Mi Vecino Superdotado [24]

Capítulo 24.

Descontrol en el Ascensor.

Un par de días después de pasar la noche con Sonia, Silvana arrancó el día con una buena noticia. Antes de irse a trabajar su teléfono sonó. Era Renzo. Se apresuró a contestarle, intercambiaron algunos saludos coriales y finalmente él dijo lo que ella quería escuchar:

—Tenemos que hablar… cara a cara. Te amo mucho Silvana. Estoy dolido por lo que hiciste, pero no quiero perderte.

—Yo también te amo mucho, Renzo…

Fue un tanto incómodo decirle eso mientras estaba desnuda en la cama, con las piernas abiertas y Karina le estaba dando una buena chupada de concha mañanera. Con alguien que te la chupe así, vale la pena despertarse todos los días.

Se sacudió y tuvo que morderse los labios para no gemir. La lengua de Karina se estaba metiendo en zonas muy sensibles de su concha. Empezó a responderle a Renzo con monosílabos y le aseguró que tendrían esa importante charla cara a cara, sería pronto. Mientras hablaba no dejó de acariciar los cabellos de Karina y de menearse en la cama. El orgasmo se estaba acercando cada vez más y ya no podría controlar sus gemidos.

—Amor, perdón, tengo que cortar… se me está haciendo tarde para el trabaj… ahh… ahh…

Le cortó. Sus gemidos le hicieron vibrar los pulmones. El jugo de su vagina comenzó a salir y Karina lo bebió todo. Se estremeció durante largos segundos hasta que por fin la ola de placer concluyó.

—Uf… me voy a malacostumbrar a empezar el día así…

—Yo no tengo ningún problema —dijo Karina—. Te chuparía la concha todos los días con mucho gusto. Sos preciosa, Silvana.

Sellaron el momento con un beso en la boca.

Al entrar en la cocina Silvana descubrió que Karina le había dejado el café preparado y había unos hot cakes con crema y frutos rojos, algo que solo había visto en películas de USA. Devoró todo deleitándose al máximo. Su novio nunca la despertó con el desayuno listo, a pesar de que ella lo hizo en numerosas ocasiones.

Terminó el café de un sorbo largo y cuando se disponía a volver al cuarto para vestirse, Karina la interceptó. La besó en la boca y la hizo retroceder hasta que sus nalgas dieron contra la mesa.

—¿Te gustó el desayuno, hermosa?

—Estuvo riquísimo. Esto te lo tengo que compensar de alguna manera.

—La que debería compensar soy yo, por permitirme quedarme en tu casa y hacerme el aguante en este duro momento.

Karina le chupó una teta y después bajó a darle otras lamidas en la concha. No se entretuvo mucho tiempo ahí, volvió a ponerse de pie para besarla.

—Uff… me parece que hoy voy a llegar tarde al trabajo.

—¿Y si te quedás? —Propuso Karina—. Podemos quedarnos en la cama todo el día.

—No es mala idea…

El celular de Silvana sonó, estaba sobre la mesa, estiró la mano para agarrarlo y leyó el mensaje. Karina volvió a atacarle las tetas, le chupó los pezones con fuerza.

El mensaje era de Rogelio, muy simple y concreto: una foto de su verga completamente erecta y venosa. A esto le adjuntaba un texto: «Vení con el orto preparado, putita, porque hoy te espero así».

—Quedate, nos chupamos las conchas todo el día… dale…

—Me encantaría quedarme, Karina; pero tengo que ir al trabajo —dijo, mirando fijamente la foto de ese imponente miembro erecto.

—Oh, es una pena… la hubiéramos pasado muy bien.

—Lo sé, pero tengo que trabajar.


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Se dio cuenta de la ironía de sus palabras una hora después, cuando estaba en su oficina y Rogelio le estaba metiendo la pija duro y parejo por la concha. «Si, claro… “trabajar”. ¿Ahora este es tu trabajo?». ¿Acaso así sería su nueva vida? Todas las mañanas en la oficina alguien la usaría como descargo de leche. Lo peor de todo era que esa pija entrando en su concha se sintiera tan bien. Le resultaba muy erótico tener la minifalda levantada y apoyar las manos sobre el escritorio para que alguien se la cogiera.

Ella misma agarró la verga y la orientó hacia su culo.

—Así me gusta, que seas putita obediente —le dijo Rogelio, con vos socarrona.

De todas las cosas tóxicas que había en su vida últimamente, la que definitivamente tenía que sacarse de encima era Rogelio. Porque él la hacía sentir realmente muy mal. Disfrutaba de la cogida pero la humillaba todo el tiempo, y luego no sabía qué hacer con toda esa culpa. Detestaba volver a él como un adicto que vuelve a las drogas.

Su teléfono sonó justo cuando el glande estaba entrando en su previamente lubricado culo. Atendió sin dudarlo, porque era Renzo.

—Hola, amor ¿dos llamadas en una misma mañana? ¿Pasa algo? Uf… mmmf…

—No, ¿estás bien? ¿Te noto agi….

—Si, si… las escaleras… uhmfff… acabo de subirlas. Ya te expliqué eso. Acá hay muchas esca… ay… uf… escaleras. Decime, ¿necesitás algo?

La verga le estaba abriendo el culo con violencia, Rogelio no era de los que les gusta esperar. Eso, por extraño que pareciera, le resultaba sumamente excitante.

—Solo quería preguntarte si querés ir a cenar conmigo a un lugar lindo. Yo invito.

—Ay, no…. mmmmf… uf… no, Renzo. Sé que tu situación económica no es la mejor. No gastes plata en mí. Además… tenemos que hablar personalmente. Hay cosas que tienen que cambiar y son muy íntimas… no voy a hablar de sexo anal en un restaurante.

—¿Sexo anal?

—Sí, Renzo. Ya te dejé bien en claro. Me gusta que me la metan por el culo. Me gusta sentir algo bien grande y duro por atrás. Si vos no querés hacerlo…

—¿Vas a buscarlo en otro hombre?

—No quiero llegar a eso. De ser posible, intentaré solucionarlo con dildos… aunque… mff… no es lo mismo. Una verga de verdad se siente mucho mejor. —Rogelio la agarró del pelo y le hundió la verga con tanta fuerza que la hizo chillar.

—¿Estás bien, amor? ¿Pasa algo? Suena como si estuvieras cogi…

—No puedo hablar ahora. Auch… uff… ay…

—¿Te gusta putita, te gusta?

