Mi Vecino Superdotado [29]

Capítulo 29.

Los Primos.

Cuando entró al cuarto y vio a su novia montando sobre la verga de Osvaldo, Renzo no sintió nada. Luego lo invadió una especie de vacío en la boca del estómago, justamente por ser consciente de eso. Ver a Silvana cogiendo con el portero ya no le generaba el mismo impacto que antes y temía que ella tuviera razón, que mientras más lo viera, más se acostumbraría. No quiere acostumbrarse a ver a su novia disfrutando de la verga de otros hombres.

—Al fin, amor. Te estábamos esperando.

—¿Para qué?

—Vos sabés muy bien para qué. No te hagas el boludo. Sacate la ropa, dale.

Renzo obedeció como si la orden fuera un mandato del cielo que su mente no era capaz de ignorar.

—Em… no sé si estoy listo para esto, amor.

—Si seguís dando vueltas, nunca le vas a pagar tu deuda con Osvaldo. Y como sé que no te vas a decidir nunca, se me ocurrió una cosa.

Silvana se puso de pie, la verga de Osvaldo quedó apuntando al techo, cubierta de flujos vaginales. Ella le hizo señas a Renzo para que se subiera a la cama, él obedeció dubitativo y se quedó mirando el erecto miembro del portero. Había dado su palabra, se lo tenía que chupar. Pero… ¿que pasaba si…?

Volvió a la realidad en cuanto vio a su novia con un enorme pene plástico entre las piernas. Lo tenía sujeto por un arnés y lo estaba cubriendo con lubricante.

—Esto es un strap-on —explicó—. Me lo prestaron mis amigas las reposteras.

—¿Y para qué querés eso?

—Ponete en cuatro y te explico.

—No, ni hablar. No me vas a meter eso.

—La idea es no meterlo… siempre y cuando le chupes la verga a Osvaldo. Se lo debés. Digamos que esto es para darte un pequeño empujoncito —dijo, sacudiendo su verga artificial—. Solo te lo voy a meter si no chupás.

—Pero… ¿tenemos que hacerlo ahora?

—Basta, Renzo. Perdiste tu apuesta. No pongas más excusas. Osvaldo hubiera pagado de haber perdido.

—Es cierto —dijo el portero—. No deberías apostar si las chances de perder son tan altas.

—Es que… si llegaba a ganar… era mucho dinero.

—Basta de cháchara. Ponete en cuatro y empezá a chupar. Ya sabés lo que va a pasar si no lo hacés.

Renzo obedeció a regañadientes. Se colocó en la posición que le pidió su novia, con la verga de Osvaldo cerca de la cara. Había algo en ese pene grueso y venoso que lo intimidaba. No era solo el tamaño; pero no sabría decir de qué se trataba.

Sintió un objeto húmedo, duro y frío en la entrada de su culo y fue recién ahí cuando se dio cuenta de que su novia hablaba en serio.

—Hey, pará… ¿me lo vas a meter de verdad?

—Claro, si no la chupás… ¡adentro!

—Pará, Silvana… necesito más tiempo para pensarlo.

—Pasaron cinco días, Renzo. Creo que tuviste tiempo más que suficiente. La paciencia de Osvaldo no es infinita. Mañana juega Argentina contra Nederland y no te voy a dejar apostar si antes no pagás tus deudas. Así que… a chupar, mi amor. Disfrutalo, vas a entender por qué me gusta tanto la pija de Osvaldo.

Renzo agarró el miembro y lo sintió palpitar entre sus dedos. Abrió la boca… pero no fue capaz de tragarlo. El dildo presionó más y comenzó a entrar.

—¡Auch! Silvana, por favor… ay… ay… no me gusta el sexo anal.

—Eso lo decís porque nunca lo probaste. Yo también me acomplejaba, ahora me encanta que me den por el orto. En especial si es una verga bien grande como la de Osvaldo… o la de Rogelio. Uf… creo que estoy empezando a extrañar la verga de Rogelio. Le hice un pete hace un par de días, estuvo bueno; pero… no es lo mismo.

—¿Por qué se la chupas…? ¡Ay!

El glande del dildo consiguió entrar, Renzo sufrió un dolor agudo en esa zona.

—Dale, cumplí con tu parte del trato. No seas tramposo.

Le molestó que su novia le dijera con tanto descaro que le había chupado la verga a su compañero de trabajo. Quería aclarar ese asunto, sin embargo este no era el momento para hacerlo. Se tendría que quedar con la imagen de Silvana de rodillas ante ese tipo y con la boca llena de semen… porque seguramente la muy puta se lo tragó todo.

