluso en verano.
—Con lo calentona que es, debería darse duchas con agua fría.
—Inara, avisale a Lilén que venga a comer —dijo Catriel—. Mamá y la tía Soraya ya nos esperan en la mesa. Ya está todo listo.
Apenas un par de minutos más tarde Catriel ya estaba trozando pollo a la parrilla y lo repartía entre los platos de las presentes. Sabía exactamente qué pieza prefería cada una. Pechuga para Rebeca; muslo para Maylén; alitas para Soraya y las caprichosas gemelas solo comían patas. A él le daba lo mismo cualquier parte.
—Ya sos el hombre de la casa —dijo Rebeca, mientras comían—. Tenemos que poner un día a la semana en el que vos nos hagas algo a la parrilla, así me ahorro de cocinar.
—No tengo ningún problema… siempre y cuando consigan la carne.
—No encuentro a Lilén por ningún lado —Inara venía del piso superior. Se había puesto una remera fucsia que le marcaba mucho los pezones y no le cubría la concha ni un poquito.
—Qué lindo te queda eso —Rebeca sonrió al verla.
—¿Acaso vas a comer medio desnuda? —Preguntó Soraya—. ¿No es algo… indecente?
—No hay nada indecente en la desnudez, hermana. Dejala que se vista como quiera.
—¿Acaso escucharon lo que dijo? —Preguntó Catriel—. ¿Dónde está Lilén?
—Quizás fue al pueblo a buscar algo —propuso Maylén—. Tal vez se quedó hablando con alguien…
—¿La buscaste en la habitación once? —Preguntó Rebeca.
—Fue el primer lugar donde la busqué. —Inara se sentó y comenzó a comer—. Si tiene hambre va a aparecer.
Maylén miró a su hermano y señaló hacia abajo con los ojos muy abiertos. Al principio Catriel no comprendió, después cayó en la cuenta de que su hermana se refería al pasadizo del sótano. El corazón se le subió a la boca. ¿Y si Lilén lo había encontrado? ¿Y si había decidido explorarlo por su cuenta? No podía mencionarlo porque quizás Inara estuviera tentada a hacer lo mismo.
—No me voy a quedar tranquila hasta que todos mis hijos estén en casa —dijo Rebeca—. Voy a ir a buscarla.
—Tranquila, mamá… —dijo Maylén, ella estaba convencida de que Lilén había encontrado el pasadizo secreto. Salir a buscarla por el pueblo sería inútil—. Ya va a volver. Estamos en una isla, no puede ir muy lejos.
—¿Y si se metió en el monte? —Soraya ya parecía tan intranquila como su hermana.
—¿Y si fue abducida por un ovni?
—No estamos para chistes, Inara —la retó Rebeca.
—No fue un chiste. ¿Ustedes se fijaron dónde estamos? El medio de la puta nada… el lugar favorito de los ovnis y los bichos raros. Dicen que el Pombero…
—¡Ay, no! ¡Ni se te ocurra insinuar eso! —Soraya se persignó varias veces—. Ni siquiera menciones a esa criatura del demonio.
No quería decirle a su familia que ella había presenciado al mentado Pombero, no porque puedan reírse de ella. Ya estaba acostumbrada a que se burlen de sus creencias. Le daba miedo que solo por mencionar a esa criatura terminaran invocándola. Ya suficiente tienen con los espíritus que deambulan.
Narcisa llegó en ese instante. Avanzó imponente, con su andar bamboleante y su esbelta figura. Todos los ojos la siguieron hasta que se sentó. Tomó los cubiertos en silencio y vio que había una pata de pollo en el plato.
—Ese es el plato de mi hermana —dijo Inara.
—Hey, ¿vos sabés dónde está Lilén? —Preguntó Catriel.
—Ni idea. No la vi en todo el día —respondió, y le dio un mordisco a la pata de pollo.
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