—¿Quién es ese?

—Chau Renzo, después hablamos.

Le cortó. Ya no pudo disimularlo más. Empezó a gemir con pasión, la cogida que le estaba dando Rogelio era espectacular.

—¿Ya le contaste a tu noviecito que acá sos mi putita? Tu culo es mío, mamita. Cuando quieras una buena pija, llamame a mí.

—Callate y cogeme. No hables. Me tenés harta.

Él se rió con socarronería. Lo estaba disfrutando al máximo. Ella se lamentó de ser tan adicta al sexo y comenzó a masturbarse. Necesitaba llegar al orgasmo. Sabía que sería mucho peor si no acababa. Quién sabe qué locura podría cometer durante la jornada laboral.

Definitivamente debe hacer algo para sacar a Rogelio de su vida, de lo contrario no podrá conseguir nunca el equilibrio que está buscando. Pero no tiene ni idea de cómo hacerlo. Este hijo de puta es el protegido de Vanina Marchetti.

—Te vas a tomar toda la leche, como la putita obediente que sos.

Y la putita obedeció. Se puso de rodillas y chupó la pija hasta que la boca le rebalsó de semen. Tragó tanto como le fue posible y luego entregó el culo otra vez.

—¿Te quedaste con ganas?

Aún no había acabado. Necesitaba esa verga en el orto otra vez. Cuando la tuvo, se pajeó con tanta fuerza que creyó que el clítoris le quedaría irritado. Fue una paja violenta. Un castigo contra su propio sexo, por no dejarla vivir en paz.


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Al otro día, por la tarde, Silvana salió a trotar por el parque Rivadavia acompañada de Malik. Fue un intento por recuperar su vida rutinaria. Aún no tenía noticias de Renzo y temió que después de lo ocurrido durante la mañana del día anterior su novio decidiera poner punto final a todo. Silvana está preocupada porque sabe que Renzo lo notó… se dio cuenta de que ella estaba cogiendo con alguien y no tenía ninguna excusa, ni buena ni mala.

Al regresar al edificio se quedó un rato conversando con Osvaldo y Malik, hablaron del único tema del que se hablaba en ese momento: el mundial de fútbol. Faltaban apenas unos días para que se diera inicio a la Copa del Mundo en Qatar y hasta el senegalés se mostró entusiasmado por la selección Argentina. Él aseguraba que la Scaloneta tenía grandes chances de salir campeona. Malik aprovechó para invitar a Silvana a mirar los partidos a su casa, había comprado un gran televisor y ya tenía todo instalado para disfrutar del mundial.

Mientras conversaban, Sonia llegó de su paseo acompañada por su amiga Sandra. Las dos mujeres encararon para el ascensor. Sonia les hizo señas:

—Aprovechemos que vamos al mismo piso.

Malik y Silvana se les unieron. Presionaron el botón del piso 19 y comenzaron a subir. Sonia le presentó sus vecinos a Sandra y ésta preguntó si eran pareja. Silvana soltó una risotada y aclaró que solo eran amigos. Se fijó en que Sandra le miraba el escote sin disimulo, aunque no podía asegurar si lo hacía porque le gustaba o porque le parecía una aberración que una chica con tanto busto usara un top blanco sin corpiño que le marcaba los pezones. Para colmo también tenía puesta una de sus míticas calzas hiper ajustadas, esta vez una gris claro que se le aferraba a las nalgas como si fuera pintura.

Malik y Sonia estaban intercambiando opiniones sobre el mundial, a Sonia no parecía importarle demasiado pero dijo que por respeto a la selección Argentina miraría todos sus partidos. En ese momento todo se puso negro y el ascensor frenó de forma brusca. Sandra soltó un grito que debió escucharse en todo el edificio.

—Ay, no, no, no… ¿qué pasó? ¿qué pasó? ¡Quiero salir! ¡Quiero salir! ¡Déjenme salir!

Intentó abrir la puerta con sus propias manos, algo imposible. Sin embargo, Malik y Silvana la detuvieron, para evitar que se lastime.

—Tranquila, Sandra —dijo Silvana—. Es solo un corte de luz. No pasa nada.

—No, no… ¡suéltenme! ¡quiero salir!

—Sandra, por favor, calmate —intervino Sonia—. Esto ya pasó antes, no es para tanto. Te juro que en unos minutos vuelve la luz y el ascensor arranca.

—No, no… ¿y si se cae?

—No se va a caer —respondió Malik—. El ascensor tiene frenos de emergencia. Se activan solos, aunque no haya electricidad. No va a pasar nada. Solo tenemos que esperar unos minutos.

—Muy cierto —acotó Silvana.

—¿Esperar? ¿Acá? ¿Encerrados? ¡Nos vamos a quedar sin aire!

Tardaron varios minutos en serenarla lo suficiente como para que respire sin hiperventilar. La que realmente lo logró fue Sonia, quien la abrazó con fuerza y le dijo: «Respirá conmigo». Está claro que Sandra confía en su amiga. Otra cosa que ayudó a calmarla es que Malik encontró una lucecita de emergencia, un pequeño foco de luz amarilla muy tenue. No iluminaba demasiado pero al menos les permitía verse las caras.

Sus ojos se fueron acostumbrando a la penumbra y todos pudieron notar el horror en la cara de Sandra. Estaba sudando copiosamente y miraba para todos lados como si la estuviera persiguiendo un psicópata con una motosierra. Silvana sintió pena por ella. Esto debería ser un infierno para una persona claustrofóbica.

—Quiero salir… quiero salir… quiero salir…

Repetía, como un mantra.

—Ya, ya… no pasa nada… va a estar todo bien.

Sonia le daba palmaditas en la espalda sin dejar de abrazarla. Parecía una madre cuidando de una niña asustada.

Silvana le hizo señas a Malik y él se quitó la camiseta. Sandra se quedó mirando al senegalés con la boca abierta.

—Está haciendo mucho calor —dijo Silvana—. ¿Les molesta si me pongo cómoda?

Acto seguido, se quitó el top. Sus grandes pechos rebotaron ante la mirada incrédula de Sandra. Los ojos de la mujer iniciaron un ping-pong entre los pectorales de Malik y las tetas de Silvana. Al principio Sonia creyó que estos dos se habían vuelto locos. En especial Silvana. ¿Cómo se viene a quedar en tetas de esa manera? Luego, al notar que Sandra ya respiraba con normalidad entendió que era una treta para distraerla. Para que focalizara su atención en algo que no fuera el encierro.