—Bien, así me gusta.

Fueron las palabras de Silvana la que hicieron que Renzo volviera a la realidad. Descubrió con asombro que ya tenía el glande de Osvaldo en la boca. No sabía ni cómo había pasado eso.

—Ahora, chupala… y con ganas, eh. Que Osvaldo se merece un buen pete… como los que le hago yo.

Sabía perfectamente cómo lo hacía Silvana. Ya perdió la cuenta de las veces que la vio con la verga del portero en la boca. De todas maneras, él no estaba dispuesto a replicar ese acto sexual con la misma intensidad. Haría lo justo y necesario para saldar su deuda. Tragó lentamente y volvió a sacarla de su boca. Ya la había chupado antes y, para su sorpresa, no le estaba resultando tan difícil. Volvió a tragarla e intentó pensar en otra cosa… pero ese dildo entrando en su culo se lo impedía… porque no estaba quieto, seguía entrando lentamente.

—Hey, dijiste que si la chupaba no me lo ibas a meter.

—Si la chupás bien. No la estás chupando bien.

—¡Auch!

Silvana dio una fuerte embestida, metiendo el dildo hasta la mitad. Luego comenzó a menearse lentamente.

—Dios… uff… eso me dolió…

—Pero también te gustó, ¿cierto?

—Yo creo que sí le gustó —comentó Osvaldo—. Se le notó en la cara.

El portero le agarró la cabeza e hizo que la bajara, para tragarse buena parte de la verga. Renzo quería insultarlos, pero con la boca llena era imposible. No le había gustado, estaba seguro de eso. Le dolió y cualquier reacción fue mal interpretada… «Solo me tomó por sorpresa», se dijo.

—Ahora la estás chupando un poquito mejor… aunque todavía te falta. Vamos, me viste hacerlo un montón de veces.

Dio otra embestida, con esta consiguió meter el dildo completo. Renzo volvió a chillar.

—¡Ay! ¿Cómo querés que chupe si me duele el culo?

—No seas llorón. Anoche vino Osvaldo y estuvo dándome por el orto como dos horas. Casi me parte al medio… y no me estoy quejando. Al contrario —soltó una risita viciosa—. Me encantó que me diera duro. Ya sabés que eso me pone como loca. Me encanta que me den así…

Empezó a moverse de una forma similar a la que lo hacía Osvaldo cuando se la culeaba. Renzo chilló y gimió; pero no pudo gritar porque tenía la verga del portero metida hasta el fondo de la garganta. Silvana, mientras le taladraba el culo, también le sostenía la cabeza para que no pudiera dejar de mamar. A él no le quedó otra alternativa. Se dijo a sí mismo que mejor chupaba con ganas para que todo esto terminara lo antes posible.

—Así me gusta que me den… bien duro… uf… ¿te gusta, mi amor? ¿Te gusta?

Las tetas de Silvana rebotaban para todos lados mientras se movía. Lo estaba haciendo bien, aunque no tenía la misma potencia de Osvaldo.

Renzo estaba en un extraño trance. El dildo en su culo le estaba haciendo sentir cosas que jamás había experimentado y… esa verga… en su boca. De pronto ya no le resultaba tan desagradable. La agarró con una mano y comenzó a darle fuertes chupones al glande, tal como lo haría la propia Silvana.

—Eso, mi amor… así se chupa una pija. Chupala… chupala…

Fallando a su promesa, mientras más rápido Renzo la mamaba, más rápido le daba ella por el culo. Pasados unos minutos el strap-on ya hacía su trabajo con total soltura. El culo de Renzo se estaba acostumbrando al traqueteo. Silvana le tocó la pija y descubrió que su novio tenía una potente erección. Le hizo una seña con la cabeza a Osvaldo y él también asintió. Significaba: “Dejá salir todo” y así pasó. Pocos segundos después la pija del portero comenzó a escupir leche a chorros en toda la cara de Renzo.

Silvana estaba esperando este momento con ansia. Se quitó el strap-on, pero lo dejó metido en el culo de su novio. Después se acercó al portero y se sentó sobre su pija. El miembro aún erecto se le metió directamente por el culo. Trajo a Renzo hacia ella y lo besó en la boca, compartiendo el semen de Osvaldo con él. Mientras movía el dildo, ella fue acercando a su novio hasta que él la penetró.

—Uff… sí, qué ricura. Dos pijas para mí… y mucha lechita. Te amo, Renzo.

Volvió a besarlo.

