Madre e hija en un Recital [02]
Capítulo 02.
Desde lejos no se ve.
Fue doloroso ver la cara de Néstor. Por un momento Jazmín temió que su marido hubiera visto el numerito sexual que tuvo que desempeñar con los guardias de seguridad. Luego usó la razón y se dio cuenta de que ésto era imposible. El abatimiento de Néstor se debía a que había perdido la oportunidad de estar cerca del escenario.
Ya había entrado casi toda la gente y ellos se encontraban prácticamente al fondo del campo de juego, tan lejos del escenario que éste apenas se veía.
Jazmín se apresuró a pedirle perdón por la demora. La mejor excusa que se le ocurrió fue decirle que uno de los integrantes de una banda de rock quería conocer a Fiorella personalmente, en los vestuarios. Algo que ella no permitiría. No dejaría que su hija se encontrara con uno de esos rockeros, sabiendo qué intenciones tenía.
A Fiorella le disgustó que su madre mintiera de forma tan descarada, lo más chocante fue ver con que naturalidad lo hacía. Hablaba como si hubiera ensayado ese cuento muchas veces. Fiorella no se atrevía a mirar a su padre a los ojos. Ahora sabía un secreto que debería guardar por siempre. Y sí, ¿Qué iba a decir? «Mamá estuvo chupando pija, por eso nos demoramos… ah, y también le chupó la concha a la guardia. ¿Te imaginás a mamá chupando concha? A mí jamás se me pasó por la cabeza. Pero la vi. Vi como le comía la argolla a esa mujer… y lo hacía con total naturalidad. ¿Será que mamá tiene un pasado lésbico del que no nos dijo nada?».
La cabeza de Fiorella daba vueltas. No quería pensar en eso.
Néstor intentó mantener un poco de su buen ánimo inicial.
—Me alegra que hayas manejado la situación, amor. Ni siquiera quiero saber quién es ese rockerito, porque sino me voy a amargar.
—Lamento que hayamos perdido la oportunidad de estar adelante —dijo Jazmín.
—No se preocupen. Todavía podemos conseguir buenos lugares… si empujamos un poco. Vengan, síganme…
Las agarró de las manos y prácticamente las arrastró hacia la multitud. No tuvieron más alternativa que seguirlo. Se abrieron camino entre la gente, no era fácil, el estadio estaba repleto a más no poder. Mientras forcejeaban para poder pasar, Fiorella sintió un dedo metiéndose donde no debía. Fue un contacto intenso. El dedo logró meterse entre sus labios vaginales, apenas protegidos por la tela de su tanga, y se deslizó a lo largo de toda la canaleta, de adelante hacia atrás. Ella se sobresaltó tanto que se puso en puntas de pie. Al girar la cabeza no pudo asegurar quién de todas esas personas la había tocado. Además sus padres seguían avanzando, no tuvo mucho tiempo para analizar la situación. Después de esa experiencia Fiore se dio cuenta de que había cometido un gran error al usar minifalda en un concierto con tanta gente.
—¿Te pasa algo? —Le preguntó su madre, a los gritos. La música ya había empezado a sonar. Un potente riff de guitarra animaba a los espectadores.
—No, no… solo que… ay… por acá no hay lugar. Está todo muy apretado… ¡mamá! Papá se está alejando.
Señaló hacia adelante. Jazmín pudo ver la espalda de Néstor alejándose. Apuró el paso intentando alcanzarlo sin dejar de apretar con fuerza la mano de su hija. Mientras empujaba gente usando sus codos, sintió que algunas manos aprovechaban para tocar, acariciar y apretar alguna de sus nalgas. Por supuesto que esto le molestó, pero no quería ponerse a discutir con alguien en pleno recital… además, debía acercarse a su marido. Néstor parecía haber perdido noción de dónde estaban su hija y su mujer. Avanzaba mirando fijamente al escenario y coreando la melodía de la canción.