—¡Wow, impresionante! —Dijo Sonia, con una gran sonrisa—. Mirá Sandra, qué espectáculo tenemos. ¿Con cuál te quedás? —Sandra miró a su amiga como si quisiera cerciorarse de que hablaba en serio—. Vos ya me conocés… ya te comenté que a mi… mmm… yo me quedo con esas tetas. ¡Mirá lo que son! Preciosas. Muy firmes. Ojala yo las tuviera así. ¿Y vos, te quedás con Malik?

El senegalés sonrió con simpatía, esto hizo que Sandra también sonriera, por primera vez desde que se detuvo el ascensor. La mujer estiró su mano con timidez y fue la propia Sonia quien la dirigió hasta los pectorales del negro.

—Ay, Sonia… no hagas eso, el muchacho se va a incomodar.

—No conocés a Malik —dijo Silvana—. Te aseguro que no se va a incomodar ni un poquito. Tocá todo lo que quieras.

Sandra se rió con timidez, como si fuera una joven virgen que toca un hombre por primera vez. Sonia fue guiando su mano por los pectorales de Malik mientras la abrazaba por la espalda. Tenía la cabeza apoyada en el hombro de su amiga, como si estuviera dispuesta a besarle el cuello.

—Es impresionante, ¿cierto? —le dijo al oído—. Malik es jugador de fútbol profesional. Se nota, ¿verdad?

—Es increíble —dejó de mirar por un segundo esos firmes pectorales de ébano y se fijó en las grandes tetas de Silvana.

—¿Y acá, no querés tocar un poquito?

—Ay, no sé, Sonia… —soltó una risita picarona—. Me parece demasiado. Entiendo que a vos te gusten esas cosas, pero yo…

—No seas sonsa, Sandra. ¿Sabés la cantidad de gente que pagaría por tocar estas tetas? Y vos podés hacerlo ahora mismo… ¡y gratis! Hay que aprovechar que acá nadie nos ve…

—Lo que pasa en el ascensor, se queda en el ascensor —dijo Malik—. No vamos a decirle ni una palabra a nadie.

Sandra aún se mostraba dubitativa, pero las palabras del senegalés la envalentonaron. Estiró la mano y se aferró a la teta derecha de Silvana. La presionó con fuerza, como si se tratase de un globo de agua.

—Wow… ¡Qué firmes! Yo nunca las tuve así.

—Lo dudo mucho —dijo Sonia, quien ya había entrado en el juego—. Estoy segura de que tus tetas alguna vez estuvieron tan firmes como las de Silvana. —Desde atrás le agarró ambos pechos y los estrujó un poquito.

—Hey, amiga… —Sandra volvió a reírse, parecía haberse olvidado de que estaba encerrada en un ascensor.

—Perdón, ¿me pasé?

—No, no… —risitas—. Te quería decir que si querés tocar un poquito, podés hacerlo. Hace rato quería hablar de eso con vos. Fuiste muy valiente al contarme sobre tus… preferencias sexuales. Y quiero que sepas que te apoyo en todo.

—Gracias, Sandra. Por eso sos mi mejor amiga —le dio un rápido beso en la mejilla. Luego agarró la teta izquierda de Silvana. Estuvieron unos segundos presionándolas y riéndose como adolescentes que hacen travesuras.

—Si quieren probarlas un poco, yo no me quejo —dijo Silvana.

Sandra la miró como si estuviera intentando comprender lo que dijo. Cuando por fin lo entendió volvió a reírse nerviosa.

—Ay, no… yo no… o sea, no sé… Sonia vos hacé lo que quieras, pero yo…

—Me da un poco de vergüenza —aseguró Sonia, Silvana entendió que hablaba en serio.

—Dale, no pasa nada. ¿Acaso tenemos otra cosa para hacer? Por lo menos pasemos el tiempo divirtiéndonos un poco.

—Vos misma lo dijiste, Sonia —dijo Sandra—, aprovechá gratis lo que muchos estarían dispuestos a pagar.

Al tener el apoyo de su amiga, Sonia se animó. Se acercó al pezón izquierdo y lo lamió con timidez, porque estaba siendo observada por su amiga. De a poco fue entrando en ritmo y se fue olvidando de los demás. Sujetó la teta con su mano y le dio un fuerte chupón al pezón.

—¡Impresionante! —Dijo Sandra—. Tenés unos pechos increíbles, Silvana.

—¿Y no querés probar vos también? Me sentiría muy halagada si lo hicieras.

—Dale, Sandra —dijo Sonia, antes de que su amiga pudiera pensarlo—. Animate. Es solo una probadita. ¿Nunca sentiste curiosidad por chupar una teta?

—Bueno, no sé… puede ser que alguna vez lo haya pensado… lo hago si me prometen que esto no sale de acá.

—Eso está claro —aseguró Silvana—. Cuando salgamos, haremos de cuenta que nada pasó.

Sandra asintió con la cabeza. Miró fijamente la teta derecha y después de unos segundos, se animó a probarla. Pasó la lengua alrededor del pezón, a su lado Sonia hizo lo mismo. Después las dos mujeres se prendieron a chupar con más fuerza, succionando el pezón. Por la forma en que lo hacía Sandra, Silvana supo que la curiosidad por probar una teta era genuina. Quizás llevaba mucho tiempo fantaseando con eso. Fue como si perdiera la noción con la realidad, chupó como si quisiera disfrutar al máximo cada segundo.

Cuando las dos mujeres se desprendieron, intercambiaron risitas picaras. Silvana se alegró, el vínculo entre las dos amigas ahora era más fuerte.

Silvana estaba pensando de qué otra forma podría distraer a Sandra, pero no fue necesario hacer mucho, ella misma se encargó de esto.

—Perdón por la imprudencia, pero… ¿es cierto lo que dicen de los africanos?

—¿Qué es lo que dicen? —Preguntó Malik mostrando una hilera de dientes perlados.

—Creo que sé a qué te referís —dijo Sonia, mientras su amiga se reía como una boluda—. Y te puedo asegurar que en este caso los rumores son ciertos.

—¿Ah sí?

—Sí, es impresionante.

—¿Te gustaría verla? —Preguntó Silvana.

—Uy, no sé… no quiero incomodar a nadie.

—A mí no me molesta —aseguró Silvana—, y Malik es nudista. Para él sería como estar en casa. Mmm… me parece que no te vas a animar a pedirlo. Mostrale, Malik.