Se quedaron largo rato en esa posición, cogiendo los tres como conejo. Renzo no pidió en ningún momento que le sacaran el dildo del culo. Penetró a su novia hasta que acabó dentro de ella y, por algún extraño milagro, su verga se mantuvo dura… así que siguió cogiéndola por la concha mientras Osvaldo le daba matraca por el orto.


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El partido estaba por comenzar.

Silvana apareció en el balcón vistiendo su ya tradicional atuendo de diminuta tanga negra y la camiseta de Argentina atada sobre el ombligo. Renzo la detuvo:

—Emm… creo que hoy deberías ponerte un pantalón.

—Ya hablamos de esto. Esta ropa me trae suerte, ganamos los últimos tres partidos.

—Sí, pero hoy…

Silvana no escuchó a su novio y cuando abrió la puerta del departamento de Malik supo por qué estaba tan insistente con lo del pantalón.

Tres tipos con el torso densudo estaban tomando cervezas, dos de pie y uno más sentado. Tenían la piel negra y tersa y ninguno era Malik. El primero en verla fue el que tenía rastas hasta los hombros. Casi se le salen los ojos al ver semejante mujer con tan poca ropa. Le dio un codazo al que estaba de pie a su lado, ese llevaba un sombrero piluso de la selección argentina y su reacción fue casi idéntica. El tercero, que estaba sentado, se puso de pie al verla. Tenía anteojos negros y trenzas africanas adheridas al cuero cabelludo.

—Hola chicos —sonrió Silvana, avanzó con la seguridad de una vedette sobre el escenario—. ¿Ustedes son amigos de Malik?

—Son mis primos —Malik apareció por la puerta de la cocina llevando una botella de cerveza fría en la mano—. Llegaron de ayer de Senegal. Se van a quedar unos días. Son unos vagos de mierda, buenos para nada —les sonrió y les entregó la botella, ellos le devolvieron la sonrisa—. Quieren que yo los mantenga por unos meses. Parásitos hijos de puta —siempre con una sonrisa.

—Parece que no te caen bien.

—En realidad sí me caen bien; pero eso no les quita lo vividores. Ah, y no hablan español —dijo unas palabras en un idioma extraño que sonaba como a francés, pero con un acento africano. Los tres muchachos agacharon la cabeza y parecieron disculparse.

—¿Qué fue eso?

—Les pedí que dejaran de mirarte el culo. No les tengas miedo, son inofensivos. Y si te faltan el respeto, les rompo la cara. También les dije eso.

—¿Ves amor? No tenés nada de qué preocuparte. Voy a buscar una cerveza.

Los primos de Malik se quedaron embobados al ver ese culo prácticamente desnudo meneándose frente a ellos. Malik les habló en francés y lo señaló a Renzo. Notó que el novio de su vecina estaba un tanto incómodo por no entender la conversación y le dijo:

—Les estoy explicando que hice una apuesta con vos… y que incluye a Silvana.

Renzo se sintió mal porque vio la reacción de los primos cuando se enteraron que su novia era el gran premio. Silvana volvió y llenó dos vasos que estaban en la mesita ratona, esto le dio un panorama en primer plano de sus grandes nalgas a los tres primos que, rápidamente, se sentaron en el sillón para admirar mejor el espectáculo. La tanga se le metía mucho y le marcaba los labios vaginales. Los primos tuvieron que taparse la boca con una mano para no hacer exclamaciones barbáricas. Empezaron a hablar los tres al mismo tiempo, dirigiéndose a Malik. Señalaban a Renzo y a Silvana. Ella les sonrió y le entregó el vaso de cerveza a su novio.

—No, ni hablar. No jodan —dijo Malik.

—¿Qué dicen? —Preguntó Silvana.

—Quieren apostar con Renzo, por el partido contra Nederland… quieren que vos seas el premio.

—¿Qué pensás, amor? —Miró a Renzo con total tranquilidad—. ¿Apostamos?

—Mmm… no sé. Nederland es un rival difícil. Sinceramente no creo que Argentina pueda ganarle. Pero tampoco voy a ser tan loco de apostar a mi novia con cuatro tipos a la vez.

—Además no tienen dinero —dijo Malik.

—Ah, si no hay dinero no me interesa.

Malik habló con sus primos, explicándole todo el asunto. Ellos empezaron a suplicar, parecían desesperados. El del piluso se arrodilló.

—Él es Ndeye —explicó Malik—. Me está pidiendo que le preste dinero para apostar. Se lo puedo dar, pero quizás a Renzo le parezca muy grande el riesgo.

