Mi Vecino Superdotado [28]

Capítulo 28.

El Riesgo de Apostar.

Renzo entró al departamento y se quedó paralizado al ver a su novia de rodillas chupándole la verga al portero. Osvaldo estaba apoyado contra la mesa de la cocina y Silvana ya tenía puesta su camiseta de la selección Argentina y una diminuta tanga negra.

—¡Hola, amor! Llegás tarde. Te estaba esperando.

Volvió a tragar la pija de Osvaldo casi completa. Renzo sintió una opresión en el pecho. Al parecer el sexo con el portero se había vuelto parte de la rutina de su novia y ella ya ni siquiera se molesta en dar explicaciones.

Silvana se puso de pie y dijo:

—Creo que ya deberíamos ir yendo… el partido está por empezar. ¡Hey…!

Osvaldo apartó la tanga de Silvana y la penetró sin pedir permiso. Ella empezó a reírse y se acomodó para permitir que la verga entre bien. Renzo esperó que diga algo sobre este acto sexual tan descarado, pero mientras recibía las duras embestidas del portero, le preguntó:

—¿Hoy también vas a apostar en contra de Argentina?

—Sí, claro. Ya estamos en fase eliminatoria. Un solo error te pued...

A Renzo le tembló todo el cuerpo al ver el potente ritmo que mantenían las penetraciones del portero. Silvana soltó un gemido de placer.

—Dios, que delicia… uff… qué rico arrancar el día con una buena pija en la concha. Perdón, amor… ¿qué decías?

—Em… decía que un solo error te puede dejar fuera del mundial. Australia no es una selección muy fuerte, pero podrían sacar un empate. Y los penales son una lotería.

—No con el Dibu Martínez en el arco —dijo Osvaldo—. ¿Ya viste lo que hizo en la Copa América contra Colombia?

—Eso fue pura suerte.

—No lo creo.

—¿Querés apostar con Osvaldo, Renzo? —Propuso Silvana.

Renzo analizó la situación. Si perdía ¿qué era lo peor que podría pasar? Silvana debería coger con el portero… algo que le dolía mucho, claro; pero que ya había pasado tantas veces que…

—Mmm… trescientos dólares a que gana Australia.

—Hecho.

—Bueno, vamos al depto de Malik. El partido empieza en menos de dos minutos.

—Ah… ahhhh… aaaaahh… esperá un ratito, amor. Uf… qué rico… sí, Osvaldo… seguí. Cogeme duro… uff… cómo me gusta esta pija.

—Se vé que lo estás disfrutando mucho —dijo Renzo, con los dientes apretados.

—Así es, amor. Vos ya sabés cuál es la pija que me vuelve loca… y la tuya no es.

—Hey, eso fue un ataque innecesario.

—No fue un ataque, Renzo. ¿No me habías pedido que fuera sincera? Bueno, estoy siendo sincera. Tu verga me aburre. La de Osvaldo, en cambio… uff… sí, dame duro… uff. Soy tu puta, Osvaldo… soy tu puta. Cuando quieras acabar, podés usar todos mis agujeros como depósito de semen. Usame todo lo que quieras. Dioss… ahhh ¡Qué delicia! Perdón, amor… soy la puta del portero. Él es mi macho alfa.

A Osvaldo no parecía cambiarle nada estas palabras, era como si no las escuchara. En cambio a Renzo lo estaban destrozando por dentro.

De pronto el portero se detuvo.

—Uy… ya empieza el partido. Me está esperando un amigo con unas cervezas, se va a enojar conmigo si no voy.

—Ufa… con lo rico que me estabas cogiendo.

—¿Lo podemos dejar para otro momento?

—Sí, claro que sí. Ya sabés, pasá por acá cuando quieras, yo voy a estar dispuesta.

El portero guardó su herramienta vivil y salió del departamento.

—Esto no era parte del acuerdo —dijo Renzo—. Me prometiste que ibas a dejar de ser infiel.

—Y no te estoy siendo infiel, Renzo. Yo te aviso cuando Osvaldo me coge, y podés mirar todo lo que quieras. Infidelidad es mentir.

—No opino igual…

—Bueno, amor… lo charlamos en otro momento. Ahora tenemos que mirar el partido.