El senegales se lo tomó con extraordinaria calma. Se quitó el short deportivo como si nada. A las dos cincuentonas se les cayó la mandíbula al ver ese miembro monstruoso, una trompa de elefante africano meneándose para ellas.

—¡Por el amor de dios! ¡Es enorme! —Sandra no cabía en su asombro.

—Y se puede poner todavía más grande —aseguró Silvana—. ¿Quieren tocarla un poquito? Sin compromiso.

—Dale, Sandra, tocá… no seas boluda —la alentó Sonia—. No dejes pasar esta oportunidad…

Sandra estiró la mano lentamente como quien está a punto de tocar una superficie caliente. Apenas sus dedos hicieron contacto con el miembro, ella retiró la mano, como si se hubiera quemado.

—Ay, no seas boluda —le dijo Sonia, tomándola por la muñeca—. Hacelo bien.

Esta vez ella le guió la mano y cuando estuvo apoyada en el pene, la mantuvo allí.

—¡Wow!

—Apretalo un poquito —sugirió Sonia.

Contar con el apoyo de su amiga facilitó las cosas. Los dedos de Sandra se cerraron en torno al miembro de Malik. Las puntas de sus dedos apenas se tocaban. Comenzó a hacer movimientos masturbatorios y se dio cuenta de que en realidad era Sonia, moviéndole la mano. Silvana se sumó a la tarea, esto relajó a Sandra, ya no era la única tocando esa enorme verga. Malik observó toda la situación con su calma característica y permitió que esas mujeres se la pusieran dura. Poco a poco su miembro fue ganando tamaño. Cuando estuvo erecto quedó apuntando al techo, firme como un mástil.

—Madre mía… es… es… no lo puedo creer. Perdón, Malik, no quiero que sientas que te estoy mirando como un fenómeno de circo. Solamente estoy sorprendida… nunca había visto un pene tan grande.

—Está bien, estoy acostumbrado a la reacción de la gente. Para mí no es extraño, se podría decir que es una cualidad familiar.

—Sería interesante conocer a tu familia —dijo Sandra entre risas—. Aunque, hablando en serio, no sabría qué hacer con algo así de grande…

—Es solo cuestión de práctica —aseguró Silvana—. Y de no ponerse nerviosa.

La situación se estaba calentando, en parte porque el aire del ascensor se estaba poniendo muy denso; pero justamente lo que quería Silvana era llevar la calentura al máximo. Eso haría olvidar a Sandra del encierro.

Se puso de rodillas y allí, frente a las dos amigas, se metió el glande en la boca. Empezó a chuparlo sabiendo que estaba causando un gran desconcierto en Sonia y Sandra. Ellas miraban a Silvana como si de pronto se hubiera vuelto loca.

—¿Ven? No es tan difícil. Me imagino que vas a probar un poquito, Sonia. No podés dejar pasar esta oportunidad.

—Ay, no, claro que no. Eso sí que es demasiado.

—Dale, amiga… animate. Que no te dé vergüenza. Sé que tenés tantas ganas como yo cuando probé las tetas de Silvana.

—No sé… no sé… es mucho. Pero… si vos lo hacés antes, yo lo hago. Ay, perdón, no sé que dije… me olvidé que te gustan las mujeres.

—No pasa nada, Sandra. Sí, soy lesbiana; pero tampoco rechazaría una verga como esta si pudiera probarla. Vení, arrodillate conmigo —las dos mujeres se pusieron de rodillas, la verga quedó casi tocando la cara de Sandra. La claustrofobia parecía haber salido del ascensor y Sonia sabía que seguiría siendo así siempre y cuando su amiga se mantuviera con la mente centrada en otra cosa—. Mirá, tocá… —acarició uno de los testículos y Sandra hizo lo mismo con el otro—. ¿Lo hacemos, amiga?

No esperó respuesta. Abrió la boca y comenzó a tragar el glande de Malik, todo el tiempo miró de reojo a Silvana. Necesitaba el apoyo de su vecina. Ella le hizo señas para que siguiera adelante, para que tragara más… y para que usara su lengua. Sonia lamió todo el glande y volvió a tragarlo.

—Me sorprendés, amiga… pensar que no quisiste ir al cumpleaños de Margarita porque hubo strippers. ¿Sabías que incluso hubo chicas bailando?

—Si hubiera sabido eso, iba sin dudarlo. Aunque… si hay mucha gente me da vergüenza.

—A mí también. Al principio no quería hacer nada, pero cuando vi que las otras se estaban portando mal, me animé un poquito.

—¿Probaste alguna verga?

—Algunas… en plural —soltó una risita picarona—. No éramos muchas, pero nos divertimos un montón. Margarita estaba descontrolada, quería festejar los cincuenta con una fiesta inolvidable. Se hizo chupar la concha por dos bailarinas y algunas de sus amigas.

—¿Qué? ¿De verdad? ¿Y vos? ¿Lo hiciste?

—No, con las chicas no me animé. No me gustan esas cosas.

—Oh… qué lástima. —Sonia parecía desilusionada. Eso echaba por tierra las esperanzas de que tuviera un gusto por el sexo lésbico. Aún así podía divertirse con ella. Le dio mucho morbo verla chupando teta y se moría de ganas por verla con la verga de Malik en la boca—. Pero me imagino que ahora sí te vas a animar. Digo… me lo prometiste. Yo hice mi parte.

Sandra no parecía tan convencida, sin embargo no quería fallar a su palabra. Con gestos dubitativos agarró la verga y la guió hasta su boca. Le pasó la lengua a la punta del glande y dijo:

—Ya está. Ya lo hice.

—No, no… así no —dijo Sonia—. Eso no cuenta. Yo tuve que tragarla. Te la tenés que meter en la boca.

—¿Por qué nadie vino a asistirnos? ¿Cuánto hace que estamos encerrados acá?

Las alarmas internas se prendieron, Sandra volvía a mostrar signos de claustrofobia y todos sabían que si no la alejaban de esos pensamientos intrusivos, la cosa se pondría muy mal.

Silvana se quitó la calza, quedando completamente desnuda. Su vagina se mostraba imponente ante las dos mujeres arrodilladas.

—Vamos a hacer una cosa —dijo Silvana—. Si vos te animás a chuparle la verga a Malik, yo le permito a Sonia chuparme la concha.