—No creo que a mi novio le agrade que yo tenga sexo con tantos hombres a la vez, pero… ¿y si solamente fuera sexo oral? ¿aceptarías?

—Así sí. Porque creo que las chances están a mi favor. Pero si Nederland gana quiero que cada uno me pague quinientos dólares.

Malik le explicó el trato a sus primos. El de las trenzas dijo algo y entrelazó los dedos en señal de súplica.

—Mademba quiere que las condiciones de la apuesta sean iguales a las mías.

—No, ni hablar —dijo Renzo—. No estoy tan desesperado. Es lo que dije, o nada.

Malik volvió a hablarle a sus primos y éstos asintieron con la cabeza. No parecían muy felices, porque ver el cuerpo semidesnudo de Silvana era desesperante. Pero preferían tener un pequeño premio antes que nada.

Se estrecharon manos y se cerró el acuerdo.

—Más te vale que tengas razón, amor… porque sino me van a hacer un brochette de morcilla.

Eso era lo que más le preocupaba a Renzo… pero confiaba en el rival. El historial estaba a favor de Argentina. La selección de Messi había vencido a Nederland en las semifinales del mundial 2014. Quizás ahora la naranja mecánica podría desquitarse por esa derrota.

El partido comenzó y toda la atención estuvo en la pantalla. Renzo se sentó a la izquierda de su novia y a la derecha estaba flanqueada por Malik. Esto lo tranquilizó, los primos no la tenían tan cerca; pero le miraban las piernas cada vez algún equipo sacaba un lateral o cuando se demoraba el juego.

Los insultos fueron los que definieron el clima. El árbitro parecía estar decidido a ser la estrella del encuentro y empezó a sacar tarjetas amarillas a diestra y siniestra. Por suerte Messi les trajo algo de paz cuando habilitó a Nahuel Molina con un gran pase entre líneas para que marcara el primer gol.

Silvana saltó a festejar y los primos de Malik se quedaron sentados para poder admirar esas nalgas rebotando de alegría. Luego le pidieron que les llenara los vasos con cerveza. Ella obedeció encantada y cuando se inclinó hacia adelante para servirlos, todos pudieron ver cómo la tanga ahora estaba mordida por sus voluminosos labios vaginales. A los senegaleses casi se les cae la mandíbula, hasta el propio Malik se mostró afectado por esta impactante imágen. Había visto desnuda a esa mujer decenas de veces, pero el poder erótico de Silvana nunca dejaba de sorprenderlo.

El de las rastas estiró una mano para acariciar esas nalgas, y antes de que pudiera hacer contacto Malik la apartó de un golpe.

—¡Dembo!

Silvana, que notó lo ocurrido, dijo:

—Dembo puede tocar un poquito, creo que se lo ganó… porque Argentina metió un gol. ¿Le explicaste a tus primos que también hay premio por los goles?

—Me olvidé de eso…

—Bueno, deciles que pueden tocar… por cada gol de Argentina podrán hacerlo otra vez.

—Pero, pero…

—No te preocupes, Renzo —dijo Malik—. Por cada gol de Nederland ellos te van a deber… mmm ¿cien dólares? Te los pago yo, podés confiar en mí.

—Ok. Trato hecho.

La esperanza de recibir bastante dinero por cada gol de Nederland lo tranquilizó un poco. A pesar de eso, no le resultó más fácil ver como los tres primos le tocaban todo el orto a su novia. Incluso los tres en alguna oportunidad aprovecharon para acariciarle los gajos vaginales. Renzo pudo ver cómo introducían rápidamente algún dedo por debajo de la tela, penetrándola. Ellos se reían e intercambiaban comentarios en su francés con acento africano.

Después del intenso manoseo, Silvana quiso brindarles un gran espectáculo… un anticipo de lo que podían ganar si la selección argentina vencía a Nederland. Se arrodilló frente a Malik y sacó esa anaconda negra del pantalón. Supuso que al senegalés no le importaría que sus primos le vieran las partes íntimas y así fue, ni siquiera se inmutó. La expectativa de los otros tres iba en aumento, la miraban como si estuvieran pensando: “¿Realmente lo va a hacer?”

Silvana se metió el glande en la boca y disfrutó del subidón de adrenalina. Quizás hace unos meses se hubiera sentido intimidada al ser vista practicando una mamada frente a desconocidos; pero ya se había reencontrado con su parte más salvaje, con aquella Silvana que salía de fiesta casi todos los días, antes de que Renzo formara parte de su vida. Esa Silvana adoraba chupar pija en alguna discoteca y que los curiosos la vieran. Le encantó que los primos de Malik hicieran comentarios y lanzaran vítores mientras ella tragaba pija sin parar. No necesitaba entender lo que decían para saber que estaban disfrutando del show.