Muchas personas se molestaron con Jazmín y Fiorella por querer un mejor lugar. Todos querían estar lo más cerca posible del escenario, pero ya no había lugar. Estaban tan apretados que apenas se podía caminar.
En un punto la amalgama de cuerpos se convirtió en una pared. Jazmín intentó flanquearla, pero moverse hacia los lados era aún más difícil. Pidió permiso a un hombre, éste la miró solo un segundo y volvió la vista al frente. Una chica la insultó por empujarla, Jazmín aseguró que fue sin querer, pero la chica ya no estaba escuchándola.
—¿Y ahora qué hacemos? —Preguntó Fiorella. Debía hablar muy cerca de la oreja de su madre para que ésta pudiera escucharla.
—Vamos a esperar un poco, hasta que la gente se relaje. Desde acá puedo ver a tu padre. En cualquier momento se va a dar cuenta de que no estamos con él y va a volver.
—Qué cagada, che… desde acá no se ve nada.
—Sí, y no es culpa mía. Intentemos ponerle un poquito de onda. Vamos a disfrutar del show, porque para eso vinimos.
Fiorella asintió con la cabeza al ver los coléricos ojos de su madre. Supo que Jazmín seguía enojada con ella por el asunto de las pastillas. Lo mejor en este momento era mantener la vista al frente y forzarse a sonreír. Quizás si le ponía buena cara al mal tiempo su madre no se enojaría tanto con ella.
No pasaron ni diez segundos que Jazmín sintió que alguien la empujaba desde atrás. Descubrió muy pronto lo irritante que es y entendió por qué tanta gente se enojó con ella. Pero había algo raro… los empujones eran rítmicos… pero no iban al ritmo de la música. Un voluminoso bulto se apretó entre sus nalgas y Jazmín descubrió con estupor que alguien la estaba arrimando. Giró la cabeza para ver quién era el responsable, pero no alcanzó a ver la cara del hombre. Solo podía ver su remera negra con la inscripción “Megadeth”.
Le dio un rápido codazo en las costillas, el tipo ni se inmutó. Siguió ahí, presionando hacia adelante… y esa cosa en su pantalón se estaba poniendo cada vez más dura. Para colmo este sujeto traía consigo la presión de toda la gente que tenía detrás. Las tetas de Jazmín se aplastaron contra la espalda del hombre que estaba parado delante de ella. Al parecer al tipo le gustó esto, porque giró levemente su cabeza y ella pudo ver que estaba sonriendo. Por suerte después volvió la vista al frente.
Irritada, apoyó las manos en la espalda del tipo de adelante y empujó con fuerza hacia atrás. Gran error.
Como una estúpida, por puro instinto, ejerció toda la presión con su cola. El bulto entre sus nalgas de pronto cobró la forma de una verga erecta, bien gorda y venosa. Claro, Jazmín no pudo verla… pero sí que la sintió. Su calza era de una tela tan fina que hubiera dado prácticamente igual no tener nada puesto. Y ni siquiera tenía ropa interior. Era la tela del pantalón del tipo, la de su calza y nada más entre ellos. El miembro se apuntaló entre sus redondas nalgas, símbolo de excelencia femenina y producto de horas diarias dedicadas al fitness. Jazmín sintió un agudo dolor justo ahí, en el agujero por el que una mujer nunca debería meter nada.
Quedó ahí apretada contra el señor Megadeth, pensando qué podía hacer para quitárselo de encima. Se sacudió de un lado a otro y pronto descubrió que esto también era una pésima idea. Sus nalgas juguetearon con la verga del tipo, los cachetes le pegaron a la pija de uno y otro lado. Dio la impresión de que estaba intentando encajarla mejor en el centro de su culo. Si seguía haciendo estas estupideces, Megadeth terminaría pensando que ella lo estaba disfrutando.
Decidió que, por el momento, lo mejor era quedase quieta. Intentaría huir cuando la gente le diera más espacio. Por culpa de este sujeto se estaba perdiendo de una buena canción.