Silvana se acomodó la tanga y salió del departamento, Renzo la siguió. En el pasillo se encontraron con Silvio y Dalina, que recién salían de su casa. Silvio se quedó atontado al ver a Silvana. Ella estaba despampanante con esa camiseta anudada sobre el ombligo, marcándole los pezones. La tanga era descaradamente pequeña, tanto que mostraba casi todo el pubis.

—Hey, hola! —Saludó Silvana—. ¿No van a mirar el partido?

—Sí —Dalina se acercó a darle un beso en la mejilla, su panza de embarazada había crecido mucho en las últimas semanas—. Justamente Malik nos invitó a mirarlo con él.

—Ay, buenísimo. Vamos a verlo todos juntos.

—¿Y vos te vas a quedar vestida así? —Le preguntó Silvio.

—¡Por supuesto! Ya es cábala. Voy a mirar así todo el mundial. Al primer partido lo perdimos, pero los otros dos los ganamos.

Cuando Silvana entró al departamento de Malik, los ojos de Silvio siguieron a su culo como si fueran atraídos por un imán.

—¿Viste qué lindo orto que tiene nuestra vecina? —preguntó Dalina—. Está para comérselo.

—No estaba mirando…

—Vamos, Silvio. No te hagás el boludo. Se te nota demasiado. Desnudás a Silvana con la mirada cada vez que te la cruzás.

Silvana hizo caso omiso a esta discusión de pareja. Abrazó con fuerza a Malik y se sentó a mirar el partido que ya había comenzado. Renzo se dio cuenta que pasaría un par de horas muy difíciles, aguantando a Silvio comiéndose a Silvana con la mirada. A Dalina parecía no preocuparle esto. Ella estaba más concentrada en la anatomía de su vecina que en su marido. Ni siquiera el partido le interesaba tanto como las piernas de Silvana.

—Acá se va a descubrir que la Scaloneta es puro humo —dijo Silvio—. Una selección que pierde en primera ronda contra Arabia Saudita no está preparada para enfrentar un mundial.

—Uy, tenemos otro traidor —dijo Silvana, con los ojos en blanco—. ¿Vos también querés apostar con Malik? ¿Cuánto estás ofreciendo? —Le preguntó al senegalés.

—Doscientos dólares por cada gol que reciba Argentina y mil dólares si pierden el partido.

—No está mal; pero con un hijo en camino no puedo permitirme perder dinero.

—Esa es la mejor parte —dijo Silvana, con una sonrisa maliciosa—. Vos no perderías dinero. Renzo hizo la misma apuesta y él tampoco la puede pagar. La que la paga soy yo.

—¿Le prestás dinero?

—No. Si Argentina mete un gol, le tengo que chupar la verga a Malik. Y si ganan el partido, tengo que tener sexo con él. ¿Qué decís? ¿Estarías dispuesto a apostar a tu esposa?

—Uy, eso sí que suena interesante —aseguró Dalina—. Y antes de que digas algo, Silvio, te aseguro que no me ofende ni un poquito que me apuestes. Es más, te aliento a que lo hagas. Pensalo, si tenés razón y Argentina pierde, vamos a poder comprar muchas cosas para el bebé. Pero hacelo solo si considerás que es una apuesta casi segura.

—¿De verdad no te enojarías conmigo si hago la apuesta?

—No, para nada. Confío en vos. Sos mi marido. Eso sí, no te quejes si llegás a perder ¿eh? Porque yo voy a cumplir con mi parte del trato.

Silvio se puso tenso. Evaluó la situación. La pérdida era enorme; pero la ganancia… podrían ser más de mil dólares, sin siquiera trabajar ni un minuto. No estaba del todo convencido, hasta que Renzo aportó algo.

—Malik, espero que los cinco mil dólares sigan en pie.

—Ah, sí, claro… por supuesto. Son mil dólares si Argentina pierde, pero cinco mil más por quedar eliminada.

Silvana recordó que esa apuesta solo contaba en la primera ronda; pero no dijo nada. Malik se podía permitir pagar ese dinero y era obvio que mantuvo la apuesta para terminar de convencer a Silvio. Renzo solo se aprovechó de la situación para aumentar sus posibles ganancias. “Bien por él, no es tan boludo como parece”, pensó Silvana.

—Entonces sí —dijo Silvio—. Trato hecho.