Recordó la vez que fue a una fiesta electrónica con strippers. Había bebido de más y estaba eufórica, subió al escenario para bailar mostrando sus grandes tetas, la gente estalló en aplausos. Una de las chicas que bailaba se arrodilló frente a uno de los strippers y empezó a chuparle la pija. Esa chica había sido contratada para eso; pero Silvana no. Ella lo hizo por puro gusto. Frente a toda la gente del show le comió la verga al otro stripper y llegó a bailar en tanga junto a él. Aún la recuerda como una de sus noches más alocadas.

Ahora, mientras se la chupa a Malik frente a los primos, se siente igual. Definitivamente le encanta tener audiencia.

Silvana dejó de chuparla cuando terminó el primer tiempo. Se pasó todo el entretiempo caminando de acá para allá y llenando vasos de cerveza. Renzo sufría al verla mostrando su cola como un pavo real. No podía hacer nada más que aguantar que Nederland revirtiera el resultado.

El segundo tiempo fue un sufrimiento porque el partido se puso aún más picante. Los jugadores de ambas selecciones parecían dispuestos a arrancarse las cabezas entre ellos. Poco después del minuto 70 el árbitro marcó un penal para Argentina. Silvana saltó para celebrar y se paró frente a los senegaleses. Les prometió que si Messi marcaba el gol, se quitaría la tanga. Malik tradujo eso y sus primos estallaron en aplausos y vítores. Silvana sostuvo el elástico de su tanga y justo cuando la pelota pateada por Messi cruzó la línea de cal, ella se bajó la tanga, exponiendo sus perfectos labios vaginales. Los primos no perdieron tiempo, celebraron el gol llenando a Silvana de dedos. Ella pudo sentirlos entrando en su vagina de a dos o de a tres. Incluso hubo algunos que se clavaron en su culo. Renzo protestó, esto le parecía demasiado, pero por supuesto los primos de Malik no entendieron nada.

Silvana se dejó tocar por un rato y después se arrodilló otra vez frente a Malik, para seguir con el show de las mamadas.

Tragó esa verga negra tanto como pudo y la mamó moviendo mucho la cabeza, como si estuviera apurada. En realidad estaba nerviosa, porque a pesar de la ventaja, el partido aún no había terminado.

En el minuto 83 detuvo la felación de golpe, cuando Nederland marcó un gol. Esta vez el que saltó a festejar fue Renzo. Malik le prometió que luego le pagaría su parte… y la de sus primos. Después se dirigió a éstos y les dijo algo en francés. Silvana imaginó que les estaba avisando que ahora le debían dinero.

Poco después de este gol, alguien llamó a la puerta. Fue la misma Silvana quien atendió. Se trataba de Osvaldo, quien no hizo ni siquiera un comentario al verla sin tanga. Lo único que salió de su boca fue:

—¿Puedo mirar el partido acá? No aguanto más mirarlo solo… me van a matar los nervios.

—¡Claro! ¿Por qué no avisaste antes que lo ibas a mirar solo? Te hubiéramos invitado.

—Lo sé, lo sé, pero a veces prefiero mirarlo así. Hoy no puedo. Este es un equipo muy difícil.

—¿Te animás a apostar? —Preguntó Renzo, quien había recuperado la confianza.

—No sé… quizás… se mantienen las mismas condiciones.

—Sí.

—Mirá que se la tenés que chupar si perdés.

—Lo sé.

—Muy bien, entonces acepto.

Siguieron mirando el partido y la poca confianza que se podía ver en el rostro de Osvaldo se esfumó por completo cuando en el último minuto de juego Nederland empató el partido. No lo podían creer. Renzo festejaba a los saltos, viéndose cada vez más cerca de la victoria. Le recordó a Malik que le tendría que pagar por la eliminación de Argentina. Pero Malik le dijo:

—Sentate, Renzo… el partido todavía no terminó. Ahora hay alargue, y después penales.

Renzo no lo escuchó, miró a Osvaldo y le preguntó si se animaba a doblar la apuesta.

—¿Y qué pensás darle si perdés? —Preguntó Silvana—. ¿Dos petes?

—Sí, ¿por qué no?

—No creo que sea justo. Si vas a cambiar las condiciones de apuesta, tenés que ofrecer algo más. Y no podés ofrecerme a mí. Osvaldo me puede coger cuando quiera.