Mientras Megadeth jugaba con sus nalgas Jazmín recordó la foto de su hija con el culo bien abierto y a su vez eso le trajo otro vergonzoso recuerdo. Ocurrió unas semanas atrás cuando entró sin golpear al dormitorio de Fiorella. La encontró en la cama con un pibe que parecía tener más o menos su edad. Su hija estaba desnuda, en cuatro patas, y el pibe detrás, bombeando con fuerza. Jazmín no pudo ver la penetración, ya que solo vio la escena desde el frente, pero una frase de Fiore le quedó resonando en la cabeza: «Ay, no… te dije que por ahí no… ¡Mamá! ¿Qué hacés? ¡¿Cómo vas a entrar sin golpear!?»
“Por ahí no”. Esas palabras le quitaron el sueño. Jazmín puede ser comprensiva con algunas prácticas sexuales y puede comprender que su hija está en una edad muy especial. Con dieciocho años tiene ganas de experimentar muchas cosas. Pero eso… eso no puede tolerarlo. El culo no es para eso.
Ya hablo de esto con Fiorella, le explicó más de una vez que el sexo anal es una falta de respeto para la mujer. «Tenemos vagina, ¿sabés? Si un hombre te pide lo de atrás, le decís que no… sin dudarlo. ¿Queda claro? No permitas que te falten el respeto».
—Fiorella —Jazmín se acercó al oído de su hija—. Necesito asegurarme… lo de las fotos que le mandaste a ese tipo… el de las pastillas. No soy tan tonta… sé que te acostaste con él… habrás ido a verlo. —Fiore se puso pálida, acá se viene otro sermón de su madre… y en pleno recital—. Eso no me molesta tanto, puedo entender por qué lo hiciste. Solo quiero saber qué pasó…
—¿Qué pasó con qué, específicamente? —Preguntó Fiore, para ganar tiempo.
—El tipo… ¿te la metió por el culo?
—¿Eh? No, mamá… nada de eso.
—¿Me lo jurás?
—Es cierto que cogimos, pero… por el culo no. Te lo juro.
—¿Y el flaco que llevaste a casa? Ese que estaba con vos cuando yo abrí la puerta… ¿te la estaba metiendo por el culo?
Fiore se puso tensa. «Lo sabe, carajo… lo sabe». Consiguió calmarse lo suficiente como para no delatarse. Quizás su madre solo lo sospechaba. Pero sí… se le vino a la memoria ese momento tan humillante. Su madre la sorprendió cogiendo con un pibe… y el muy hijo de puta le estaba metiendo toda la pija por el orto. Para colmo el desgraciado no se detuvo cuando Jazmín abrió la puerta. Hasta pareció disfrutarlo. Empezó a darle más duro, y ella tuvo que concentrarse mucho para no gritar de dolor. Esa pija le estaba rompiendo el orto.
—No, mamá… te juro que no me la metió por el culo. Solo lo intentó… pero yo me mantuve firme y le dije que por ahí no.
Sin saberlo, Fiorella había dado en la clave. Ella no recordaba haber dicho “Por ahí no”; pero a Jazmín la hizo sonreír escuchar otra vez esas palabras. Se relajó y asintió con la cabeza. Al parecer la había educado bien. Sí, a veces hace cosas que la sacan de quicio, como traer un amante a casa o ir a coger con un vendedor de drogas (sobre eso van a hablar seriamente más adelante, se prometió Jazmín); pero las chicas de la edad de Fiorella son revoltosas por naturaleza. Al menos sabe poner límites.
—Muy bien, me alegra saberlo. Ahora me quedo más tranquila…
«Todo lo tranquila que puedo estar mientras un desconocido me arrima por detrás», pensó.
—¿Y vos?
La pregunta desconcertó a Jazmín.
—¿Y yo qué? ¿Estas insinuando que hago esas cosas?
—No me refería a eso… sino a lo que pasó con la guardia de seguridad. ¿Ya habías chupado una concha antes?