Silvana y Dalina intercambiaron una pícara mirada de complicidad.

Pronto el partido comenzó a ganar protagonismo. Silvana se levantó en varias ocasiones a buscar cervezas frías y a Renzo le generaba cierto resquemor notar que Silvio la miraba sin disimulo. Esa diminuta tanga negra era apenas una delgada cinta metida entre esas imponentes nalgas y se le apretaba en la concha como si estuviera pintada. Para colmo cada vez que Silvana se inclinaba hacia la mesita ratona para llenar los vasos, el culo quedaba apuntando directamente a la cara de Silvio, también muy cerca de Dalina. Renzo sospechaba que su novia lo hacía a propósito. No dijo nada porque no quería iniciar una discusión.

Dalina aprovechó una de esas ocasiones en las que Silvana se inclinó delante de ella. Se acercó, le besó una nalga y le pasó los dedos entre la raya de la concha. Luego miró a su marido y le dijo:

—¿No pensás que Silvana tiene el culo más lindo del mundo?

Silvio carraspeó, incómodo. No se atrevió a responder. Silvana volvió a su asiento justo para ver cómo el capitán de la Scaloneta marcaba el primer gol del partido. Malik saltó y comenzó a celebrar el gol, Dalina y Silvana también festejaron, pero sin levantarse. Renzo agachó la cabeza y Silvio se puso pálido.

—Uy, amor… Argentina metió un gol —dijo Dalina—. Al parecer tendré que chuparle la verga a Malik.

—Dalina, no hablábamos en serio cuando…

—Sí hablábamos en serio —dijo Silvana. Se puso de rodillas en cuanto Malik volvió al sofá—. Muy en serio. Vení, Dalina… vas a comer morcilla… y de la buena. —Le guiñó un ojo.

La verga de Malik fue liberada y los ojos de Silvio casi rebotan contra sus gafas. Renzo sintió un nudo en la garganta cuando su novia se tragó todo el glande del senegalés. El único consuelo que tenía era que el tipo sentado a su derecha pronto la estaría pasando peor. Vería a la madre de su hijo practicándole una mamada a un negro con una verga descomunal.

—Bueno, si no hay otra opción, tendré que comérmela…

—¿Podríamos esperar hasta el final del partido? —Sugirió Silvio.

—No amor, es mejor saldar la cuentas lo antes posible. ¿Qué pasa si Argentina hace otro gol? Se la tendría que chupar otra vez…

—Sí, claro —dijo Silvana—. Es un pete por cada gol de Argentina.

—Por tu bien, Silvio… espero que la Scaloneta no gane por goleada.

Pasó la lengua por el glande, haciendo estremecer a su marido. Luego se lo tragó. Empezó con el típico movimiento de una petera y Silvana se dedicó a pasar la lengua por todo el tronco. Silvio se movió incómodo en su asiento. Renzo sabía que ya se había arrepentido de apostar.

—Tenés una esposa muy hermosa, Silvio —dijo Malik. De alguna manera se las ingenió para que ese comentario no sonara desafiante. Lo dijo con sinceridad.

—Mmm… gracias… supongo. —Giró para mirar a Renzo, quizás para apartar la mirada de Dalina—. ¿No te molesta que tu novia ande en tanga frente a otros hombres?

—Es una decisión de ella. Yo no puedo hacer nada. No controlo su vida.

—Uf… si Dalina hiciera algo así, no la dejaría salir de la casa.

—Me gustaría verte intentarlo.

Su esposa se puso de pie y se quitó el pantalón negro, qudando solo con la camiseta de la selección argentina toda estirada por su panza y por sus tetas, que estaban más grandes que nunca. Debajo no tenía ropa interior. Su vagina, ligeramente velluda, hizo sonreír a Silvana, quien la acarició con dos dedos. Comprobó que Dalina estaba muy mojada.

—Qué linda concha que tenés.

—Gracias, hermosa.

Dalina volvió a ponerse de rodillas y se tragó la verga del negro incluso más de lo que Silvana era capaz. A Silvio le sorprendió esto… su esposa actuaba como si tuviera experiencia chupando vergas tan grandes. Cuando él la penetraba siempre notaba que la vagina de su esposa estaba demasiado dilatada. Eso lo hizo dudar en más de una ocasión. ¿Acaso alguna vez Dalina tuvo un novio con la verga así de grande? Tal vez solo era otra de sus paranoias. Pensar en eso lo ponía como loco y que esas ideas tan peligrosas hubieran invadido su mente justo ahora solo empeora la situación.