Renzo recordó la vana promesa de su novia de que ya no se acostaría con otros hombres. Obviamente fue una vil mentira. Una promesa falsa que nunca cumplió. Estuvo a punto de decir algo al respecto, cuando Silvana añadió:

—Si perdés, le entregás el orto. Las cosas como son.

—Por eso pago el triple —dijo Osvaldo—. El flaquito tiene lindo culo —le dijo a Malik, guiñándole un ojo—. Y no sabés cómo la chupa.

Renzo se puso rojo de la vergüenza. Sabía que Malik era un auténtico liberal con respecto al sexo y a que le daba igual si Renzo se cogía veinte mujeres o cien hombres. Pero para él fue humillante. Por suerte sus primos no entienden ni una palabra de español.

—Está bien —dijo Renzo—. Acepto esas condiciones porque después del duro golpe que sufrió Argentina, no creo que puedan ganar el partido.

—Sos un traidor vendepatria —le dijo Silvana—. Ojalá te rompan bien el orto. No veo la hora de comerle la poronga a estos tres —los señaló con el pulgar—. La deben tener bien grande, como me gustan a mí.

Renzo sintió una opresión en el pecho. La posibilidad de perder era real, pero no quería pensar en eso. Sabe que tarde o temprano la selección argentina termina defraudando. Hace más de treinta años que no ganan un mundial. ¿Por qué ganarían específicamente este?

El tiempo añadido solo sirvió para caldear más el partido. No hubo goles para ninguno de los dos equipos y llegó la definición por penales.

Silvana la miró de pie frente al sillón. Los primos de Malik estaban más interesados en su culo que en el partido. Aprovecharon cada segundo para recorrer esas firmes nalgas y para introducir dedos en su concha. Incluso varios terminaron dentro de su culo. Ella ni siquiera reaccionó a esto. Chilló de alegría cuando el Dibu Martínez atajó el primer penal y volvió a hacerlo cuando atajó el segundo. Al resto de la definición la vivió con nervios, como si no fuera consciente de que su intimidad estaba siendo invadida por tres oportunistas con hábiles dedos.

A pesar de actuar con indiferencia, Silvana tenía el corazón acelerado y la concha completamente empapada. Una vez más recordó aquella noche con stripper en el escenario. Lo que realmente la llevó a subir y a comportarse como una auténtica puta fueron los incesantes manoseos que recibió por parte del público. Tenía puesto un corto vestido blanco, muy ceñido al cuerpo, y no tardaron en meterle mano por debajo. Le llenaron la concha de dedos y subió al escenario echa una tormenta de lujuria.

Ahora frente a la pantalla, con el corazón en la boca, la tormenta estaba creciendo otra vez. Enzo Fernándes erró su penal, poniéndole más tensión al asunto. El último tiro le tocó a Lautaro Martínez, quien aún no había podido marcar un gol. Silvana pensó que el chico merecía cambiar su racha y marcar esta vez para salvar a la selección. Miró la ejecución del penal con dos dedos metidos en el culo y tres en la concha. No sabía qué dedo correspondía a qué primo; pero sí sabía que los tres la estaban tocando al mismo tiempo.

Lautaro pateó y el arquero no tuvo ni la más mínima oportunidad. Un gol clarísimo y Argentina había comprado su boleto a una nueva semifinal del mundo.

La algarabía de Silvana era total. Chilló, saltó, se abrazó con Malik, con Osvaldo y después se arrojó sobre los primos senegaleses y permitió que le metieran manos por todos lados. Uno de ellos le sacó la camiseta de la selección y ella comenzó a revolearla por encima de su cabeza mientras, completamente desnuda, saltaba sobre el bulto de Mademba, el de las trenzas. Ella, con total descaro, metió las manos dentro de los pantalones de los otros dos y sacó sus vergas. Se alegró al ver que era enormes. No tan grandes como la de Malik, pero sí más grande que la de Osvaldo. Las sacudió ante la mirada desolada de Renzo.

—Lo siento, mi amor. Volviste a perder. Y me alegra. No sabés las ganas que tengo de probar estas porongas enormes.

—Me dijiste que las vergas tan grandes no te atraían.

—Eso es lo que yo pensaba. ¿Sabés una cosa? No tendría que haber probado la pija de Malik… porque creo que ahora me estoy volviendo adicta a las pijas extra grandes. Tiene sentido, pensalo: me gustan las pijas grandes, como la de Osvaldo. Sabés que me vuelven loca. ¿Y por qué no iban a gustarme estas? Uf… mientras más grande, mejor amor. Mucho mejor.