Jazmín abrió mucho los ojos.
—¡No, claro que no!
—¿En serio? ¿Esa fue tu primera vez?
—Por supuesto, Fiorella… ¿acaso pensás que ando acostándome con mujeres?
—Solo pienso que se te veía muy tranquila mientras lo hacías con la guardia. No me dio la impresión de que te desagrade hacerlo.
Jazmín se quedó en silencio por unos segundos, sin dejar de mirar a su hija a los ojos. El tipo detrás de ella le estaba frotando el bulto contra las nalgas.
—Yo no dije que me disguste.
—O sea… ¿te gustó chupar concha? —Esta vez fue Fiore la que abrió mucho sus ojos.
—No, no… me refiero a que… —tuvo que detenerse porque la canción llegó a su final y todo el mundo estalló en aplausos. Cuando el volúmen bajó, continuó diciendo—. Ni me agradó, ni me desagradó. Solo hice lo que tenía que hacer para que nos dejen pasar. No te olvides que vos nos metiste en ese quilombo. Me parece muy injusto que ahora me vengas con reclamos. Y mucho menos ahora.
Fiorella agachó la cabeza. Su madre tenía razón. No era el momento ni el lugar para hacer reclamos. Se quedó en silencio mirando hacia el escenario, o lo poco que podía ver de él. Los músicos apenas se distinguían desde esa distancia. Al menos se escucha bien y las canciones no están nada mal… a pesar de ser rock.
La siguiente canción comenzó y Fiore fue recuperando su buen humor. Cuando iba por la mitad del tema, ya lo estaba disfrutando. Y en ese momento ocurrió algo de lo más extraño. Sintió una mano apoyándose en una de sus nalgas. Eso no es algo tan raro en un contexto donde más de un pelotudo aprovecha para meter mano; pero al girar la cabeza vio que se trataba de su propia madre.
«¿Qué carajo? ¿Me está tocando el culo».
No podía ser. Jazmín jamás haría una cosa así.
«¿Y si en realidad le gustan las mujeres», pensó Fiore. Eso tampoco tenía mucho sentido, ni aún siendo lesbiana su madre se pondría a tocarla de esa manera. Para colmo… la mano se movía, acariciando toda su nalga izquierda para luego deslizarse hasta la derecha. Iba a y volvía.
«¡Me está sobando el culo! ¿Qué carajo…?»
La situación se puso aún más extraña cuando los dedos de Jazmín se metieron por debajo de la minifalda y fueron a posarse entre los labios vaginales. Fiorella se quedó boquiabierta, giró la cabeza hacia la izquierda, para mirar a su madre; pero Jazmín estaba con la vista al frente, como si nada pasara.
«Por dios… me está tocando la concha. ¿Qué le pasa? ¿Se volvió loca o esta es alguna clase de broma sin gracia?»
Y se puso peor. Los dedos comenzaron a masajear sus labios vaginales por encima de la tanga. Para colmo su ropa interior era de tela tan fina que pudo sentir la tibieza de esos dedos. Por supuesto esas caricias incesantes comenzaron a afectarle. Su traicionera concha se humedeció, haciendo lo mismo con la tela de la tanga.
«Ay, no… se va a dar cuenta de que estoy mojada. ¡Qué vergüenza!»
Ahora sabe que usar minifalda en un concierto de rock fue un gran error. Puede imaginar que alguien intente meterle mano. Pero jamás (jamás de los jamases), hubiera sospechado de su propia madre.
¿Qué podía hacer? No se atrevía a decirle una palabra al respecto. La vergüenza era infinita. ¿Acaso le iba a preguntar “mamá, por qué me estas tocando la concha”? No, ni hablar. Es incapaz de pronunciar esas palabras. Pero los dedos… los dedos no se detienen… y ahora están apretando más fuerte.
Y de pronto…
—¡Uf! —Exclamó Fiorella. Nadie la escuchó entre el ruido.