Estas dos hermosas mujeres estuvieron turnándose para mamar durante los minutos restantes del primer tiempo. Cuando el árbitro dijo que era momento de volver a los vestuarios, Dalina se acarició el mentón y dijo:

—Uf… cómo cuesta tragar todo esto. Necesito un descanso. Si Argentina llega a meter más goles, voy a tener que salir a la calle con una venda en la cabeza. Así no hay mandíbula que aguante.

Silvio estaba rojo de la ira, sabía que los comentarios de su mujer tenían doble sentido. Hubiera sido prácticamente lo mismo si le hubiera dicho: “Vos no tenés la pija así de grande”.

Durante el entretiempo Dalina y Silvana se dedicaron a deambular nerviosas de un lado a otro. A veces buscaban cervezas en la heladera, no dejaban de tomar y ya empezaba a notarse cierto estado de ebriedad. Le preguntaban detalles sobre fútbol a Malik, querían saber qué tan bien estaba jugando la selección. Él las tranquilizó diciendo que Argentina estaba dominando el partido… aunque aún no podían cantar victoria.

—Estoy tan nerviosa que no me puedo quedar quieta —dijo Silvana.

Pero Silvio sabía muy bien que tanto ella como su mujer solo se estaban pavoneando frente al senegalés. Quería que él les viera el culo… y un poco más.

—Dalina, creo que ya marcaste tu punto —dijo Silvio—. ¿Podrías ponerte el pantalón?

—No. Me voy a quedar con la concha al aire todo el partido. Si a Malik no le molesta, por supuesto.

—¿Qué le va a molestar? Si Malik es nudista —comentó Silvana, entre risas—. Yo te acompaño en esta, amiga.

Se quitó la tanga, luciendo su imponente concha. Dalina se la acarició diciendo:

—La tenés hermosa… y uy, nena… ¡Qué mojada estás!

—¡Mirá quién habla!

Le metió dos dedos a Dalina y allí se quedaron las dos, masturbándose la una a la otra, entre risas y alcohol. Lo hicieron sin detenerse hasta que el partido se reanudó. Silvio y Renzo no hicieron más que sufrir en silencio.

El partido volvió a captar la atención de casi todos los presentes. Silvio tenía a Silvana sentada a su lado, con las piernas un tanto separadas. No podía evitar mirarle la concha de reojo. En cuestión de minutos el tipo ya estaba con una marcada erección, que le costaba disimular.

—¿Qué pasó, amor? —Le preguntó Dalina mientras le servía un vaso de cerveza a Malik—. ¿Se te despertó el amiguito? Espero que sea por mí…

—Claro que es por vos —dijo Silvio, tapándose el bulto con ambas manos. Se preguntó cómo era posible que a Renzo no se le hubiera puesto dura al ver a esas dos hermosas mujeres medio desnudas.

En el minuto 57 del partido Julián Álvares marcó el segundo gol para la Scaloneta. Malik, Dalina y Silvana saltaron del sillón y empezaron a festejar a los gritos. Las dos mujeres se abrazaron y se dieron el beso más lésbico y candente que pudieron conseguir. Hubo lengua hasta lo más hondo de la garganta de ambas.

Silvio ya se estaba lamentando. No solo por tener que aguantar a su esposa haciendo de tortillera con Silvana, sino porque una vez más tendría que verla chupando la verga del negro. Sin embargo las dos mujeres se sentaron en el sillón y volvieron a compenetrarse en el partido. Malik no exigió su premio. Fue a la heladera a buscar más cerveza fría. Silvio respiró aliviado, al parecer habían olvidado la apuesta. Mejor así.

Después de pasar tan duros momentos, Silvio y Renzo recibieron una luz de esperanza cuando Enzo Fernándes marcó un gol en contra, a favor de Australia. Esta vez fueron ellos quienes celebraron y se abrazaron.

—No puedo creer que sean tan vendepatria —dijo Silvana.

—Dan vergüenza —añadió Dalina.

Ahí se dieron cuenta de que quizás estaban exagerando un poquito, Argentina aún mantenía una ventaja con un 2 a 1.