Renzo se sintió abatido. No podía competir con la verga de Osvaldo y mucho menos con las de los senegaleses.

—Pero… pero… dijiste que…

—Cambié de opinión, amor. ¿Acaso una persona no puede cambiar de opinión? Mirá… vos decís que el sexo anal no te gusta. Quizás Osvaldo te hace cambiar de opinión —le guiñó un ojo.

Renzo se fijó en el portero y descubrió con temor que el tipo ya tenía la verga afuera, aún flácida, pero intimidante. Aún así esta imagen no fue tan terrible como ver a su novia arrodillándose ante los primos de Malik. Mademba, que era el único que aún no tenía la verga afuera, la sacó para demostrar que él no tenía nada que envidiarle a sus primos. De los tres era el que más grande la tenía y Silvana empezó por él. Se tragó el glande como una puta profesional que sabe cómo iniciar su trabajo.

Si en alguna parte de su mente guardaba la esperanza de que Silvana se apiadara de él, esa esperanza desapareció cuando pasó a la segunda verga y luego tragó la tercera. Lo hacía con la soltura de quien ya está acostumbrada a estas prácticas. Es más, la voracidad de Silvana al tragar esas vergas era tan notoria que a Renzo le dio la sensación de que se las hubiera chupado igual, aunque Argentina perdiera.

Resignado a la derrota, sabiendo que ninguna negociación serviría, él también se arrodilló ante Osvaldo. Agarró la verga sin querer mirarla y se la llevó a la boca. El portero le sujetó la cabeza para que no la soltara y empezó a mamar, de forma similar a la que lo hacía Silvana a su lado. De reojo miraba la enorme verga de Malik que estaba demasiado cerca de su cara. El senegalés entendiendo que lo estaba poniendo incómodo, se puso de pie.

—¿Dónde vas? —Preguntó Silvana—. Vos también tenés premio, no te olvides de reclamarlo.

—Solo iba a buscar una silla, para que estés más cómoda —dijo Malik, guiñando un ojo.

Regresó con la silla y Silvana se puso de rodillas sobre ella lo suficientemente cerca del sofá como para chupar la pija de los tres senegaleses.

Los primos intercambiaban comentarios jocosos en francés, para Silvana eso era música para sus oídos. No podía entender las palabras, pero sí las intenciones. Estaban encantados con ella. Seguramente esto justificaba el viaje hasta Argentina.

—Sí, metemela toda… metela…

Malik sonrió y acercó su verga erecta a la concha de Silvana. Ella estaba tan mojada que no necesitaba lubricante extra. El glande desapareció con un empujón, Silvana lanzó un bufido y puso los ojos en blanco mientras babeaba con la verga de Ndeye metida hasta la garganta. Malik se apiadó de ella sabiendo que si se la metía muy fuerte le haría mal, sin importar lo preparada que ella estuviera para recibirla. Por eso fue de a poco, con paciencia, porque había mucho para meter en esa apretada concha.

—Dios… es increíble lo dura que la tenés. La siento toda… cada centímetro.

Renzo sentía lo mismo, pero dentro de su boca. Pero el portero no estaba ahí solo para que se la chupen. Le preguntó a Malik si tenía algo de lubricante. Por supuesto que tenía. Le señaló la pieza. Osvaldo fue hasta allá y volvió antes de que Renzo se pudiera mentalizar para lo que pasaría después.

—Necesito más tiempo…

—No empieces, amor. Tenés que pagar tus apuestas. ¿Para qué apostás el orto contra Argentina? Nadie te obligó.

Tenía razón. Por primera vez en mucho tiempo le estaba ocurriendo algo malo y Silvana no era la culpable. Él solito se había metido en este quilombo, pero… estaba tan seguro de que Nederland ganaría. Pensó que ese gol sobre la hora destrozaría psicologicamente a la Scaloneta. No fue así. El equipo liderado por Messi pareció fortalecerse… en especial Dibu, que atajó esos dos increíbles penales.

—No sé cómo hacer esto —dijo Renzo.

—Ponete en cuatro y dejá que Osvaldo se encargue de todo —le dijo su novia—. Pensá en lo que hicimos ayer con el strap-on. No estuvo tan mal… ¿cierto? Hasta me pareció que lo disfrutaste tanto como yo.