El dedo mayor de su madre se encajó ahí, justo donde está el agujero de la concha.
«Pero.. pero… ¿ahora me quiere colar un dedo?»
Sí, eso parecía. ¿O no? No puede afirmarlo con seguridad.
La mano comenzó a moverse de forma extraña. A veces los dedos apuntaban hacia la concha, y luego era el dorso de el que se apoyaba sobre ella. Iba y volvía.
«¿A qué está jugando? Por dios… que pare de una vez».
Fiorella estaba llegando a su límite. En el momento en que iba a decirle algo a su madre, sintió un fuerte tirón en lado derecho de su tanga y esta… ¡se rompió! Luego volvió a romperse del lado izquierdo y ¡Zaz! La tanga desapareció… como por arte de magia.
«¿Qué carajo acaba de pasar?»
Fiorella estaba cada vez más confundida. Analizó la situación detenidamente y comprendió que no fue su madre quien le arrebató la tanga. Jazmín ni siquiera tiene la fuerza necesaria como para romperla de esa manera.
Esos suaves dedos femeninos se deslizaron entre los húmedos labios vaginales de Fiorella. La chica miró para atrás y se encontró con un tipo grandote con una remera negra de Led Zeppelin. Ahí entendió todo.
A pesar de que Megadeth no dejaba de apoyarle el bulto, Jazmín no dejó de pensar en su hija. Cuando notó que un segundo tipo se había posicionado estratégicamente detrás de Fiorella, tomó cartas en el asunto sin meditarlo. Puso su mano entre el bulto del tipo y la cola de su hija. Pudo sentir ese miembro apoyándose en el dorso de su mano. Era una situación incómoda, pero prefería eso antes de que arrimaran a Fiore.
Sin embargo ese tipo con la remera de Led Zeppelin no pensaba rendirse tan fácilmente. Sacó la verga de su pantalón e intentó meterla por debajo de la minifalda. Jazmín pensó que el sujeto se había vuelto loco. No podía creer semejante atrevimiento en un lugar con tanta gente. Luego entendió que justamente ese era el problema. Había tanta cantidad de gente que nadie parecía notar lo que estaba ocurriendo. Era imposible mirar para abajo con personas empujándose todo el tiempo y con un escenario captando la atención del público.
Para proteger a su hija, Jazmín tuvo que meter los dedos por debajo de la minifalda. A pesar de que no quería hacerlo, los apoyó en sus labios vaginales. «Perdoname por esto, Fiore… lo hago por tu bien», se dijo a sí misma.
No le sorprendió que Mr. Zeppelin siguiera presionando, lo que la dejó atónita fue la repentina humedad en la tanga de su hija. Ese líquido viscoso en la yema de sus dedos le indicaba que Fiorella estaba excitada. «La culpa es mía —se dijo Jazmín—, por tocarla sin avisarle». A pesar de todo mantuvo la vista al frente, porque no solo tenía que lidiar con Mr Zeppelin, el señor Megadeth también estaba haciendo de las suyas.
Jazmín notó que la verga del Megadeth de pronto parecía más nítida entre sus nalgas. Más tibia. Y ahí lo supo. El muy hijo de puta había sacado la verga del pantalón y la estaba apuntando a sus labios vaginales. Ella intentó apartarlo, usando su propia mano. Le molestó tener que tocar la verga del tipo, pero era la única forma de hacerlo. Para frenar a Mr Zeppelin y evitar que metiera la verga bajo la minifalda de su hija, dio vuelta la mano. En su palma pudo sentir la cabeza de ese miembro. Era grande, bien ancha. No se parecía a la de su marido.
—Jorge, ayudame.
Escuchó decir a Megadeth. Jazmín sintió que alguien le agarraba la mano que tenía detrás suyo. Era el tipo que estaba a su izquierda, el tal Jorge. Un hombre ligeramente panzón con una campera de cuero negra. Sí, campera de cuero a pesar del calor. Debía estar loco.