Fiel a su palabra, Malik tomó cuatrocientos dólares de su billetera y le dio doscientos a cada uno.

—Bien ganado —dijo, con una radiante sonrisa—. Aunque el partido todavía no terminó.

Y eso era lo que Silvio más temía. Aún quedaban quince minutos de juego, más el tiempo añadido. Todos miraron el partido con los nervios a flor de piel. Un solo gol podría arruinarle la fiesta a los argentinos.

Hubo situaciones claras para ambos equipos. Lautaro Martínez erró una clara jugada de gol, que hizo que todos se tomaran la cabeza. Luego Lisandro Martínez salvó a Argentina interceptando un remate al arco que podría ser letal. La frutilla del postre fue en el último minuto de juego, cuando Dibu Martínez hizo una espectacular atajada en lo que hubiera sido el gol del empate para Australia.

—¡Qué lo parió con los Martínez! —Exclamó Silvana, con el corazón en la boca—. Estos tres me van a infartar.

Los últimos minutos fueron tan trepidantes que más que celebrar, sintieron alivio. Dalina apuró el resto de su vaso de cerveza y luego miró la flácida verga de Malik. Descansaba como una boa constrictora entre dos troncos.

—Uy, amor… perdiste la apuesta. Me apena mucho decírtelo, pero… yo voy a cumplir con mi parte del trato. No quisiera tener problemas con nuestro vecino.

—¡Ni hablar! —Silvio se puso de pie de un salto!— No puedo ni tolerar que se la chupes al negro este, mucho menos voy a permitir que te meta la pija.

—¿Cuál es el problema? ¿Tenés miedo de que me deje embarazada? —Silvana se rió por el comentario, ya estaba claramente borracha—. Es un poco tarde para eso —se acarició la abultada panza.

—No me tomes el pelo, Dalina. No te vas a acostar con este tipo.

—Lo hubieras pensado antes de apostar, Silvio. Ahora es tarde. Malik te pagó por el gol de Australia, hasta te felicitó por haber ganado esa parte de la apuesta. —Mientras hablaba, masturbaba a Malik. El miembro del senegalés se puso duro en tiempo récord—. Sería muy injusto no darle su merecido premio. Y si te sentís mal, no te olvides que Renzo tiene que pasar lo mismo. Silvana también tiene que coger con Malik.

—No creo que a mi novio le moleste tanto, ya sería la segunda vez. Apostamos en el partido anterior y terminé con la concha llena de morcilla.

—Uy, ¿de verdad? ¿Ya cabalgaste esto?

—Que si lo hice! Ahora te muestro…

—No, ni hablar… primero voy yo.

Las dos se pusieron de pie, pero la primera en llegar hasta Malik fue Dalina, ella estaba más cerca. Separó sus piernas y apuntó la verga hacia su concha.

—Ni se te ocurra…

Las palabras de Silvio se perdieron en el aire. El enorme glande se perdió dentro de la vagina de su esposa con suma facilidad. Al ver esto se quedó boquiabierto. ¡De verdad lo está haciendo! ¡Se va a coger al vecino! El cerebro de Silvio estaba a punto de colapsar.

—Uhmmm rico… rico… tengo que admitir que esta pija me trae muy buenos recuerdos.

—¿De qué recuerdos hablás? ¿Eh?

—De un veranito en las playas de Brasil… uy… dios… espero no haber perdido la práctica —Silvana la sostuvo de un brazo y ella fue bajando lentamente. La verga negra se perdía dentro de su concha como un tren que ingresa en un túnel. En un túnel ancho y profundo.

—¿De Brasil? ¿De qué mierda hablás? —Su esposa soltó un gemido de placer—. Dalina, decime de qué estás hablando.

—Ay, no te pongas así, Silvio. Fue antes de conocerte a vos.

—Eso ya lo hablé con mi novio —dijo Silvana—. El muy boludo quizás creyó que yo era virgen antes de conocerlo. Cuando se enteró de todas las pijas que me metieron, se quería morir.

—Uf, si Silvio supiera… con lo celoso que es… ¡se muere!

—¡¿Si supiera qué? ¡¿Si supiera qué?! —Sus ojos estaban desencajados. No podía dejar de mirar la monumental penetración que estaba recibiendo su esposa—. ¡Dale, contame!