Volvió a tragar vergas. Renzo se puso de rodillas sobre el sillón. No le importaba lo que los senegaleses opinaran sobre su masculinidad. Ni siquiera hablaba el mismo idioma que ellos, si hacían chistes no los entenderías. Lo que realmente le preocupaba era el tamaño de la verga de Osvaldo. Más ancha y más larga que aquel dildo que le metió su novia.

El portero estaba decidido. Se acercó a ese culo blanco casi femenino, acorde a los rasgos andróginos del bello Renzo. Apoyó el glande y comenzó a penetrarlo. Para su sorpresa, Renzo descubrió que le estaba entrando con relativa facilidad… aunque le dolía un poco.

Malik ya había acelerado el ritmo. Se movía detrás de Silvana como una máquina sexual con el pecho sudado y los abdominales bien marcados. Ella no gemía solo porque le resultaba físicamente imposible. Esas tres vergas no la dejaban ni respirar. Cuando soltaba una, inmediatamente le metían otra hasta el fondo de la garganta.

Osvaldo siguió metiéndola y Renzo apretó los dientes. Se aferró a un almohadón e intentó pensar en otra cosa. No pudo hacerlo. La verga le estaba invadiendo tanto el culo como el cerebro. Solo era consciente de cómo ésta se abría pasó dentro de él.

El portero lo sujetó de la cintura y empezó el rítmico meneo.

«Me está cogiendo… dios… me está cogiendo», pensó.

Estaba alarmado, no sabía cómo afectaría esto a su vida. Sin embargo Silvana parecía encantada, lo miraba de reojo sin dejar de mamar morcillas.

Cada centímetro de la pija de Osvaldo le estaba violando la masculinidad. Se la estaba destrozando. Lo único bueno de todo el asunto era que los primos de Malik ni siquiera lo miraban. Estaban concentrados en la voluptuosa belleza de Silvana y esas tetas que se tambaleaban para todos lados. Ocasionalmente le pellizcaban un pezón, lo cual la hacía delirar de placer.

Osvaldo no es de los que muestran piedad, y con Renzo no iba a ser diferente. El portero tenía su herramienta lista y el culo de Renzo ya estaba en el punto indicado. Le metió una dura embestida que lo hizo chillar como una mujer. Luego vino otra… y otra… y otra.

Pijazo tras pijazo Renzo podía sentir cómo su heterosexualidad se iba destruyendo. Aún no estaba seguro de si lo que sentía era placer, vergüenza, dolor o un poco de todo. No quería pensar en eso. Quería que su cerebro saliera de esa situación incómoda y para eso miró a su novia. Gran error. Ella le sonrió y le ofreció la pija de Ndeye, que estaba más cerca de él.

—Probala.

—No era parte del trato.

—¿Y qué tiene? ¿No tenés ganas de darle una probadita? Así vas a entender por qué me gusta tanto.

Renzo titubeó, Osvaldo no. Siguió como un martillo neumático, moviéndose sin parar, de la misma forma que Malik. La boca de Renzo se abrió dubitativa y el glande de Ndeye entró en ella. No estuvo tan mal y eso fue lo que más le incomodó. Se supone que hacer eso debería resultarle desagradable, al fin y al cabo a él no le gustan los penes. Pero ese… ese tenía algo especial.

—Si te gustó la leche de Osvaldo, imaginate toda la que va a salir de acá —le dijo Silvana—. Y por cómo te la tragaste mientras me besabas, yo creo que sí te gustó. Me encanta en semen y me lo quiero tomar todo; pero también puedo compartir un poquito con vos, para que veas que me importás, Renzo. Quiero compartir con vos todas las cosas que me gustan. Hombres y mujeres. Conchas y porongas. Podríamos ser muy felices si tuvieras menos complejos con el sexo. Soy puta. Si querés una novia bien puta, acá me tenés. Sino… buscate otra.

Renzo tragó más la verga de Ndeye y cuando recibió la abundante descarga de semen, hizo todo lo posible por no abrir la boca. Parte del líquido saltó afuera, pero con lo que quedó dentro se acercó a su novia y la besó en la boca.

Ese mismo ritual lo repitieron dos veces más, cuando los otros primos acabaron dentro de la boca de Silvana.

Para finalizar la jornada de sexo desenfrenado, cuando Malik acabó dentro de su concha (a pedido de ella), Silvana hizo un 69 con Renzo. Él lamió esa vagina chorreante de semen mientras ella le chupaba la verga. Osvaldo, por supuesto, siguió dándole por el culo hasta que acabó en la cara de Silvana. Ella recibió esa nueva dosis de lechita encantada y luego fue por más, de la verga de su novio.

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