Y sí que lo estaba, porque el tipo no lo dudó. Dirigió la mano de Jazmín hasta el interior de su pantalón y la obligó a agarrarle la verga. Ella soltó un chillido de bronca, que nadie pudo oír, ni siquiera su hija. Y para colmo la verga de Megadeth ya estaba bien posicionada entre sus labios vaginales. Una vez más se lamentó de no traer tanga y, para colmo, haber optado por una calza tan ajustada.
Fiorella tuvo ganas de abrazar a su madre. No pudo hacerlo porque estaba muy apretada entre la gente. Jazmín la estaba protegiendo de un tarado que intentaba meterle la pija. Así es, no es que el tipo simplemente quisiera arrimarla (cosa que ya estaba mal), sino que quería enterrarle la verga. Ya no le molestó que su madre la estuviera tocando de esa manera. Mr Zeppelin parecía muy insistente y Jazmín estaba decidida a no dejarlo pasar. Fiorella se sobresaltó al sentir el glande del tipo deslizándose entre sus labios vaginales. Fue apenas un segundo, pero el contacto le erizó todos los vellos del cuerpo. Sí, incluídos los del pubis.
Para evitar esto, su madre tuvo que adoptar medidas desesperadas. Metió los dedos entre los labios vaginales como si estuviera dispuesta a masturbarla. Incluso Fiore sintió el dedo mayor rozando su clítoris… lo que la mojó aún más. No quería que eso ocurriera, pero no podía evitarlo. Esos toqueteos, sin importar el motivo, le estaban sacando un suspiro detrás de otro. El cuerpo se le electrificaba cada vez que Jazmín movía los dedos.
«No lo dejes pasar, mami… por lo que más quieras, no lo dejes pasar». Estaba muy avergonzada. Fue una estúpida al ponerse minifalda. Seguramente al volver a casa su madre la regañaría por eso.
«Es mi culpa, carajo… todo es mi culpa».
A Jazmín se le ocurrió una idea que al principio le pareció brillante. Con su mano derecha agarró uno de los testículos de Mr Zeppelin, lo acarició suavemente, preparándose para el gram momento. Lo apretaría tan fuerte que ese tipo no se atrevería a arrimarle la pija a nadie más en su puta vida. Y pensaba hacer lo mismo con el tal Jorge Campera.
Sin embargo… a último momento se arrepintió. Si alguno de esos tipos gritaba de dolor, alguien lo notaría… probablemente él la acusaría y tendría que dar explicaciones. Sería una escena terrible. ¿Qué pasaría si alguien intentaba hacerse el héroe y decidía enfrentarse a esos tres tipos? Una hecatombe. Eso ocurriría. Sería un caos total. Golpes que van y vienen, empujones, patadas, pisotones… y ella y su hija en el medio.
«No, no puedo hacerlo. Es demasiado peligroso».
Retiró suavemente la mano y se odió a sí misma, porque con esa suave caricia que le dio al testículo parecía que estuviera recomenzando a Mr Zeppelin… y el hijo de puta había aprovechado ese momento de duda para acercarse más a su objetivo.
Fiorella se puso de pie y soltó un chillido. Pudo sentir ese glande apoyándose entre sus húmedos labios vaginales. La estaba abriendo lentamente. La penetración era inminente y, con pánico, descubrió que no podía hacer nada. Había quedado tan apretada contra el tipo de adelante que ni siquiera podía mover sus brazos.
Por suerte, a último momento, su madre vino al rescate. Jazmín apartó la verga del tipo y tomó la más drástica de las decisiones: introdujo dos dedos en la concha de su hija. Fiore sintió un repentino mareo. No esperaba que Jazmín (su propia madre) le colara dos dedos sin previo aviso… como si de pronto fuera su novia o algo así.
«Pero lo entiendo, mamá… no te preocupes que entiendo por qué lo hacés».