—Ay, amiga… por favor, ayudame con esto —dijo Sonia, con alegría—. No sabés lo mucho que me gustaría probar una mujer tan linda como Silvana.

Ya la había probado más de una vez, pero Sandra no sabía eso.

—Uy… no quiero sentirme culpable por arruinar esta oportunidad para vos. Está bien… allá voy.

Esta vez Sandra tragó el glande de Malik y comenzó a chuparlo. El negro movió un poco su cadera, ayudándola con la tarea. Obviamente no podía tragar mucho, pero sí se veía como un auténtico pete. Le estaba practicando una buena mamada al senegalés.

—Sonia va a chupar mi concha mientras vos sigas chupando esa verga. Vení… date el gusto.

Sonia no perdió el tiempo. Ya sentía confianza con Silvana y estaba encantada con la forma en que se estaban dando las cosas. Se prendió a la vagina con el mismo fervor con que chupó la teta minutos antes.

Las dos mujeres estuvieron practicando sexo oral, una junto a la otra. Perdieron la noción del tiempo. Aún no había señales de asistencia ni parecía que la luz fuera a volver pronto, el calor era infernal. Silvana y Malik tenían todo el cuerpo cubierto de sudor, lo que les daba un aspecto sumamente erótico. Pero al menos Sandra estaba distraída. Mientras ella se mantuviera así, podrían quedarse todo el tiempo que quisieran dentro del ascensor.

Silvana realmente estaba disfrutando de las lamidas de Sonia. Su vecina estaba poniendo un gran esfuerzo en brindarle placer. Succionaba sus labios vaginales y le lamía el clítoris con rápidos movimientos de la lengua. Por su parte Sandra luchaba para tragar la verga de Malik. Parecía divertirle la imposibilidad de hacer esto. A veces se la sacaba de la boca para reírse y luego volvía a intentarlo, sin mucho éxito.

—Se nota que la estás pasando bien —le dijo Sonia—. Y me imagino que esta vez no vas a dejar pasar la oportunidad de probar una de estas —señaló la concha de Silvana.

—¿Sabés qué? Tenés razón… sería muy boluda si no lo hago, en especial teniendo en cuenta lo hermosa que es tu vecina.

—Muchas gracias —dijo Silvana, sintiéndose genuinamente halagada—. Y probá sin miedos ni compromisos. Hacé de cuenta que lo que se detuvo es el tiempo y cualquier cosa que hagas acá, no tiene por qué tener consecuencias después.

—Me gusta esa forma de verlo.

Sandra se acercó a las piernas de Silvana, ella levantó un poco la derecha, haciéndole la tarea más fácil. No hubo un titubeo previo, la mujer se mandó directamente a lamer entre los labios de la concha e intentó meter la lengua por el agujero. Después empezó a chupar el clítoris, sin que nadie se lo pidiera. Pasados unos segundos, Silvana lo tuvo claro.

—Mmm… no es la primera vez que chupás concha. Me parece que no fuiste del todo sincera con Sonia. ¿Qué pasó en el cumple de tu amiga?

Sonia abrió muchos los ojos.

—¿Le chupaste la concha a Margarita?

—Ay… no quería decirlo, porque me da mucha vergüenza. Además no quería que…

—Tuviste miedo —dijo Silvana—. Creíste que si lo confesabas, estarías obligada a chupársela a Sonia.

—Puede ser…

—Y nada más lejos de la realidad, amiga. Yo nunca obligaría a nadie a tener sexo conmigo. No importa si ya lo hiciste. Solo… me gustaría saberlo. ¿Qué pasó?

—Ummm… bueno… es que todas las demás lo hicieron. Margarita se sentó en una silla con las piernas abiertas y una por una fueron pasando sus amigas para chuparle la concha. Incluso algunas que están “felizmente casadas”. Si sus maridos supieran cómo se prendieron a comer cajeta, se infartarían. Y yo no quería ser la única que no lo hiciera. La estábamos pasando tan bien. Cuando llegó mi turno dije: “A la mierda, en la vida hay que probar un poco de todo”. Y lo hice… creí que no me animaría, pero se la chupé. Para colmo después de tantas lamidas Margarita ya estaba a punto de llegar al orgasmo. Me acabó en la boca… me pidió que se la chupara bien fuerte. Y lo hice… así…

Usó la concha de Silvana para hacer la demostración. Se prendió a esos jugosos labios vaginales y succionó con fuerza durante unos cuantos segundos. Silvana le sonrió a Sonia y ésta le mostró que sus esperanzas habían vuelto a nacer.

—La pucha, qué calor hace —dijo Sonia—. Con su permiso, yo me voy a quitar el vestido.

Se desnudó frente a los ojos de su amiga y le mostró su concha peluda, Sandra la miró de reojo, sin dejar de chupar la de Silvana.

—Bueno, em… si todos se desnudan, no voy a ser la única que muera de calor. ¿Cierto?

Ella también se puso de pie y le mostró a todos que, a pesar de su edad, todavía tenía un cuerpo muy deseable y llamativo, de buena cintura y grandes pechos. Silvana notó que ahora Sandra miraba de reojo la verga negra que apuntaba al techo.

—¿La querés probar?

—Ya la…

—No, no… digo si la querés probar en serio. Por la concha.

—¡Ay no! Es… demasiado grande. Me va a doler.

—Lo mismo creía yo, hasta que aprendí que eso me pasaba solo porque me ponía nerviosa. Yo me consideraba estrecha, pero… mirá ahora… —le dio la espalda a su vecino—. Dale, Malik, mostrales.

El senegalés no esperó a que se lo dijeran dos veces. Tomó a Silvana por la cintura y apuntó hacia la concha y empezó a meterla lentamente. Sonia y Sandra se agacharon, para ver la acción en primer plano.

—Si quieren, pueden colaborar con un poquito de saliva —propuso Silvana.

La primera en hacerlo fue Sonia, lamió justo el punto en el que la verga y la concha se juntaban. Su lengua se dedicó más a los labios vaginales, pero también recorrió el pene hasta la base en dos ocasiones. Después Sandra hizo lo mismo. No tuvo reparos en lamer la concha, pero ella se entretuvo más lamiendo la verga, la cual iba entrando cada vez más. Cuando consiguió meter la mitad, Malik comenzó con un meneo de su cadera.

—No se imaginan lo rico que se siente esto —aseguró Silvana.

—Está bien, quiero probar —dijo Sandra.