—No, porque va a ser peor. Uf… ¿Lo estoy haciendo bien, Malik?

—Muy bien. De maravilla. —Él la sujetó por debajo de los brazos y la ayudó a moverse lentamente de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba… Silvana la besó en la boca y le pellizcó los pezones.

—Te quiero comer la concha, hermosa.

—¿Ahora también sos tortillera? —Preguntó Silvio.

Renzo observaba toda la situación en silencio. Por primera vez en la habitación había un hombre que la estaba pasando peor que él.

—Silvio, no es la primera vez que chupo una concha. En Brasil experimenté muchas cosas.

Silvana puso un pie en el sillón y acercó su sexo a la boca de Dalina. Ella se mandó a lamerle los labios vaginales sin dudarlo.

—Mmm… qué delicia. No sabés cuánto extrañaba una de estas.

—Te entiendo. Yo empecé a comer conchas y… uf… es una hermosura. Mandé a la mierda mis prejuicios lésbicos.

Ante la desesperación de Silvio, Dalina empezó a dar saltitos sobre la verga. Su marido no podía creer que ese tronco negro le hubiera entrado completo. Además ella era capaz de montarlo sin dejar de chupar la vagina de Silvana. ¿Acaso aprendió a coger así en…?

—Contame lo que pasó en Brasil —exigió Silvio—. Contame ya mismo.

—Uff… no te puedo contar todo ahora mismo… ah… ah… fueron varios días y… me porté muy mal. —Ella y Silvana soltaron una risotada—. En ese momento tenía otro novio acá en Argentina, pobrecito, ni se enteró de que lo hice recontra cornudo.

—¿Tuviste sexo con un brasileño?

La vena de la frente de Silvio parecía a punto de explotar. Renzo le sirvió un vaso de cerveza fría y se lo alcanzó con la esperanza de que lo ayudara a serenarse. El tipo se bajó todo el contenido de un trago.

—¿Con uno? Ay, amor… —volvió a reírse—. ¿Creés que fui a Brasil para coger con uno solo? Fui a romperme todos los agujeros. Conocí un grupo de cinco amigos… todos negros y bien pijudos. Incluso había uno que la tenía tan grande como Malik. Se llamaba Jovinho. Ese me volvió tan loca que dejé que me cogiera en una playa de Río de Janeiro, adelante de toda la gente. ¡Me reventó la concha! Y después, para demostrarme que era capaz de aguantar todo lo que él quisiera, me rompió el orto a pijazos.

—¡Mentira!

—Ay, Silvio… ¿creés que tengo el culo virgen? ¡Cinco! Cinco porongas bien grandes. Me las metieron todas por el orto. Una por una. Me adiestraron, como una buena perrita, a estar en cuatro y recibir esas vergas por el culo. No fue fácil, al principio me costó mucho… dolió mucho. Pero valió la pena… fue delicioso.

—¡Sos una mentirosa, Dalina! Te inventás todo esto solo porque estás enojada conmigo. Te molesta que haya apostado en contra de Argentina.

Renzo tuvo una fuerte sensación de deja vu. Esto se parecía demasiado a las discusiones que tuvo recientemente con Silvana. Y la actitud de Dalina… era como si las dos se hubieran complotado para hacer sufrir a sus parejas.

—Sí, eso es muy molesto —reconoció Dalina—. Y sí, capaz que es todo mentira… o no. Lo dejo a tu criterio.

—¡Es mentira! No voy a tolerar esto ni un minuto más.

Apuntó con el vaso hacia el televisor, en cuanto estiró la mano hacia atrás, para lanzarlo, se escuchó un fuerte:

—¡Hey! ¡Ojo con lo que vas a hacer! —Silvio se quedó duro al oír la voz del senegalés—. Si me rompés el televisor, yo te rompo todos los huesos de la cara.

—Y está hablando muy en serio —dijo Silvana—. Una piltrafa como vos no tiene chances contra un deportista profesional como Malik. Si no te controlás, vas a terminar en el hospital.

Silvio miró a Silvana con los ojos inyectados de ira.

—Puta de mierda —dijo, y dejó el vaso en la mesita ratona—. Por tu culpa ella se comporta así.

—¿Mi culpa? Tu esposa era bien puta antes de conocerme.