No se enfadaría con ella. La estaba protegiendo. Sí, el método era cuestionable… pero también efectivo. Muy efectivo. Con esos dedos bien metidos en su concha Mr Zeppelin ya no tenía espacio para meter la verga. Ni siquiera por el otro agujero, porque la palma de su madre lo estaba protegiendo.
Todo parecía estar (relativamente) bien. El puto problema era el movimiento. Los empujones eran constantes. La gente saltaba, vitoreaba, bailaba y aplaudía. Era imposible moverse… era imposible quedarse quieta. Esos pequeños movimientos en el lugar hacían que los dedos dentro de la concha entraran y salieran. Jazmín no quería moverlos, lo hacía por puro reflejo. Cuando sentía que sus dedos iban a salir, los flexionaba, como si intentara aferrarse a algo dentro de la concha de su hija. Pero en ese interior tan suave y húmedo no había nada de qué agarrarse.
Fiorella jadeaba y se ponía de puntas de pie cada vez que los dedos de su madre se reflexionaban. «Ay, mami… me estás recontra pajeando… uff…». La yema de esos dedos acariciaba las paredes internas de su concha y esto la hacía delirar. Nunca la habían tocado de esa manera tan… efectiva. Y eso hacía que se humedeciera aún más.
Fiore no era la única con un problema de humedad. Para su espanto Jazmín descubrió que los incesantes roces del glande contra su concha ya habían conseguido que se mojara. La tela de su calza se estaba humedeciendo justo ahí, contra el agujero de su vagina… adonde apuntaba la pija de Megadeth. Y para colmo ese hijo de puta de Jorge Campera… ¡qué pedazo de pija! No podía dejar de asombrarse. Los tres tipos parecían muy bien dotados. Ahí fue cuando Jazmín cayó en la cuenta de que estaba tocando dos pijas, una con cada mano, mientras le arrimaban otra contra la concha. Nunca había estado con tres vergas a la vez. Se le aceleró el corazón de solo pensarlo… y de pensar en lo que esos tipos podrían ser capaces de hacer con ella y su hija.
Y su marido… Néstor no sospechaba nada. El pobre diablo seguía atento al show. Desde allí Jazmín podía ver cómo saltaba y sacudía sus brazos en alto. Probablemente también estaba cantando. «Bueno, al menos uno de nosotros la está pasando bien», pensó Jazmín.
Hubo un detalle del que Jazmín no se percató, pero Megadeth sí. Ella tenía las dos manos ocupadas, una por voluntad y la otra no. Si alguien quería aprovechar para manosearla… bueno, ella no podría defenderse. Jazmín cayó en la cuenta de esto cuando sintió las manos de Megadeth sobándole las tetas. Se las estrujó sin dejar de arrimarle el bulto. Su primer instinto fue usar su mano derecha para sacar al tipo de ahí; pero al intentarlo dejó por un segundo libre la concha de su hija… y Mr Zeppelin aprovechó. No alcanzó a penetrarla, pero estuvo cerca. Fiorella sintió cómo sus gajos vaginales se abrían ante la presión de ese glande invasor. Por suerte Jazmín volvió rápido, apartó la verga y le coló los dedos en la concha. Fiorella sintió un gran alivio… y también una extraña sensación de placer. Era inevitable, fuera esa la intención o no, su madre estaba masturbándola.
La pobre Jazmín no tuvo más alternativa que permitir a Megadeth divertirse con sus tetas. El tipo metió las manos por debajo del top y le pellizcó los pezones. Eso la hizo gemir; pero obviamente nadie la escuchó. El bullicio era ensordecedor. Las guitarras de rock & roll no paraban ni por un minuto.
Estaba indefensa. La situación era humillante, pero se pondría aún peor. Cuando Megadeth se aburrió de manosear tetas, buscó algo más interesante con qué entretenerse. Sus manos se deslizaron por el plano vientre de Jazmín, con abdominales ligeramente marcados.