—Así me gusta —la alentó Sonia. Sabía que su amiga estaba cediendo ante la calentura.

—Si querés, vos podés ayudarme a lubricar mejor. ¿Me explico?

—Uy, ¿de verdad? Lo hago con muchísimo gusto, amiga. No sabés lo feliz que me pone que digas eso.

Sandra apoyó sus manos contra una de las paredes del ascensor y Sonia se lanzó a lamerle la vagina con devoción. Por fin estaba probando los labios vaginales de esa mujer que tanto deseaba. Silvana sintió mucha ternura. Le hizo señas a Malik para que les diera un poco de tiempo antes de meter su verga.

Cuando por fin Sandra estuvo lista, el senegalés apoyó su miembro en la entrada de la concha y empezó a empujar hacia adentro.

—Uf… dios… sí… se siente muy rico. ¡Por favor! Siento que se me va a romper la concha.

—Al principio duele un poco —comentó Silvana—, pero se pasa rápido.

Y así fue. El dolor le dejó lugar al placer. La verga de Malik comenzó a entrar y salir de esa húmeda concha mientras Sonia se encargaba de lubricarlo todo con su lengua.

Sandra estaba disfrutando de la cogida cuando la puerta del ascensor se abrió un poco, lo justo y necesario como para que un hombre asomara la cabeza.

—¿Está todo bien ahí adentro? —Preguntó Osvaldo, alumbrando con una linterna en la mano. Sandra soltó un grito e intentó cubrir su desnudez.

—No te preocupes, Sandra —se apresuró a decir Silvana—. Osvaldo es de confianza. Podés seguir cogiendo con Malik que él no le va a contar nada a nadie.

—Ser discreto es mi trabajo —aseguró Osvaldo—. Pueden seguir con lo que estaban haciendo, solo quería informarles que el desperfecto técnico que provocó el corte parece venir del mismo ascensor. Un corto circuito o algo así. Pero no se preocupen. En unos minutos lo arreglo.

—¿Podemos salir por ahí? —Preguntó Sandra—. Yo puedo pasar por ese agujero.

—Hacer eso es muy peligroso, señora. Si la luz vuelve mientras usted intenta salir, el ascensor podría arrancar de golpe… y eso sería una catástrofe.

—Ay no… dios no lo permita.

—Tranquila, Sandra —dijo Sonia—. Osvaldo ya está acá. Él va a arreglar todo. Solo tenemos que tener un poco de paciencia.

—Voy a entrar —dijo Osvaldo—. Necesito algo de ayuda. Tiren hacia adentro cuando yo les diga.

Malik y Silvana sujetaron las manos del portero y de un tirón lo hicieron entrar al ascensor. Las dos amigas miraron la escena con el corazón en la garganta. Por suerte la luz no volvió y no ocurrió una tragedia.

—Tengo que revisar el panel del ascensor —dijo el portero—. Hagan de cuenta que yo no estoy acá.

—¿Ya escuchaste? —Dijo Sonia—. Sigamos…

—¿Te parece?

—Sí, claro. Osvaldo es muy discreto. Por algo es el portero del edificio desde hace tantos años. No va a contarle a nadie. Quedate tranquila.

—Bueno, bueno… pero… em… ahora me gustaría que la pruebes vos.

—¿Qué? ¿Yo? ¿La de Malik?

—Sí, Sonia. ¿O acaso creés que solo a vos te calienta ver cómo me la meten? Yo también quiero ver…

—Bueno, si me lo pedís así…

Sonia tomó el lugar que había ocupado su amiga. Preparó la concha para Malik y allí pasó algo que no se hubiera esperado ni en sus mejores sueños eróticos: Sandra comenzó a lamerle la concha. Sonia miró a Silvana por encima del hombro como si le estuviera preguntando: “¿Esto está pasando de verdad?” Silvana le respondió con una sonrisa cómplice.

Sandra le dio una buena chupada de concha a Sonia, sólo hizo una pausa para decir:

—Amiga, ¿de verdad creías que le iba a comer la concha a Margarita y a vos no? Si tuviera que ir a la cama con una mujer, definitivamente esa serías vos.

El corazón de Sonia vibró de emoción al escuchar esas palabras. Su esperanza estaba por las nubes. Quizás… quizás ella y Sandra algún día pudieran ser algo más que amigas. Y todo gracias a este oportuno accidente con el ascensor.

Cuando Malik le empezó a meter la verga a Sonia, la mujer tuvo que esforzarse para que sus gemidos no alertaran a todo el edificio. Por más que ella tuviera preferencias por las mujeres, llevaba tiempo sin disfrutar de una verga de verdad… y nunca había gozado con una como la de ese senegalés. Era increíble. No se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Podía sentir cómo su concha se estiraba para darle paso a semejante verga. Tener a Sandra lamiéndole la concha al mismo tiempo hacía que todo fuera aún más excitante.

—Hey, Osvaldo, estás transpirando un montón. ¿Por qué no te sacás la ropa? —Propuso Silvana.

—Si no les molesta…

—Ay, Osvaldo, no tiene sentido que preguntes eso. Estas dos literalmente están cogiendo con Malik. ¿De verdad creés que les va a molestar verte las bolas?

—Es un buen punto…

El portero se desnudó completamente. Las miradas de Sonia y Sandra hicieron ver que les complacía ver ese miembro colgando flácidamente.

—Uy, Silvana… con razón le pusiste los cuernos a tu novio con Osvaldo —dijo Sonia.

—Ay, ¿cómo sabés que fue con él?

—Vivo en frente de tu casa. Veo quién entra y quién sale… y escucho cuándo empiezan los gemidos. Che, Sandra… vení para acá… quiero chuparte la concha mientras Malik me la mete.

A Silvana le encantó ver a Sonia completamente desatada. Quería gozar como una puta, quizás por primera vez en su vida, y quería darse todos los gustos. Sandra apoyó su espalda contra la pared del ascensor y levantó una pierna para ofrecerle la concha a su amiga.

—Dale, chupá —dijo—, y te aclaro que después voy yo. Quiero hacer lo mismo.

Mientras Osvaldo manipulaba el interior del panel del ascensor, Sonia y Sandra fueron intercambiando posiciones. El portero no parecía tener ningún apuro y ellas tampoco. Sandra se había olvidado por completo de su claustrofobia. Ahora solo puede sentir placer.