Silvio dio un paso hacia adelante y se preparó para darle un cachetazo a Silvana. Nunca llegó a hacerlo. Recibió una patada en la rodilla por parte de Malik y cayó sobre el sillón, justo al lado del senegalés. Dalina ni siquiera se detuvo, siguió montando la pija, gimiendo y disfrutando. Malik agarró del cuello a Silvio y le dijo:

—Si me rompés el televisor, te rompo la cara. Si le pegás a Silvana, te tiro por el balcón. Son diecinueve pisos. Vas a tener tiempo para contarlos.

La cara de Silvio se puso de un tono azul, tirando a morado. Entendió que el senegalés le hablaba muy en serio. Cuando Malik lo soltó, comenzó a toser. Se puso de pie con dificultad y salió del departamento, trastabillando. Se fue dando un portazo.

—Qué lástima —dijo Dalina—. Quería que viera cómo me llenan de pija.

—Y qué lástima para vos, porque ahora me toca a mí —dijo Silvana, quien ya había pasado página. Ese incidente no le iba a arruinar la diversión.

—Ufa… está bien. Pero me chupás la concha.

—Con mucho gusto.

Silvana se montó sobre Malik, dándole la espalda. Dalina trajo una silla del comedor y la puso justo frente a su vecina y abrió las piernas. A Silvana le bastó con inclinarse un poco hacia adelante para poder chuparle la concha. Mientras saboreaba esos labios vaginales, Malik le iba metiendo la verga de a poco. Renzo se sirvió otra cerveza y volvió a sentarse, en silencio. El martirio para él aún no había terminado.

Dalina y Silvana se dieron un auténtico festín con la verga de Malik. Se turnaron para montarla y sus cuerpos sudados parecían insaciables. Lo que más le dolía a Renzo era lo mucho que su novia lo estaba disfrutando. Nunca la había visto tan excitada, ni siquiera con la verga de Osvaldo.

Intercambiaron lugares varias veces, se prestaban la pija por unos pocos minutos y la que montaba tenía la obligación de comerle la concha a la otra.

Dalina estaba saltando más rápido de lo que una embarazada debería hacerlo cuando alguien llamó a la puerta. Silvana abrió sin preguntar porque creyó que se trataba de Silvio, quien había vuelto arrepentido. Pero frente a ella apareció el portero con la camiseta de Argentina.

—¡Osvaldo! —Silvana lo abrazó apretándole las tetas contra el pecho—. Pasamos a cuartos de final.

—Así es. Estoy muy contento… —Vio a Dalina montando a Malik, sus grandes ubres se sacudían con cada movimiento—. Ummm… espero no haber llegado en un mal momento.

—No, claro que no. Dalina está pagando la apuesta que perdió su marido.

—Oh… justamente de eso quería hablar. Renzo, ¿podrías pagarme ahora?

Silvana lo hizo pasar y luego cerró la puerta.

—Lo siento, no tengo dinero. Perdón, Silvana… creo que otra vez vas a tener que pagar mis deudas.

—No me parece justo —dijo ella—. Yo le puedo chupar la pija a Osvaldo cualquier día. Para él no sería un premio. ¿Cierto?

—Muy cierto —dijo el portero—. Aunque no rechazaría una mamada como parte de pago. Hoy no llegué a eyacular cuando estábamos… ya saben…

—¡Es verdad! Te dejé con la leche cargada. Perdón por eso. No debí hacerlo.

—Está bien. Faltaba muy poco para el inicio del partido. Lo podemos solucionar ahora.

—Sí, y con respecto a eso… creo que Renzo debería ser quien te la chupe.

—Amor, yo…

Renzo se puso pálido. Dalina lo miró con una evidente picardía. Para Malik el comentario no despertó demasiado interés.

—No te acomplejes, amor. Dalina y Malik son de mente abierta. No te van a decir nada si chupás una verga.

—De hecho —dijo Dalina—, sería interesante verlo. Sos un lindo chico, Renzo. A mí me da un poquito de morbo ver hombres lindos chupando vergas. ¿Alguna vez lo hiciste?

—Sí, ya lo probó.

—¡Silvana! Eso es privado —protestó Renzo.

—En serio que no nos importa —le dijo Malik—. A mí me da absolutamente igual si estás con hombres o mujeres.