«No, no… ni se te ocurra, hijo de puta». Era inútil, podría gritar esas palabras en voz alta y nadie las escucharía… y aunque las oyera, eso no detendría a Megadeth. El tipo estaba decidido a seguir adelante.
Metió los dedos por debajo de la tela de la calza y se encontró con un pubis suave como la ceda, completamente depilado. Presionó más la verga contra la concha de Jazmín y le lamió una oreja. Esto hizo temblar sus rodillas. Cerró los ojos y gimió. Se sintió aún más humillada, porque ese degenerado desconocido había encontrado uno de sus puntos débiles, uno que su marido nunca aprovechaba. Si alguien le lame el lóbulo de la oreja, se le derrite la concha. No puede evitarlo, es más fuerte que ella.
Para colmo los dedos siguieron bajando por esa zona tan sensible… hasta llegar a la más sensible de todas: su clítoris. El primer contacto provocó una descarga eléctrica en todo su cuerpo. Tuvo que esforzarse para que sus rodillas no la traicionaran. El tipo había aplicado la presión justa, ni muy fuerte ni muy despacio. Jazmín entendió que Megadeth sabía lo que hacía.
Y pasó lo que tenía que pasar. El tipo le metió dos dedos en la concha, y aquí ocurrió algo extraño con la mente de Jazmín. Se quedó muy quieta, con los ojos cerrados, y por puro instinto mecánico comenzó a replicar los movimientos que hacía Megadeth, pero en la concha de su hija.
Cuando Fiorella notó esto se confundió mucho. Los movimientos anteriores parecían involuntarios, pero ahora… los dedos de su madre se movían como si realmente quisiera hacerle una paja. Entraban, salían y le frotaban el clítoris. ¡Sí, su madre le estaba frotando el clítoris! Se fijó en ella, buscando una explicación, y vio cómo ese tipo estaba metiendo la mano dentro de la calza… y su madre… lucía rara, con los ojos cerrados y la boca abierta.
«¿Acaso lo está disfrutando?» No podía ser. Su madre jamás disfrutaría de la invasión de un desconocido… pero… su cara. Daba toda la impresión de que estaba gimiendo… y su cadera…
Jazmín empezó a menear la cadera, de forma inconsciente, justo después de que Megadeth le diera otra lamida en el lóbulo de la oreja derecha. Eso activó en ella un instinto sexual que no pudo controlar. La verga del tipo presionaba tan fuerte contra la calza que parecía que se iba a romper en cualquier momento. Jazmín estaba tan mojada como su hija… y su mano izquierda ya se estaba portando mal. La verga de Jorge Campera ya estaba fuera del pantalón y ella lo estaba masturbando. Lo hacía como si hubiera perdido noción de la realidad, como si estuviera sumergida en un letargo de pasión y lujuria. Mientras más rápido Megadeth le metía los dedos, más rápido masturbaba al de la campera negra… y a su hija también. Fiorella estaba con la cara apoyada en el tipo alto de adelante y no podía creer que su madre le estuviera haciendo una paja tan efectiva y explícita. Los dedos entraban y salían sin parar.
«Por dios, mami… si así te tocás… debés ser adicta a la paja». Fiore tuvo que reconocer que su madre era mucho mejor que ella en el arte de la masturbación. Se sintió raro, porque nunca había imaginado a su madre haciéndose una paja, pero… tenía sentido. Jazmín llevaba muchos más años que ella experimentando con la masturbación.
La situación se estaba descontrolando y Fiorella se preguntó qué tan lejos estarían dispuestos a llegar estos tipos. Esperaba que su madre recuperara el buen juicio e hiciera algo para detenerlos, porque a este paso las cosas podrían ponerse muy porno.
Apoyar en Patreon
Si te gustan mis relatos, podés apoyar estos proyectos colabrando en Patreon.
El apoyo de mis mecenas es lo que me permite seguir escribiendo.
Quienes colaboren podrán leer los nuevos relatos varias semanas antes de que sean publicados.
Capítulos nuevos todos los sábados.