De pronto Silvana notó movimiento en el pasillo. Por un momento creyó que podría tratarse de Danila y Silvio… eso sería un problema, porque Silvio arruinaría todo. Sin embargo cuando una cara sudorosa se asomó en la penumbra, Silvana pudo reconocer a Renzo. Él se arrodilló en el piso.

—¡Silvana! Tuve que subir por las escaleras —dijo, estaba muy agitado.

—¿Subiste diecinueve pisos por escalera? ¿Con este calor?

—Sí, es que… quería hablar con vos, y como no me respondías los mensajes pensé que ya no querías saber nada de mí.

—No te respondí porque ni siquiera tengo el celular. Lo dejé en casa antes de salir a correr… y bueno, después pasó esto.

—¿Hay alguien más ahí?

—Sí, Sonia está con Sandra, una amiga de ella. También está Malik. Osvaldo está intentando arreglar el desperfecto.

Renzo intentó ver qué pasaba dentro del ascensor, podía escuchar sonidos extraños. Era como si Sonia y su amiga Sandra estuvieran manteniendo relaciones sexuales con Malik. Aunque… eso es absurdo ¿cierto? Por la pequeña rendija solo podía ver la cara y las tetas de su novia… ella tapaba casi toda la visión. Sin embargo podía ver a Osvaldo parado detrás de ella.

—¿Estás desnuda?

—Sí, hace mucho calor… no aguantaba más la ropa.

—Pero… está Osvaldo.

—¿Y eso qué, Renzo? Sabés muy bien que Osvaldo me cogió. No solo me vio desnuda más de una vez, sino que hasta me metió la pija por el orto. ¿Qué problema hay si me ve las tetas otra vez?

—¿Y él? ¿Está desnudo?

—Sí, todos estamos desnudos. Acá adentro es un infierno. ¿No ves cómo estoy toda transpirada?

—¿Es necesario que Osvaldo esté tan cerca tuyo?

—Lo estoy ayudando con el panel del ascensor.

—Pero… si está desnudo, y vos también… emm… ¿qué pasa si se le pone dura?

—¿Y qué tendría que pasar?

—Y… no sé… me imagino que habrá roces.

Esa sensación de incomodidad se hacía más grande al escuchar la agitada respiración de las otras dos mujeres, no podía verlas pero sí podía imaginar lo que estaban haciendo con Malik.

—Ay, Renzo… no me parece el momento apropiado para empezar con estos reclamos. Estamos encerrados en el ascensor y no sabemos cuánto tiempo más tendremos que esperar…

—Sí, pero… me sentiría muy incómodo si la verga de Osvaldo te rozara mucho.

—Mirá, que roce todo lo que tenga que rozar. No me molesta. Él me cogió, no me voy a ofender si me arrima la pija un poco. Quizás hasta deje que lo haga, creo que se lo merece. Osvaldo arriesgó su vida al meterse en el ascensor. ¿Te imaginás qué hubiera pasado si justo volvía la luz cuando él estaba entrando? Fue muy valiente… si me quiere arrimar un poco la pija, que lo haga. Será mi forma de agradecerle por ayudarme. Es más… si quiere hacer más que arrimar, que lo haga. Ya sabés Osvaldo, tomate todas las libertades que quieras con mi concha… así, metela. Metemela toda… uf… así… dale, hasta el fondo.

—¿Te la está metiendo?

—Sí, Renzo. Vos y yo todavía no tuvimos esa charla sobre nuestro noviazgo. No sé si lo tomarás como infidelidad o qué. Ni siquiera sé si seguimos siendo novios. Ay… así, Osvaldo… dame duro… este tu pago por venir a ayudarnos. Cobratelo… uf… dale… dale… no pares…

Renzo estaba paralizado mirando la cara de goce de su novia. Podía ver cómo el portero se movía detrás de ella, haciéndole rebotar las tetas para todos lados.

—Uy, qué rica pija que tenés Osvaldo… metemela fuerte. Ya sabés, como me gusta a mí. Eso… así… dame con todo… dios… ¡cómo coge este tipo! —Y Renzo no podía hacer más que mirar las tetas de su novia rebotando como pelotas de basket—. Si querés metemela por el culo, sabés que me encanta que me den por el orto. —Silvana sabía que una vez más se estaba pasando. Estaba llevando su morbo a límites de los que tal vez no podría regresar. Aún así, no podía detenerse—. Uy… sí, está entrando. Dale que va a entrar fácil. Con la concha te dejé la pija muy bien lubricada, estoy toda mojada.

El portero, sin decir una palabra, tomó a Silvana de la cintura y empezó a darle duro por el culo. La verga no tardó en entrar. A su izquierda Sonia le estaba chupando la concha a Sandra mientras Malik se la cogía. En ese momento las dos amigas decidieron invertir sus posiciones una vez más. Fue Sandra la que recibió la pija del negro y al mismo tiempo se encargó de brindarle sexo oral del mejor a Sonia.

Dentro del ascensor hacía tanto calor que era como tener una orgía en un sauna, los cuerpos sudaban sin parar. Las tetas de Silvana brillaban ante la tenue luz de emergencia. Sus gemidos llenaban todo el pasillo del piso 19. Renzo esperaba en silencio a que esa pesadilla terminara. Se preguntó si después de esto podría seguir siendo la pareja de Silvana. Ella no parecía sentir respeto hacia él… o quizás… quizás estuviera enojada, ya que él no fue capaz de brindarle el placer sexual que ella tanto necesita. Como no fue capaz, otro hombre llegó para hacerlo. Osvaldo le estaba metiendo su gran falo erecto por el culo… otra vez. ¿Cuántas veces ese hombre había poseído el culo de su novia? No lo podía asegurar, pero sabía que eran más veces de las que Silvana había admitido.

Renzo se alejó por el pasillo, ya no quería ver más. Silvana estaba gozando como una puta, pero sintió pena por él. Una vez más lo había lastimado. A pesar de que quería seguir disfrutando de la pija de Osvaldo, le hizo señas al portero para que se detuviera.

—Creo que ya fue suficiente —susurró—. Esto no era parte del plan. Ya podés activar el interruptor de emergencia.

Osvaldo siguió dándole por el culo hasta eyacular. A Silvana le resultó fascinante el control que ese hombre tenía sobre su propio miembro. Podía estar largos minutos sin acabar, pero si le decían que ya era el fin, eyaculaba al instante. Y lo mismo hizo Malik… aunque él acabó en la cara de Sonia y Sandra. Las dos mujeres recibieron una descomunal descarga de semen y se besaron para compartirla.