—Yo no…

—Dale, Renzo. No es momento de lamentos. Hey, hasta me salió una rima —Silvana soltó una risita de borracha—. Chupale la verga a Osvaldo o pagale. Una mamada mía ya no cuenta. Se la chupé tantas veces… que perdí la cuenta. Hice otra rima. —Lanzó una risotada de borracha. Se acercó a Malik y Dalina caminando en zig-zag, estuvo a punto de caerse. Osvaldo la rescató agarrándola del brazo.

—Esa rima es malísima —se quejó Dalina—. No cuenta si usás dos veces la misma palabra.

—Lo que voy a usar dos veces es esta poronga. Dale, salí de ahí que me toca a mí.

—Voy a salir solo porque tengo ganas de chuparte el orto, hermosa.

—Todo tuyo.

Dalina y Silvana intercambiaron lugares. Esta vez la verga de Malik le entró casi completa. Ella soltó un gemido de placer y se abrió las nalgas. Dalina no tardó ni un segundo en arrodillarse detrás de ella y meterle la lengua en el culo.

Como si fuera miembro de esa disfuncional familia, Osvaldo se quitó el pantalón, agarró un vaso de cerveza de la mesa ratona y se sentó junto a Malik. Renzo se quedó mirando ese gran pene flácido. Al lado de la verga del senegalés parecía pequeño; pero aún así seguía siendo imponente.

—¡Qué atajada hizo el Dibu en el último minuto! —Comentó Osvaldo.

—Es el mejor arquero del mundo —aseguró Malik—. Con alguien que da tanta confianza en el arco, Argentina puede ganar el mundial.

—Uf… sii, ojalá seamos campeones, así me como esta pija en todos los partidos. Dios, que rico… Renzo, ¿qué esperás? ¿No vas a pagarle la apuesta a Osvaldo? Agradecé que él aceptó la mamada como parte de pago.

—Yo… no sé…

—Ay, pobrecito. Le da vergüenza —dijo Dalina, apiadándose de él—. Vení, Renzo. No pasa nada. Yo te ayudo. —Se acercó al portero y le agarró la verga. La sacudió delante de sus ojos—. Epa… Osvaldo, no sabía que estabas tan bien equipado. De haberlo sabido, hubiera hecho cornudo a mi marido mucho antes.

Acto seguido, se tragó toda la verga. Empezó a chuparla demostrando ser una genuina experta. Su cabeza subía y bajaba a buen ritmo.

—Dale, amor… no dejes sola a Dalina. Ella te está ayudando.

Sin saber qué decir, Renzo se puso de rodillas junto a Dalina. Miró fijamente cómo ella comía esa verga que rápidamente se fue poniendo dura. Cuando estuvo completamente rígida, Dalina se la ofreció. Tímidamente Renzo acercó su boca y al sentir el contacto del glande con sus labios se dijo a sí mismo: «La primera vez no fue tan difícil hacerlo. La segunda debería costar menos». Pero no estaba teniendo en cuenta que aquella vez en la ducha la verga entró en su boca sin que él pudiera hacer nada. Ahora debía tragarla por voluntad propia.

Abrió un poco la boca y el glande fue entrando lentamente. Su lengua tocó la punta del miembro y ahí fue cuando retrocedió.

—Lo siento, no puedo hacerlo —se puso de pie—. Es muy difícil para mí.

—Amor, no tenés plata para pagarle a Osvaldo —le recordó Silvana.

—Lo sé, lo sé… solo… necesito tiempo para pensarlo. Hoy no puedo.

—¿Podrías esperar unos días a que Renzo pague su deuda? —Preguntó Dalina—. Si lo que querés es que te la chupen, yo puedo encargarme de eso.

—Ok, con esa condición sí puedo esperar.

Renzo sintió un inmenso alivio al ver cómo Dalina se tragaba esa pija otra vez. Se apresuró a salir del departamento. No quería darle la oportunidad al portero de arrepentirse, además ya no soportaba ver a su novia montando la verga de Malik. Sabía muy bien cómo iba a terminar todo eso. No necesitaba verlo.

La única esperanza que le quedaba era que Argentina perdiera en cuartos de final. Con ese dinero podría pagar su deuda. De lo contrario… no quería ni pensar en esa posibilidad.

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