Luego Osvaldo presionó un botón en el tablero y envió un mensaje de texto a su ayudante. La luz volvió y el ascensor se activó como por arte de magia.

—Espero que nadie presente una queja por el corte de luz —dijo el portero—. Le dije a la gente que era un desperfecto en el panel eléctrico del edificio. Y a mí no me gusta mentir. Si mandan a alguien de la empresa de energía a investigar…

—Quedate tranquilo, Osvaldo. Nadie va a investigar un corte de luz de un par de horitas. No es para tanto. Te dije que todo iba a salir bien. Además, fue por una buena causa. Mirá cómo Sandra le está comiendo la concha a Sonia. Estas dos se van a volver amigas muy íntimas a partir de ahora.

El ascensor subió lo que le faltaba para estar al mismo nivel que el piso 19 y las puertas se abrieron completamente.

—Chicas, ya podemos salir —anunció Silvana—. Bueno, si es que quieren salir… por lo que veo la están pasando de maravilla.

—La pasamos genial —dijo Sandra, con una risita—, pero sinceramente ya me estaba angustiando el encierro. No veo la hora de salir…

Y por eso fue la primera en abandonar el ascensor. Luego salieron Osvaldo y Malik. Cuando salió Silvana ella apoyó las manos contra la pared del pasillo y levantó la cola.

—Uy, mirá cómo me quedó el orto —le dijo a Sonia—. Re dilatado…

—Y chorreando leche —dijo su vecina—. Yo me encargo de limpiarlo.

La mujer se arrodilló ante la mirada atónita de Renzo. Él pudo ver cómo la gran verga de Osvaldo le había dejado el culo a su novia. También miró de reojo el enorme miembro de Malik, era impresionante. Él jamás podría competir contra algo así. Al ver los restos de semen en la cara de Sandra pudo corroborar sus sospechas. Malik había aprovechado para pasarla en grande. A pesar de que estaba dolido por lo que hizo Silvana, sintió respeto por él… y quizás un poquito de envidia.

Sonia lamió el semen que salía del culo de Silvana y aprovechó para darle algunas lamidas en la concha.

—Lo que hiciste no estuvo bien, Silvana.

—Ay, Renzo… no jodas —el muchacho se quedó petrificado al escuchar las palabras de Sonia.

—¿Perdón?

Sonia sabía que Silvana había actuado mal, sin embargo le debía a ella lo que había pasado dentro del ascensor. Tuvo sexo lésbico con su amiga Sandra y quizás este podría ser el incio de una hermosa relación. Una duradera. Por eso sintió la necesidad de devolverle el favor a su vecina.

—Lo que escuchaste. No jodas. Sos un egoísta, pibe. Silvana, este chico no te conviene. Solo piensa en él. ¿Acaso le preguntaste a tu novia cómo se siente después de haber pasado dos horas encerrada en el ascensor? No, viniste directamente con reclamos.

Malik y Osvaldo empezaron a juntar toda la ropa que había quedado en el piso y hacían como si no estuvieran ahí, escuchando los regaños. Sandra también sintió que debía intervenir.

—Estoy de acuerdo con Sonia —dijo, dejando en clara desventaja numérica a Renzo—. ¿Qué hay si decidió pagarle al portero con su cuerpo? Yo misma lo hubiera hecho, de tener la oportunidad. Osvaldo nos salvó. ¿Quién sabe cuánto tiempo podríamos habernos quedado dentro de ese ascensor? ¡Y con el calor que hace! Deberías darle las gracias a Osvaldo.

Renzo agachó la cabeza. Miró al portero y dijo:

—Está bien, tienen razón. Pido disculpas. Muchas gracias por ayudar, Osvaldo.

El portero se limitó a hacer un ligero gesto de asentimiento con la cabeza.

Renzo creyó que la pesadilla había terminado por fin. Malik fue invitado por Sonia y Sandra a ducharse con ellas. Era obvio en qué terminaría eso. ¿Y Silvana? Bueno, ella creyó que era una buena idea invitar a Osvaldo a darse una ducha fresca con ella.

—De paso termino de agradecerte por tu ayuda. Técnicamente mi noviazgo está en pausa, así que no tengo que darle explicaciones a nadie.

Renzo espió varias veces dentro del baño. Primero vio a su novia de rodillas en el suelo, chupándole la pija al portero. La segunda vez la vio gozando como una puta, con las manos contra la pared, recibiendo toda la verga en la concha. Y la última vez Silvana ya estaba recibiéndola por el culo otra vez, mientras suplicaba que le diera duro… como a ella le gusta. Que la hiciera su puta. Que él era dueño de su culo. Que nunca se la habían cogido de esa forma. Ella sabía que Renzo estaba mirando.

—Ay, amor… no te hagas esto. No sufras en vano. Andá a jugar con la compu… no me molesta, en serio. Además… con Osvaldo tengo para rato. Se merece mucho por habernos ayudado de esa manera. Después lo vamos a seguir en la cama…

—¿De verdad te gusta tanto?

Osvaldo la tenía sujeta por la cintura y le estaba metiendo pija con un ritmo descomunal. La verga entraba y salía del culo de Silvana con total facilidad.

—Sí, me gusta mucho… uf… me encanta, en serio. Ahh… ay… sí, qué rico. Perdón, sé que eso te debe hacer mal; pero no lo puedo ocultar. Me gusta que me cojan duro… y el sexo anal últimamente se convirtió en una droga para mí. Lo disfruto un montón. Andá, amor… no quiero que veas cómo otro tipo me hace acabar… dios… andá amor, andá… no quiero que veas esto… ufff… dioss… sí… rompeme el orto. Así… así… dios… cómo me gusta…

Después de presenciar ese intenso orgasmo provocado por los placeres carnales que le brindaba otro tipo, Renzo siguió el consejo de Silvana, se puso a jugar al League of Legends. Sin embargo, cada vez que terminaba una partida se acercaba al dormitorio para ver como el venoso falo de Osvaldo se metía por alguno de los agujeros de su novia. En un momento la vio montando esa pija como si ella fuera una cowgirl sexual, y al mismo tiempo se metía un dildo por el orto.

El culo de Silvana parecía capaz de recibir un duro castigo sin parar durante tiempo indefinido. Varias veces la pija pasó por ese agujero. Osvaldo era una máquina sexual incansable. Renzo supo que la pesadilla duraría toda la noche.

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